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El velo en la escuela

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En el artículo Las dos orillas del velo traté de explicar el tributo que pagan las mujeres que llevan esta prenda. Tributo del que las niñas pagan el precio más alto. El hiyab y la vestimenta islamista son signos de sumisión de las mujeres, que deben ocultar el cabello y las curvas femeninas para no incitar a los hombres a pecar. Pecados de los que ellas son responsables, porque el peso del honor de la familia, el honor de los hombres recae en el cuerpo, la decencia sexual, la obediencia y el comportamiento recatado de las mujeres, que son sus depositarias. Un mundo de limitaciones que adquieren especial gravedad en la infancia: les impiden relacionarse con personas que no sean de su comunidad, cantar, bailar o cualquier actividad placentera. 

Estas niñas aprenden que en las sociedades de cultura occidental pueden disfrutar de una serie de derechos de las mujeres ya conquistados. La comunidad musulmana, por miedo a que se conviertan en “mujeres occidentalizadas”, estrecha el cerco del control y les impone la sharía o ley islámica.

¿Debe prohibirse que las niñas asistan con velo a los centros educativos? Sí, porque la escuela debe ser un espacio laico. No sería insólito. Existen países que tienen leyes al respecto. La más significativa, la ley francesa sobre la laicidad, conocida también como ley del velo, que entró en vigor en 2004 y prohíbe en las escuelas públicas el velo y cualquier otro signo de ostentación religiosa como las cruces o las kipás. 

La laicidad es un modelo de convivencia que prescribe que el espacio público no debe ser religioso; es la manera de hacer convivir a los distintos credos en un mismo espacio; establece que el Estado no se opone ni interfiere en ninguna religión; es sinónimo de tolerancia, de igualdad, de respeto. 

En este punto hay que subrayar que el velo es cuestionado por muchos teólogos musulmanes progresistas y académicos del Islam, por muchos partidarios musulmanes del laicismo a los que no citan los defensores occidentales del derecho a llevar velo. 

Aunque el motivo fundamental para que las niñas no asistan veladas al colegio es que la escuela pública debe ser laica, existen otras razones relevantes: 

- El velo atenta contra la igualdad de género: discrimina a las niñas, ya que a los niños no se les impone una marca de identidad.

- Cuando hablamos de velos en las escuelas estamos hablando de velos impuestos a niñas por los adultos a cargo de ellas (Marieme Hélie-Lucas). 

- Chahdortt Djavann habla a partir de su propia experiencia durante la revolución iraní de 1979: El daño psicológico infligido a las niñas que van con velo es inmenso, al hacerlas responsables de la excitación masculina. El cuerpo de la niña pasa a convertirse en objeto de seducción o fuente de desorden. Esta práctica hace que las niñas teman, desconfíen y sientan disgusto y angustia en relación con sus propios cuerpos. Las mujeres que han crecido con este daño psicológico necesitarán probablemente mucha ayuda hasta ser capaces de reconstruir su propia imagen, conquistar su autonomía corporal, abandonar los sentimientos de culpa y de miedo.

¿Debe prohibirse que las niñas asistan con velo a los centros educativos? Sí, porque la escuela debe ser un espacio laico

- Nyamko Sabuni declaró cuando era ministra de Integración y de Equidad de Género en el gobierno sueco: El velo es una prenda que regula la relación sexual entre hombre y mujer. Cuando se viste a una niña con velo se convierte en un objeto sexual. Sabuni cree que la edad adecuada para comenzar a usar velo es los 15 años, coincidiendo con la edad del consentimiento sexual, según la ley.  

En la postura contraria están quienes defienden el uso del velo en la escuela. M. J. Gutiérrez del Moral –Anuario de Derecho Eclesiástico del Estado de 2020– no ve ningún problema en que las niñas usen velo islámico. Cree que no hay que intervenir sino dejar libertad de conciencia, libertad religiosa. Al no existir en España una normativa sobre simbología dinámica o vestimenta religiosa y su uso en el espacio público, solo podemos acudir a la libertad religiosa como derecho fundamental y a la jurisprudencia. 

