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Denuncian la falta de dietistas e incluso de báscula para preparar los menús de los pacientes del hospital psiquiátrico de Álava

El hospital psiquiátrico de Álava, visto desde el aire

Rubén Pereda

Vitoria —

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Los profesionales del hospital psiquiátrico de Álava protestan por la falta de dietistas que supervisen la comida que se sirve a los pacientes, lo que supone “un agujero tremendo en la seguridad del paciente”, ya sea por alergias, intolerancias u otros supuestos. A diferencia de lo que sucede con otros centros de la red sanitaria, en este caso los menús no se someten al control de dietistas profesionales, sino que en la mayor parte de los casos (en hasta un 86%, según los datos que esgrimen) son los operarios de servicio, sin cualificación para ello, los que han de dar el visto bueno a lo que luego se sirve a los internos. Ilustran la problemática diciendo que, mientras en cualquier otro centro de la OSI Araba no hay manzanilla ni vaso de leche que se sirva sin antes haber sido supervisado por un dietista, en el caso del hospital psiquiátrico no disponen siquiera de báscula para cerciorarse de que las cantidades son correctas.

Esteban Guillén, delegado de LAB, trabaja en la cocina del hospital de Santiago, por lo que conoce de primera mano lo que sucede. Además, se da la circunstancia de que las comidas y las cenas que se requieren en el hospital psiquiátrico de Álava, dirigido por Eguzkiñe de Miguel, se preparan también en aquel hospital del centro de Vitoria, por lo que Guillén conoce las diferencias entre una manera de servirlas y otra. Para que la comida les llegue a los pacientes del hospital psiquiátrico, explica, esta se saca de las marmitas de la cocina del hospital de Santiago, donde se cocina; luego se introduce en unas palanganas, que a su vez van protegidas en unos baúles de corchopán, que se cargan en la furgoneta y se hacen llegar a las instalaciones de la calle de Álava.

Las dietas, subraya Guillén, van todas juntas, sin indicaciones individuales. Hay unas tarjetas con las especificidades de cada paciente, pero es en el destino donde unos profesionales habrían de encargarse de supervisar que el emplatado final se hace conforme a lo estipulado para sus necesidades. En los hospitales de Santiago y Txagorritxu, por ejemplo, los operarios de servicio preparan la dieta en la cinta de emplatado, pero son luego los técnicos dietistas, con la titulación correspondiente, los que han de dar el visto bueno, certificando que los carros que suben a la planta están cargados con la dieta personalizada y adecuada a cada paciente. Y estas comprobaciones se dan bandeja por bandeja y con cualquier alimento dispensado, sea “leche, sopa, puré o pescado”, ilustra Guillén.

El caso del hospital psiquiátrico es diferente. Las raciones preparadas en Santiago llegan allá todas mezcladas en un recipiente de varios litros de capacidad, sin distinción. Luego se dan casos, por ejemplo, en los que hay que añadir sal o no dependiendo de las características del paciente, de si sufre de diabetes o no. Ese es el punto, se queja Guillén, en el que debería entrar en escena siempre un dietista profesional. En el hospital psiquiátrico, sin embargo, esta labor de comprobación solo la hacen profesionales con la titulación correspondiente en las comidas de lunes a jueves, según denuncia. En el resto de turnos (las comidas de viernes, sábado y domingo, y el desayuno, merienda y cena de cada uno de los siete días de la semana), se recurre a operarios de servicio, que, en caso de duda, han de contactar por teléfono con el hospital de Santiago para obtener consejo. Estos profesionales no disponen de la cualificación requerida, pues apenas cuentan con el nivel más bajo de titulación. “Es incoherente que se supervisen unas comidas y otras no. ¿Cuál es el criterio? ¿Qué cambia de un lunes en que se supervisa la comida a un viernes, sábado o domingo en que no? ¿Qué diferencia hay entre una comida y una cena? ¿Por qué no se revisa ningún desayuno o merienda, cosa que sí ocurre en el hospital de Santiago? Es un absurdo”, se queja Guillén.

Lo ideal, asevera, sería que el hospital psiquiátrico contase con una cocina propia, como aquella en la que él trabaja en el hospital de Santiago. Pero este remedio se le antoja lejano. Con la vista puesta en soluciones inmediatas a problemas urgentes, sin embargo, urge a Osakidetza a incrementar el número de profesionales para que todos los turnos de comida queden cubiertos: desayuno, comida, merienda y cena de lunes a domingo. Faltan técnicos dietistas, lo que supone que a los operarios de la Red de Salud Mental de Álava se les está “echando sobre las espaldas responsabilidades que no les corresponden”, abunda Guillén. También señala que en el organigrama, sobre el papel, hay una persona encargada que en todo momento ha de estar en la cocina, pero en la realidad no es así.

“Nulo control”

Hay situaciones del día a día, refiere Guillén, que dan cuenta del “nulo control” que se tiene sobre la comida que se sirve a cada usuario. En las tarjetas en las que vienen identificados los menús de los usuarios, ilustra, vienen ya determinados la cantidad y el peso de cada alimento que ha de ponerse en el plato de cada interno. “En la cocina del hospital psiquiátrico, no hay ninguna báscula. Todo se hace a ojímetro”, se queja.

El consejero de Salud, Alberto Martínez, ha esgrimido que no le constan quejas ni de pacientes ni de familiares sobre el sistema implementado desde hace “ya varios años” en el hospital psiquiátrico. Guillén matiza que hay “decenas y decenas” de incidencias registradas por la falta de profesionales capaces de supervisar las dietas. Asegura también que se han recabado ya “centenares” de firmas de operarios de servicio que prevén registrar “en breve” para exigir una mejor cobertura de los servicios.

En una respuesta a una pregunta formulada por la parlamentaria de EH Bildu Rebeka Ubera, el consejero Martínez expone la “sinergia” entre el hospital de Santiago que prepara las comidas y cenas y el hospital psiquiátrico que las recibe como ejemplo de optimización de los recursos existentes. Recalca que hay un dietista que trabaja de lunes a jueves y que el resto de días se mantiene el apoyo telefónico “para solventar cualquier duda que pueda surgir”. Añade que existe igualmente una enfermera supervisora de guardia disponible para consultas. “Conscientes de las particularidades y características de nuestros pacientes, los profesionales vinculados con la alimentación están constantemente evaluando las dietas para adecuarlas a pacientes con estancias prolongadas, dotándolas de una variedad que las aleje de la monotonía”, apostilla.

Guillén destaca que el funcionamiento del hospital psiquiátrico en lo relativo a las dietas es una anomalía dentro de la OSI Araba. “Esta falta de supervisión pone en riesgo a los usuarios, pues la labor de supervisión está recayendo sobre profesionales de una categoría que carece de la titulación necesaria para el desarrollo de las tareas”, añade. Los operarios deberían encargarse de labores siempre supervisadas, prosigue, pero en el día a día no cuentan con encargados de cocina ni técnicos dietistas. “Dicen que se ha hecho siempre así, y es que siempre se ha hecho mal. No estamos pidiendo aumentos de sueldo ni nada parecido. Ahora que asistimos permanentemente a un discurso sobre la importancia de la salud mental, es importante que no se quede solamente en un elemento discursivo, sino que realmente se tome en serio, pero aquí tenemos un ejemplo de que los hechos no acompañan a las palabras”, añade.

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