Janire Miranda: “La pobreza menstrual también son los estereotipos y la desinformación que hay sobre la regla”
Janire Miranda lanza una pregunta al aire que ninguna de las mujeres participantes en la comunidad de aprendizaje sobre pobreza menstrual de BBK Kuna fue capaz de responder con exactitud. “¿Cuántos orificios tenemos en la vulva?”. Un silencio se adueñó de la sala ubicada en el centro de Bilbao en la que un grupo de 17 mujeres despejaba, mientras dibujaban sus propias vulvas, las incógnitas relacionadas con sus órganos sexuales y la menstruación que Miranda iba preguntando. “Son seis: el meato urinario, dos salidas de la glándula parauretral, una salida de la vagina y otras dos de las glándulas lubricantes”. Ninguna de las presentes supo acertar la respuesta.
Miranda es matrona y sexóloga en el Servicio Vasco de Salud (Osakidetza) y es una de las integrantes de la primera comunidad de aprendizaje creada por BBK Kuna. Durante sesiones semanales hasta mediados de abril, mujeres de distintos perfiles hablarán sobre todo lo relacionado con la pobreza menstrual. “En principio parece que la pobreza menstrual se centra en la economía y se refiere a aquellas personas que tienen que escoger entre comer o comprar productos de higiene íntima. Sin embargo, va mucho más allá. A nivel ecológico, implica la cantidad de residuos que se generan, a nivel económico, por los impuestos que tienen y a nivel de desconocimiento porque hay muchas mujeres que no tienen la información suficiente. También implican pobreza menstrual los estereotipos negativos relacionados con la regla, porque la relación de las mujeres con sus órganos sexuales es muy negativa desde que son pequeñas. ¿Cómo vamos a reamistarnos con ese órgano, si todo lo que hay a su alrededor es desconocimiento, tabú y esa intención de apartarnos de nuestros genitales?”, se pregunta la matrona y sexóloga.
Una de las cuestiones que se ha tratado en la comunidad de aprendizaje es la falta de información que tienen las mujeres sobre todo lo relacionado con sus órganos sexuales y la menstruación. ¿De qué manera ve eso en su consulta ginecológica?
Lo veo cada día. Por ejemplo, está tan asumido que el ciclo menstrual dura 28 días, que vienen mujeres a la consulta que me dicen que sus reglas son irregulares porque hayan durado 30 días, cuando por reglas irregulares entendemos las de aquellas mujeres a las que no les baja la regla en tres meses o que tienen cuatro reglas al año. Lo cierto, y que mucha gente desconoce, es que solo el 12,4% de las mujeres tiene un ciclo de 28 días. Lo que pasa es que cuando se sale de esos 28 días, automáticamente se piensa que algo va mal, y eso es porque hay muy poco conocimiento sobre la regla y sobre los genitales. Otra de las cosas que me asombran son las mujeres que me piden perdón por tener vello púbico. Entiendo que haya a quien le guste tenerlo o prefiera quitárselo, pero no comprendo que se siga relacionando con la higiene. Bajo ningún concepto una mujer va a ser más sucia por tener más vello en los genitales.
¿A qué considera que se debe esa falta de información?
Hay mucha intención de separarnos a las mujeres de nuestros genitales. Desde muy pequeñas nos dicen que son algo sucio y que no se toca. A las mujeres nos molesta que nuestros genitales huelan y la realidad es que los genitales huelen, del mismo modo que huelen los pies o las axilas. Sin embargo, si a los hombres les huelen los genitales no pasa nada, incluso se puede relacionar con la masculinidad, pero en nosotras es algo totalmente indeseable. Se nos aleja de nuestros genitales, del placer y del conocimiento sobre ello y es por el patriarcado.
A lo largo de la historia el placer sexual femenino ha sido considerado como algo secundario. ¿Sigue siendo así?
Sigue siendo así. Hay algo que me fastidia mucho y es que hay mensajes que pueden llegar a venir desde ciertos sectores progresistas e incluso desde el feminismo que dicen que el orgasmo no es lo importante o que en las relaciones sexuales hay cosas más importantes como la comunicación, la vinculación o la risa. Cuando este tipo de mensajes llegan desde colectivos con los que nos identificamos y a los que sentimos cercanos ideológicamente, podemos caer en el error de normativizar el no llegar al orgasmo y alejarnos más de él. Esto puede ocultar lo que realmente ocurre, que es que la falta de orgasmos en mujeres que es un problema estructural y social. Este tema lo trata muy bien la investigadora Paola Damonti en su tesis 'La brecha orgásmica'.
