El pasado noviembre en Durango tuvo lugar el V Encuentro Feminista de Euskal Herria, en el que participaron 3.000 mujeres y 140 colectivos. Una de las mesas más significativas fue la compuesta por las feministas racializadas, que denunciaron el feminismo blanco hegemónico en el que “no es lo mismo alianzas que nos instrumentalizan que tender puentes entre nosotras”. En esa mesa decolonial se encontraba Jimena Bandeira (Vitoria, 1992), miembro del colectivo Alianza de Mujeres Atravesadas por el Racismo (AMAR), quien destaca “la importancia de una mesa decolonial que removiese tantas conciencias y estómagos”.
Bandeira nació en Vitoria y convive con el racismo. En su día a día ha llegado a vivir episodios como el hecho de que se dude de su inteligencia, se hipersexualice su cuerpo o que se le menosprecie. Una discriminación que vive por partida doble, al ser mujer y negra. Para acabar con esta doble lacra social, Bandeira recomienda conocer y reconocer los privilegios de cada uno con respecto a los de los demás, y trabajar desde ahí siempre dándole voz al sujeto discriminado.
¿En qué momento de su vida se dio cuenta de que la lucha feminista era necesaria?
Si te soy sincera, ya me venía quejando desde el instituto. No sabía de la lucha feminista como concepto, pero ya veía que era necesario reclamar espacios. En el instituto ya empezaba a enfrentarme a profesores de gimnasia cuando veía que nos exigían diferente.
¿Cómo comenzó a formar parte del colectivo AMAR?
AMAR nació a raíz de la agresión racista en un autobús en Vitoria a una mujer negra. Cuando ocurrió me acuerdo de que yo tenía mucha rabia dentro y nos pusimos unas cuantas en contacto porque queríamos salir a la calle a quejarnos. Fue un momento muy duro en Vitoria porque todo el mundo se creía con el derecho a hablar de racismo. Nos juntamos con las chicas del proyecto feminista Talka y empezamos a ver cosas en común. Eramos mujeres migradas, racializadas y aquellas autóctonas que siendo blancas tenían una sensibilidad especial para ver lo que nos atravesaba a las demás. Fue en ese momento cuando comencé a sentirme cómoda hablando de feminismo.
¿Considera que la lucha antirracista se tiene en cuenta en España?
No. Si lo comparamos con la lucha feminista, por ejemplo, en absoluto.
¿Y, por qué cree que es así?
Creo que es porque reconocemos un problema cuando es visual. Nosotras ahora tenemos muy consciente quién es el agresor en el caso de las violencias machistas, pero ya no es tan habitual que uno vaya por la calle diciendo “putos negros”. Es verdad que el discurso racista está cada vez más normalizado, pero no es tan visual. Además, las personas que lo sufrimos no tenemos la misma importancia en este país. Si hubiese una situación que afectase a los hombres blancos, eso sería un cristo, se hubiese montado algo mucho más grande, lo que pasa es que nosotras en la escala social estamos mucho más por debajo.
¿Las mujeres racializadas sufren una doble discriminación? ¿Por el hecho de ser mujeres y de ser migrantes?
Totalmente. Cuando una persona nace se enfrenta a diferentes obstáculos. Nacer con diversidad funcional, nacer mujer, racializada, migrante...todo eso te va sumando obstáculos. Si al presentar un currículum yo ya tengo dificultades para acceder al puesto por ser mujer, si le sumas que soy negra, olvídate. En mi currículum muy a mi pesar pongo intencionadamente “nacida en Vitoria”.
¿Por qué?
Por la concepción de la persona que pueda leer mi currículum. Puede pensar primero que soy negra, pero al leer mi nombre al menos ve que es castellano, entonces igual ya no supone tanto problema. El ver que se trata de alguien nacido aquí ya puede parecer que está más integrado. Nacer aquí ya es un plus, es ser “uno de los nuestros”. Yo, que ya llevo mis gafas de racismo, doy por hecho que eso es un plus.
¿Qué tipo de discriminación “cotidiana” puede llegar a sufrir una mujer migrante en su día a día?
