La diferencia entre sacos y bolsillo

Eva López de Arroyabe y Claudia Venceslao

Procuradoras de EH Bildu Araba —

0

Dicen que la avaricia rompe el saco, pero ¿a qué saco se refiere el refrán? ¿El saco que llenamos con nuestro propio esfuerzo? ¿El que se llena a costa del esfuerzo de otras personas? ¿O el saco de las personas que con sudor ven escaparse el dinero para pagar necesidades básicas? En el caso de las familias que se ven en la situación de llevar a sus familiares a residencias, quizá debamos hablar de sacos, en el caso de las residencias privadas, y de bolsillos, en el caso de las familias. Aunque solo sea una cuestión de tamaño.

Las necesidades sociales son muchas y hoy, hablando de avaricia, hablamos de aquellos centros privados que atienden a personas mayores que, a costa de precarizar las condiciones laborales de sus plantillas, ofrecer cuidados muy mejorables y exprimir económicamente a las familias, llenan y rellenan sus sacos gracias a cláusulas abusivas que podrán ser legales pero, desde luego, no son éticas.

En el caso de las residencias de Araba, disponemos de 625 plazas en residencias públicas, 322 plazas en residencias concertadas y 2.827 plazas en residencias privadas. Es evidente el desequilibrio en favor de las plazas privadas, que podría entenderse como un “no querer mojarse” por parte de las instituciones alavesas. Cuando tu familiar necesita cuidados más intensos y específicos, y se decide ir a una residencia, comienza para la familia un camino en algunos casos tortuoso, donde el bolsillo de la familia se vaciará en mayor o menor medida, dependiendo de donde se atienda a tu familiar.

Después de meses esperando un documento de valoración de dependencia, que abra la puerta al derecho a una plaza residencial pública, la mayoría de las familias acudirán a un centro privado, a la espera de poder acceder a una de esas escasas plazas públicas. Esta es la mecánica: algunos están desmantelando las residencias públicas, así que no tienes más remedio y te plantas en una residencia privada con un “cheque-servicio” bajo el brazo y firmas contratos con una residencia privada con cláusulas que exprimen cada euro de tu bolsillo, pero esperas y sigues esperando a que tu familiar pueda llegar a ver una residencia pública y se acabe la inmensa diferencia existente entre cuidados públicos y privados y con ello, entre otras cosas, ese bolsillo llenado con tanto esfuerzo, no se vacíe del todo.

Hablamos de cláusulas abusivas que vacían los bolsillos de las familias que no tienen más remedio que acudir a residencias privadas, y que ven cómo su esfuerzo y ahorros se van para llenar los sacos de quienes quieren aumentar sus ganancias cuantificando los euros de más que pueden sacar si la persona atendida muere en una quincena o en otra. Sí, has leído bien: en algunos casos, esas cláusulas exigen el pago de la mensualidad completa si tu familiar fallece el 17 del mes, aunque parezca mentira. O te cobran más si hay un deterioro físico o psíquico de tu familiar, o cláusulas que obligan a las familias a pagar las mejoras laborales conseguidas por las profesionales de estas residencias si hubiera un futuro convenio del sector.

Alguien puede pensar que “son cosas del mercado, amigo”, pero cuando este saco se llena y rellena en parte con dinero público vía “cheque-servicio”, cuando los sacos de algunas residencias privadas se llenan con dinero recaudado por el esfuerzo de alaveses y alavesas, aquí es cuando la Institución tiene mucho que decir y, sobre todo, que vigilar. Hay que decirlo claro: con dinero público dado por la Diputación Foral, se están financiando contratos con cláusulas que carecen de toda ética.

Estas cláusulas son una prueba más de la cara más amarga y salvaje de la privatización de los trabajos de cuidados. No es el mercado, no es tener un negocio familiar, es avaricia pura y dura.

Sin pudor, sin rubor y con dinero público se permite que algunos sacos se llenen, mientras los bolsillos se vacían. Sacos que no se rompen y sacos que el modelo privatizador del señor González y el señor Sola rellenan año a año. Sin embargo, lo injusto, lo aberrante, lo que no podemos permitir es que, mientras el saco de las empresas se llena, se sigan rompiendo las arcas públicas que llenamos de los bolsillos de todas las personas. Ese dinero de todas que sirve para pagar derechos tan básicos como ser cuidada y cuidar con dignidad.