¿Considera que las mujeres jóvenes se están liberando de esos tabúes?
Muchas sí. Las niñas tienen una socialización muy cruel. Se les imponen muchos mandatos contradictorios, con lo que se les hace más difícil encajar en una perfección de mujer. Hay un único modelo de mujer establecido que se basa en ser la amiga perfecta, la madre ideal y la que aspira al amor romántico. Esa mujer modelo cuenta con unas amigas concretas, pero el resto de mujeres son su competencia erótica, social y de belleza, porque suponen una barrera para encontrar un hombre y el valor de esa mujer depende de un hombre. Por suerte, poco a poco las mujeres, a medida que van creciendo, se van liberando de esas premisas y se aflojan las cadenas que les intentan imponer. En el plano sexual, lo que ocurre es que no existe un modelo femenino de sexualidad y las mujeres con mucha vida sexual terminan imitando el modelo masculino y siguiendo el patrón de acostarse con muchos sin que pase nada. Y no pasa nada, pero al no tener ese modelo integrado, lo que ocurre es que no estamos satisfechas porque no llegamos al orgasmo o porque nos damos cuenta de que buscamos otra cosa porque no nos tratan bien o nos sentimos utilizadas. Si esa sexualidad no te está dando los beneficios que debería darte, si no estás contenta con lo que estás haciendo, debes replantearte qué tipo de sexualidad quieres tener.
Hay mucha intención de separarnos a las mujeres de nuestros genitales
Otra de las cuestiones de las que me he dado cuenta es que tenemos un único modelo de sexualidad en el que seguimos unos patrones como el de que tiene que haber sexo oral, generalmente siempre de la mujer al hombre y del hombre a la mujer no tanto, o que tiene que haber orgasmo masculino, pero el de la mujer no es tan importante. Por eso vienen mujeres a la consulta confesando que no le gusta el sexo oral o que lo pasa mal cuando el chico eyacula. Tenemos un modelo de sexualidad que no atiende a los deseos personales de las mujeres. Además, las mujeres parece que tenemos que tener el permiso del amor para poder acceder al placer y eso es un gran problema porque en vez de atender a nuestros propios deseos, atendemos a los que la sociedad establece. Esto generalmente ocurre a las mujeres porque en los hombres no genera tanto problema. En cuanto a las personas homosexuales, al no haber un patrón establecido en la sociedad, también ocurre menos porque eso les permite más explorar su sexualidad y la forma de llevarla a cabo.
¿Ese patrón del que habla a la hora, sobre todo, de mantener relaciones heterosexuales, viene a raíz del porno?
Por su puesto. Hay distintos tipos de porno, pero desde luego que el porno hace mucho daño. El porno educa mucho y es un sitio muy malo para coger referentes teniendo en cuenta el papel que tiene la mujer en algunas películas que, por ejemplo, hablan del mito de la vagina orgásmica, que aunque sea cierto que hay mujeres que tienen orgasmos con la vagina, no es lo común. El porno se basa muchas veces en la penetración y hace que las mujeres aspiren a tener orgasmos mediante ella, cuando es la forma en la que se siente menos placer. Por eso el porno tiene mucho que ver en todo esto.
¿De qué manera los juguetes sexuales han revolucionado el placer femenino?
Por lo menos nos han dado un “permiso” para poder tocarnos. Nos han dado cierta autonomía. Tú puedes querer un juguete o no, pero es cierto que para muchas mujeres el juguete ha sido una forma de acceder a sus genitales porque de otra forma no lo hacían y, si bien es cierto que con un juguete tampoco se están tocando, porque es algo externo, les permite mejorar el placer. Lo único malo que veo es que las marcas sean así y que parezca que tiene que venir el Satisfyer a hacernos ver a las mujeres que nuestros clítoris existen.
Las enfermedades de transmisión sexual van en aumento, sobre todo entre población joven, y su diagnóstico muchas veces es tardío. ¿Sigue habiendo cierto desconocimiento sobre ellas?