El documento Prácticas religiosas y educación. Escuela vasca e Islam (A. Castro, H. Samadi y A. Barquín, 2018) aboga por no poner obstáculos al uso del velo en la escuela, en línea con la postura del Departamento de Educación del Gobierno Vasco. Dicho departamento envió una circular a los centros escolares haciéndose eco de la propuesta del Informe sobre Gestión Positiva de la Diversidad Religiosa en el País Vasco, que recomienda “no impedir la escolarización a las alumnas que porten pañuelo en la cabeza, y que aquellos centros cuyos proyectos educativos o reglamentos no lo permitan, procedan a su revisión, desde el planteamiento de la educación inclusiva y la atención a la diversidad.” 

No se trata, en absoluto, de dificultar la escolarización de las niñas, sino de impedir que las familias les impongan el velo, ya que está aumentando el número de niñas que acuden al colegio veladas con 6 y 7 años. Este falaz argumento –si la niña no puede llevar hiyab, no asistirá al colegio– ha sido utilizado a modo de chantaje por algunas familias, tras un par de escándalos mediáticos aireados de manera desproporcionada. 

En el documento Prácticas religiosas y educación se reconoce que “en el ámbito escolar se puede producir menor participación en excursiones, viajes de estudios, en la práctica deportiva, en la asistencia a las piscinas y otros espacios socioeducativos.” Partiendo de esta realidad se hacen recomendaciones y propuestas para los colectivos musulmanes.

En mi opinión, no debería ser un asunto de recomendaciones. La administración educativa debe tomar medidas para que no se vulneren los principios educativos de la ley, que las familias deben acatar. Entre ellos, la igualdad de género, un principio irrenunciable. Porque el velo es una discriminación de género hacia las niñas, ya que los niños no llevan indumentaria alguna que les identifique con el Islam. Las familias no pueden impedir que las niñas desarrollen una parte del currículum escolar como la música, la natación o la educación física, ya que iría en detrimento de su formación y su salud integral, del conocimiento de su cuerpo, del placer, del juego, del bienestar. 

La actitud de la administración de no intervenir manifiesta una gran irresponsabilidad al anteponer otros intereses a los derechos de las niñas. En este caso, el pensamiento postmoderno conlleva la dejación de sus deberes y quizá la cobardía frente a las autoridades del Islam. La crítica que hago, como diría Rosa María Rodríguez Magda, “obedece a valores universales e innegociables y en modo alguno a un imperialismo cultural de Occidente. El relativismo que equipara todas las culturas se convierte en coartada para frenar la denuncia de la injusticia o la desigualdad”.

Es evidente que la Iglesia católica saca el mayor provecho de la inclusión del Islam en los colegios. Desde hace décadas un sector de la población viene reivindicando la escuela pública laica. Ha manifestado que la religión es un asunto privado y su enseñanza y práctica deben sacarse de las aulas. La inclusión, por ley, de la enseñanza religiosa islámica en Educación Infantil, Primaria y Secundaria es una jugada maestra: asegura que no pueda cuestionarse la presencia de la religión católica.  

Amelia Valcárcel (2019) nos recuerda que cuando en 1989 se presentó el primer conflicto con el velo en Francia, el imán de la mezquita de París argumentó que el velo era un signo religioso y que, por tanto, era la tolerancia religiosa la que tenía que avalarlo; e inmediatamente salió el cardenal arzobispo de París y ratificó que el imán tenía toda la razón. Las religiones se ponen de acuerdo con bastante facilidad cuando se trata de frenar las libertades de las mujeres. 

En el artículo Las dos orillas del velo traté de explicar el tributo que pagan las mujeres que llevan esta prenda. Tributo del que las niñas pagan el precio más alto. El hiyab y la vestimenta islamista son signos de sumisión de las mujeres, que deben ocultar el cabello y las curvas femeninas para no incitar a los hombres a pecar. Pecados de los que ellas son responsables, porque el peso del honor de la familia, el honor de los hombres recae en el cuerpo, la decencia sexual, la obediencia y el comportamiento recatado de las mujeres, que son sus depositarias. Un mundo de limitaciones que adquieren especial gravedad en la infancia: les impiden relacionarse con personas que no sean de su comunidad, cantar, bailar o cualquier actividad placentera. 

Estas niñas aprenden que en las sociedades de cultura occidental pueden disfrutar de una serie de derechos de las mujeres ya conquistados. La comunidad musulmana, por miedo a que se conviertan en “mujeres occidentalizadas”, estrecha el cerco del control y les impone la sharía o ley islámica.