No, no soy de Getxo. No, tampoco frecuento Getxo. Pero asumo que haber estudiado en Leioa me da algunos puntos en el carné de la Margen Derecha como para acometer este análisis aun siendo foráneo. Getxo ha estado en el candelero en los últimos días por dos sucesos. Uno: en la noche del sábado al domingo, cinco menores acuchillaron a otro joven, que falleció poco después. Y dos: arrancada la semana se ha conocido que un profesor del colegio Europa está siendo investigado por presuntas agresiones sexuales a niñas de cuatro años. El primer crimen ha motivado grandes discusiones sobre la inseguridad y la migración convenientemente encajados en una campaña a las elecciones europeas. En el segundo crimen, en vez de “migrante” se ha empleado el término “nativo” para definir al docente de inglés denunciado por estos hechos y nadie ha entrado en generalizaciones.
En la mañana del domingo, el ultra Luis Pérez (más conocido como Alvise y que encabeza una candidatura con opciones de lograr un escaño en las europeas) lanzó en su canal de Telegram que los responsables eran cinco menores no acompañados magrebíes y la víctima un joven “español”. Con 450.000 seguidores, el debate estaba servido. A este periódico pronto llegaron acusaciones de estar tapando la verdad. “Eran moros. elDiario.es/Euskadi oculta información. Como siempre”, tuvimos que leer. Y también que “en el parte médico” ponía que “cinco magrebíes apalizaron a un joven español”, los cuales “por cierto, integran una de las nuevas bandas criminales de la zona”. Pues no. No eran marroquíes o africanos los agresores. Y la víctima, cuya españolidad no parece cuestionable, había nacido en el extranjero, por cierto.
Pero, como digo, nada importa. El debate estaba abierto. La sencilla asociación de extranjeros y delincuentes ha ido repitiéndose hasta la saciedad. El punto culminante fue el pleno municipal de este jueves, muy tenso. El portavoz del PP, Eduardo Andrade, vino a decir que no está en contra de la inmigración pero sí de aquellos que no quieren integrarse y que en la calle se aprecian grupos de personas que asaltan a los locales mientras disfrutan del 'pintxo pote' en San Nicolás. Antes, el también getxotarra Carlos Iturgaiz, candidato en las europeas, hizo esa misma asociación en un acto electoral. Un poquito antes, en la campaña de las autonómicas, el PP también planteó que en Euskadi hay quien puede venir a vivir fenomenal de las ayudas sociales y llevarse hasta “1.924 euros sin trabajar”. El hecho parte de un joven de 23 años asesinado pero el eje del debate es un marco totalmente diferente en el cual Getxo es una zona de alto riesgo y presa de la inseguridad ciudadana por la llegada de forasteros.
No ha ocurrido lo mismo en el colegio Europa, un centro concertado y financiado con dinero público pero claramente elitista. Los hechos que se investigan son muy graves. Gravísimos. Pero el marco del debate nunca ha saltado a esas otras derivadas. No hay “bandas”, “migrantes” o “extranjeros”. Tampoco hay pretendidos elementos “culturales” que empujan a cometer delitos. Hay un profesor “nativo” acusado que, ocurra lo que ocurra con su imputación judicial, no pondrá en riesgo el buen nombre del país del que sea -que no se ha concretado-, ni la bondad de la educación trilingüe ni la necesidad de financiar con dinero público centros privadísimos.
La seguridad o inseguridad se mide de dos formas. La primera son los datos oficiales de criminalidad. Y ya sabemos que hay que analizarlos con la perspectiva del tiempo, comparándolos con otras realidades y ámbitos geográficos y, desde luego, sabiendo que reflejan los hechos “conocidos” por la Policía o los tribunales, es decir, que siempre hay una cifra negra oculta. El segundo modo es la percepción de inseguridad. Ahí entran en juego las sensaciones y las emociones. Es lo que hace tan atractivo este debate en las campañas electorales o que exista algo que se llama “populismo punitivo” y que implica tomar medidas a golpe de suceso. En Bizkaia algunos lo han solido llamar “guerra al navajero”, por ejemplo.
El PNV de Imanol Pradales llegó a coquetear con estos mensajes en la reciente campaña vasca. Algunos ejemplos. Uno: “La seguridad es algo innegociable [...]. Poder caminar tranquilos por la calle es algo innegociable”. Dos: “Me preocupa lo que le he escuchado a EH Bildu sobre desarmar a la Ertzaintza. ¿A quien roba o delinque le vamos a llevar un café con leche y pastas”. Tres: “Tolerancia cero hacia el delincuente”. Y cuatro: “Ya está bien de que los jóvenes cuando volvemos a casa por la noche tengamos miedo de cruzarnos con alguien y nos roben el móvil. Ya está bien de que haya en este país padres y madres que no pueden pegar ojo cuando sus hijos e hijas salen de fiesta. Ya está bien de que haya gente mayor que tenga miedo de bajar a la calle y que le peguen el tirón en el bolso”.
Volvamos a Getxo. Repasemos la estadística de criminalidad de los municipios de más de 50.000 habitantes en Euskadi de enero a marzo de 2024. Sin contar el cibercrimen, la localidad de la Margen Derecha presenta 7,77 infracciones penales por cada 1.000 habitantes. Asumiendo que hay una cifra negra, es el dato más bajo de las ciudades vascas, que son Bilbao, Vitoria, Donostia, Barakaldo e Irún también. Otro dato: la delincuencia ha caído con relación a 2023. Los casos de robos, hurtos o similares, por ejemplo, han sido en el primer trimestre de este año un 24% inferiores a los de 2023 en Getxo. Se han duplicado los robos con fuerza, de diez a veinte.
Es incuestionable también que la percepción de inseguridad está disparada. Vecinos de Getxo señalan zonas y hechos concretos que perciben como un problema. De nuevo, el salto a asociarlo con la migración parece un automatismo. Y demandan algo diferente a la alcaldesa del PNV, Amaia Agirre, en lo tocante a la Policía local. La Ertzaintza también tiene una comisaría allí y su base central no queda lejos. De nuevo más datos. El Eustat, en 2023, indicaba que la población extranjera en Getxo era del 7,3% en Algorta (1,7% de la UE y 5,6% extracomunitarios), del 8,8% en Las Arenas (0,9% y 7,9%) y del 5,3% en Santa María (1,4% y 3,9%). En Euskadi la media es del 12,65% y en Bizkaia del 12,07%.