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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Hallan en Valladolid a Salvador Lapuente, el guardiacivil republicano de Alonsotegi fusilado en 1938

Se llamaba Salvador Lapuente Arbeo y cuando estalló la Guerra Civil contaba apenas 22 años. Era agente de la Guardia Civil de la Comandancia de Bizkaia y estuvo destinado, entre otros, en el cuartel de Alonsotegi, una localidad entonces dentro del término municipal de Barakaldo y ahora independiente. Tenía relación también con el puesto de Zorroza, no lejos de allí pero dentro del municipio de Bilbao. Sus ideas eran firmemente republicanas y, como otros agentes gubernamentales de la provincia, se opuso al golpe de Estado de Francisco Franco en el verano de 1936. En agosto ya estaba en el frente, en Usurbil. Tras caer herido en la zona de Larrabetzua, que formaba parte de la defensa conocida como Cinturón de Hierro, fue apresado por los sublevados el 13 de junio de 1937, primer día de la batalla de Bilbao, que caería seis días después a manos de las tropas franquistas, auxiliadas por los nazis alemanes y los italianos fascistas. Trasladado a Valladolid porque las tropas conquistadoras eran las de la VII Región Militar, fue sometido a un consejo de guerra en el que otros compañeros le delataron como “rojo”. El tribunal lo condenó a muerte y fue fusilado el 9 de mayo de 1938. Ahora, 84 años después, sus restos han sido localizados en el cementerio vallisoletano de El Carmen.

Su historia la ha hecho pública Julio del Olmo, que es el presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Valladolid y coordina desde hace años las labores de exhumación de víctimas de la represión franquista en el camposanto de la capital castellana. Han sido cientos los cuerpos identificados en los años que lleva de trabajo -“250”, estima- y, por su análisis documental previo, esperaba ya encontrarse con Salvador. Son las fosas “cinco, seis y siete” en las que están actuando ahora mismo, detalla. Se trata de tres lugares de enterramiento en un espacio de “19 metros de largo por 2,40 metros de ancho”. Ahí fueron depositados cadáveres de personas fusiladas tras juicios sumarísimos en un orden muy concreto. “Sabíamos que podía aparecer un guardiacivil”, indica Del Olmo por teléfono desde las propias tareas de exhumación.

Para la identificación preliminar ha sido determinante que hayan aparecido elementos de su uniforme en perfecto estado. “Es el uniforme de la Guardia Civil de la República. Lleva toda la botonadura de su guerrera, las insignias y los botones de la bocamanga perfectamente conservados”, describe Del Olmo, que destaca el detalle de que en el escudo del cuerpo no hay corona alguna, aunque matiza que en uniformes más modernos se cambió la de la casa de Borbón por otra “de castillo y republicana” que se usó en monedas y otros símbolos.

La historia del agente Lapuente está incompleta, ya que las mejores pruebas documentales son las resoluciones judiciales de parte en su contra. Lo único oficial e indubitado es un boletín de 1934 que explicaba que estaba soltero y que tenía el grado de cabo. Uno de los testigos del consejo de guerra, el guardia Saturnino Córdoba Nájera, explicó que coincidieron un año en el puesto de Alonsotegi, ya desaparecido. Este agente, que en 1937 estaba ya destinado en Olmedo, lo calificó de “irreligioso” y de “enemigo de las ideas de orden”. Cuando se produjo el golpe de Estado -explicó ante el tribunal- se fue “voluntario al frente”. Le vio pasar por la casa-cuartel baracaldesa “con divisas de sargento de milicias”, “ostentando los emblemas comunistas”. Un auto del 9 de diciembre de 1937 explica que fue apresado en la retirada de los batallones gubernamentales ante el avance de los sublevados. Había quedado herido y se había refugiado en unos caseríos en la zona de Larrabetzu. En la sentencia, consta que el joven guardia fue condenado a “pena de muerte” por haberse “distinguido” por sus ideas “izquierdistas, más bien comunistas” y por haberse sumado “desde el primer momento” a los “rebeldes”, esto es, por haberse mantenido leal a la II República. Se le acusa incluso de hacer listados para “dar muerte a personas de orden del pueblo de Zorroza” aunque se admite que no hay pruebas de que se llevaran a efecto tales hechos.

“Como la mayoría de la Guardia Civil, se mantuvo fiel al orden establecido. Luchó defendiendo la legalidad. Los documentos de estos juicios hay que cogerlos con pinzas”, explica Del Olmo sobre la documentación judicial en relación a la figura de Lapuente. ¿Y por qué se le permitió meses después de su detención y en una de las ciudades más profranquistas como Valladolid no solamente vestir el uniforme sino, incluso, uno con símbolos republicanos? “Aunque fuera 'traidor' y 'rebelde' para ellos, los militares tienen sus códigos. El uniformes es algo serio. Ser fusilado con el uniforme es un derecho que tienen los militares, algo común”, indica Del Olmo, aunque pide “cautela” ante la información porque siempre “hay cosas que se pueden escapar” después de tantos años.

Lapuente no fue ni mucho menos el único agente de la Guardia Civil leal a la democracia en 1936. El caso más señero es el de un alavés llamado Juan Ibarrola, de alta graduación y que encabezó una de las dos columnas del Ejército de Euzkadi -erróneamente simplificado como un cuerpo exclusivo de 'gudaris' o combatientes nacionalistas- en la que fue su única y fallida ofensiva contra el bando franquista, la conocida como batalla de Villarreal. Al mando de la segunda columna estuvo el teniente coronel del Cuerpo de Carabineros de la República, Juan Cueto, también alavés y nacido en la propia Legutio (denominación actual de Villarreal de Álava), a la luz de las investigaciones de Josu Aguirregabiria. Según Michael Alpert, Ibarrola siguió combatiendo con las fuerzas gubernamentales tras la caída de todo el territorio vasco y acabó en un campo de concentración. Fue condenado a muerte aunque le conmutaron la pena. Murió en su Llodio natal en 1976, pocos meses después de fallecido Franco.

Y -explica Del Olmo- los restos de Lapuente no serán los únicos de origen vasco en Valladolid. Según sus datos, en las próximas exhumaciones deberían aparecer los del teniente Ángel Egaña Mendibil, un 'gudari'. En su caso, fue asesinado un mes después de que el guardiacivil, a principios de junio de 1938. El fusilamiento estuvo basado en una condena por haber matado a bastonazos a un capitán de los requetés carlistas, aliados de Francisco Franco en la contienda. Egaña nació en 1914 en Arrankudiaga y, tras la caída de Bilbao, se desplazó también a Santoña. Allí fue detenido y enviado a Valladolid. A principios de 2020, ya fue homenajeado con otras 2.650 personas represaliadas en la Guerra Civil en El Carmen y en el acto participó una delegación de su pueblo natal.

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