Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Un viaje a Auschwitz
No hace ni dos semanas que Auschwitz sonaba completamente lejano, como si ese lugar de horror y muerte tan solo existiera en un perfectamente construido decorado de película o si tan solo fuera una descripción minuciosa de una horrible pesadilla que alguien plasmó en un libro.
Tengo la sensación de no haber estado dentro de mí mientras escuchaba los adornados mensajes institucionales que he oído durante el viaje organizado por las Juntas Generales de Bizkaia para plantar un retoño del árbol de Gernika a los campos de concentración y exterminio. Mientras escuchaba esos mensajes proclamados por dirigentes de aquí y de allí, que no hacían más que repetir que debíamos recordar lo que había pasado, que debíamos conocerlo y hacer que todo el mundo lo conociese, con un objetivo: “Que no se olvide para que no se repita en el futuro.”
Es cierto que debemos conocerlo. Debemos conocer cuál fue la dimensión de la masacre, cuáles fueron las condiciones inhumanas que tuvieron que soportar, debemos saber cómo engrasaron esa “fábrica de la muerte”, esa máquina perfecta de matar en la que el 90% de los soldados nazis que participaron no se sentían culpables de asesinar a más de un millón de personas. Es cierto que hay que saber que pasó y no repetirlo. Y la mejor garantía que hay para que esto no vuelva a ocurrir es que Auschwitz sea lugar de peregrinación. Un sitio donde reflexionar sobre el futuro.
Futuro. Una palabra muy usada por nuestros políticos y gobernantes. Es importante que en el futuro no se repita. Lo que no se han dado cuenta aquellos que re-escriben la historia es que el futuro está aquí, y no solo el de los patines volantes que nos describían en “Regreso al futuro”. Hemos estado totalmente ocupados en la globalización, la internacionalización y los mercados internacionales, y el futuro nos ha atropellado de pleno.
¿Qué futuro va a tener un país que habla de paz, pero que no solo apoya y aprueba el comercio de armas y bombas, si no que sanciona a aquellas personas que se oponen a que el envío masivo de bombas a países en guerra como Yemen se avale con dinero público? ¿Qué futuro vamos a tener si aprobamos presupuestos que invierten más en armas y en defensa que en cultura y educación? ¿Qué futuro vamos a tener si estamos siendo cómplices de masacres en el mediterráneo con bolas de goma? ¿Qué esperanza vamos a tener de recordar si pactamos con gobiernos que no invierten un céntimo en rescatar la memoria histórica de nuestras cunetas, rescatando dignidades? ¿Cómo atisbar el futuro que dejan las bombas atómicas? ¿Cómo verán ese mismo futuro desde encima de una valla? ¿Permitirá el gas pimienta mirar con claridad tras el desalojo de los campamentos? ¿Cómo se respirará la arena tras el muro de la vergüenza? ¿Qué les vamos a decir a las futuras generaciones? ¿Qué vamos a decir de todas las Gernikas que hay en el planeta?
Y cada vez que alguien en Castellano, Euskera, Polaco, Alemán, Portugués, Inglés, o fuera cual fuera el idioma repetía aquella frase como un mantra “que no se repita en el futuro”, mi cuerpo era tomado por aquella que Picasso pintó en su cuadro con el niño en brazos, con la boca desencajada rogando al cielo. Mi cuerpo era tomado por ese que quita las piedras de su hogar de encima del cuerpo sin vida de su familiar. Mi estómago se revolvía tomado por aquel que pierde sus compatriotas en el mar. Me sentía zarandeada por las manos llenas de sangre de las concertinas en las fronteras. Me sentía apretar las mandíbulas por las personas Saharauis en el campo de exterminio en las que están, una prisión sin muros ni vallas. Me sentía ahogada por Calais, por Chechenia, por Siria, por Irán, por Colombia, por Hiroshima, …
“Olor a crematorio, sonido de cuervos” es como definen Auschwitz las personas supervivientes de entonces.
Las que no serán supervivientes del campo de exterminio que es este viejo continente, con sus políticas macroeconómicas y su capitalismo globalizador no pueden definirlo si no es con sus miradas vacías, sus voces sordas, sus manos abiertas suplicando perdón.
Lo que es absolutamente imposible es no comparar aquel ataque a Gernika, aquellos campos de concentración y de exterminio con esta Europa del Siglo XXI, cruelmente injusta, desgarradoramente amarga, sangrientamente oscura, estrepitosamente sorda. Gernika… 80 años después…
* Elsa Pamparacuatro es juntera de Podemos en Bizkaia * Elsa Pamparacuatro
No hace ni dos semanas que Auschwitz sonaba completamente lejano, como si ese lugar de horror y muerte tan solo existiera en un perfectamente construido decorado de película o si tan solo fuera una descripción minuciosa de una horrible pesadilla que alguien plasmó en un libro.
Tengo la sensación de no haber estado dentro de mí mientras escuchaba los adornados mensajes institucionales que he oído durante el viaje organizado por las Juntas Generales de Bizkaia para plantar un retoño del árbol de Gernika a los campos de concentración y exterminio. Mientras escuchaba esos mensajes proclamados por dirigentes de aquí y de allí, que no hacían más que repetir que debíamos recordar lo que había pasado, que debíamos conocerlo y hacer que todo el mundo lo conociese, con un objetivo: “Que no se olvide para que no se repita en el futuro.”