No solamente hay desconocimiento, sino que además creo que hay banalización. Me he llegado a encontrar en los colegios a niños que preguntaban hasta qué punto el VIH era una enfermedad, porque pensaban que no era para tanto. Incluso hay series, como Élite (Netflix), que tiene una escena en la que una chica que es seropositivo le dice a un chico con el que va a mantener relaciones sexuales que como tiene una carga viral baja, pueden hacerlo sin condón. Hoy mismo he hablado con mis compañeras matronas de que han detectado cierto aumento en las ITS, yo no tengo los datos oficiales, pero sí que he notado mucha gonorrea y clamidia, y me ha sorprendido.
En la comunidad de aprendizaje también se habló de los anticonceptivos. Para algunas de las asistentes, el hecho de haberlos tomado ha aliviado dolores, para otras resultaron ser negativos. ¿Qué opinión tiene usted al respecto?
Hoy en día, como método anticonceptivo, el hormonal va muy bien, pero para muchos problemas ginecológicos lo único que tenemos a mano son los anticonceptivos, los analgésicos para paliar esos dolores, o algún medicamento para parar el sangrado, en el caso de mujeres cuyo problema sea el sangrado abundante. La cuestión es que no es gratis. Es decir, en tu cuerpo, todo lo que te tomes puede llegar a tener un efecto colateral o secundario. Eso sí, hay muchos anticonceptivos, al igual que hay diferentes tipos de mujeres y a cada una le puede funcionar una cosa distinta. Para los dolores, como alternativa a los anticonceptivos, hay mujeres que están probando con cambiar la alimentación, hacer yoga o ejercitar el suelo pélvico.
¿Cómo vamos a reamistarnos con nuestros órganos sexuales, si todo lo que hay a su alrededor es desconocimiento, tabú y esa intención de apartarnos de nuestros genitales?
Hace unos meses este periódico publicó un reportaje sobre la barrera de látex (método anticonceptivo para usar entre mujeres), en el que se mostraba que ese método era totalmente desconocido para muchos profesionales de la salud. ¿Por qué cree que es tan desconocido?
Porque el lesbianismo está totalmente invisibilizado. A lo largo de la historia, cuando por la calle se veía a dos chicas juntas dadas de la mano, siempre se pensaba que eran amigas o hermanas, la última explicación posible era que fueran pareja. Ese desconocimiento y esa invisibilización hace que la sociedad dé por sentado que no existen mujeres que tienen relaciones sexuales con otras mujeres y, por consiguiente, que no se visibilicen los métodos para evitar enfermedades o infecciones de transmisión sexual entre ellas. Parece que las relaciones sexuales tienen que ser entre hombre y mujer y, en ellas, tiene que haber sí o sí penetración, por eso es común que no se sepa absolutamente nada de los métodos de protección que pueden utilizar mujeres para tener relaciones sexuales con otras mujeres.
En la comunidad de aprendizaje, también participan hombres. ¿Qué papel juegan en todo lo relacionado con la menstruación?
Juegan un papel fundamental, porque aunque no tengan la menstruación, muchos de ellos la viven porque conviven con nosotras. La regla no es algo totalmente ajeno a ellos porque pasa a la mitad de la población todos los meses. Pueden cerrar los ojos a esto y puedo entender que piensen que no va con ellos, pero no es así.
¿Qué abarca la pobreza menstrual?
En principio parece que la pobreza menstrual se centra en la economía y se refiere a aquellas personas que tienen que escoger entre comer o comprar productos de higiene íntima. Sin embargo, va mucho más allá. A nivel ecológico, implica la cantidad de residuos que se generan, a nivel económico, por los impuestos que tienen y a nivel de desconocimiento porque hay muchas mujeres que no tienen la información suficiente. También implican pobreza menstrual los estereotipos negativos relacionados con la regla, porque la relación de las mujeres con sus órganos sexuales es muy negativa desde que son pequeñas. ¿Cómo vamos a reamistarnos con ese órgano, si todo lo que hay a su alrededor es desconocimiento, tabú y esa intención de apartarnos de nuestros genitales?
¿Y cómo considera que pueden las mujeres “reamistarse” con sus órganos sexuales?
Con mucho esfuerzo. Detrás de esos prejuicios y estereotipos se pueden esconder contextos religiosos, falta de información por parte de la familia o falta de educación sexo-afectiva en los colegios, por eso se trata de un trabajo personal. Poder sentirse capaz de hablar de estas cosas, querer conocerte e informarte sobre la salud es muy importante. Nuestros órganos sexuales son una parte de nuestro cuerpo que no nos gustan porque no nos han dejado que nos gusten y, por eso, es tan importante hacer el trabajo que sea necesario para lograr lo contrario.
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