En mi opinión yo soy una afortunada, aunque claro que he vivido los mal llamados microracismos, por decirte una palabra. Se ha subestimado mi inteligencia, he ido al ambulatorio y han llegado a poner en duda que yo sepa escribir mi nombre o incluso hay que alguien me dice “qué bien hablas español”. La hipersexualización también, la atracción por el hecho de ser negra, el tema del pelo, tocarlo, siempre tener que decir algo, no poderme cambiar el peinado sin que alguien lo critique, si me pongo turbante que la gente me mire y se pregunte si lo llevo por religión o porque sí. El tema de la vestimenta, como yo no llamo mucho la atención, también influye.
¿En qué influye?
Por mi forma de vestir me han llegado a decir “tú tienes todo el rollo”, como si fuera de las negras guays, algo sumamente estúpido. O comentarios como “pareces de Estados Unidos”, con una xenofobia latente en la que incluso entra en juego la discriminación de clase porque ¿es guay ser una negra de Estados Unidos, pero no una de África? Eso también lo he vivido.
¿Cuando le dicen algo así, cómo reacciona?
Depende de quién lo diga y cómo. Las últimas agresiones que he sufrido trabajando fueron por parte de un chico que me dijo una especie de piropo y no me pareció bien. Lo que me dijo fue racista y machista y cuando se lo mostré me respondió diciendo “es que en este país solemos decir esas cosas”, dando por hecho que si yo no me tomaba bien el piropo era porque era de fuera. Estando con mis amigas, también vino un señor a decir una tontería y le recriminamos, yo incluso en menos medida, y él se volvió hacia mí diciendo que si venía de fuera y no se qué. Empezó a atacarme solo a mí cuando yo no había sido la que más le había dicho. Ahí se suma todo, el ser mujer con el ser negra.
¿Considera que una sociedad puede deshacerse del racismo que tiene impregnado en la cultura?
Eso es algo estructural. El racismo es institucional y si desde las instituciones no se quiere cambiar es imposible. A nivel educativo, las leyes de extranjería que son una vergüenza... Si no empezamos de base, no vamos a poder cambiarlo. No hay referentes, el peligro de la historia única. Lo que estudiamos en los libros nos hace creer que la historia comienza a partir de quienes nos la cuentan y si quienes nos la cuentan son personas que han ido a colonizar otros países, adquirimos un concepto y una imagen de esos países totalmente errónea y peyorativa. Es muy difícil acabar con la discriminación al diferente si no acabamos con la estructura de todo esto.
¿Se está haciendo lo suficiente por parte de las instituciones para acabar con el racismo y el machismo?
Me atrevería a decir que no, pero no soy experta para decirte cuáles son las herramientas. En mi opinión, lo primero que hay que hacer es dar voz al sujeto. Si no se cuenta con las personas que sufren el racismo para cambiar las cosas, es imposible. Al final, quienes están haciendo las leyes son personas blancas que no han sufrido racismo jamás y tampoco están poniendo en las instituciones a personas racializadas que lo hagan. Sé que hay iniciativas del Gobierno vasco y el Parlamento vasco, pero no sé hasta qué punto es económico o que haya una verdadera intención para poner fin al racismo detrás. ¿Que se están haciendo cosas? Pues sí, pero no las suficientes, porque no las están enfocando desde donde debería de ser.
¿Por qué?
Porque hay que contar con el sujeto para todo. No se pueden crear leyes para los migrantes sin conocer cómo sufre la población migrante su situación. Estamos acostumbrados a hablar por los demás, y no.
En el nuevo Gobierno, en la dirección de Igualdad de Trato y Diversidad étnico-racial designaron en un primer momento Alba González Sanz, que dimitió para ser sustituida por Rita Bosaho, la primera diputada negra en el Congreso. ¿Qué opina de esto? en la dirección de Igualdad de Trato y Diversidad étnico-racial designaron en un primer momento Alba González Sanz
Por un lado creo que en un primer momento ese departamento contemplaba más cosas y luego se le puso el nombre de étnico-racial, contemplaba muchas más cosas, pero al cambiarle en nombre se enfocaba más en el concepto de la racialidad. Si ese departamento tiene un peso importante en el tema de la diversidad étnico-racial, creo que es más que coherente que quien lo dirija sea una persona racializada. ¿Sabes qué pasa? Que los departamentos de igualdad, menos en algún caso excepcional lo llevan mujeres y a nadie se le ocurriría poner a un hombre. Y si pusieran a algún hombre sería muy criticado. ¿Qué pasa? Que en estos casos se pone a una persona blanca y nadie pone el grito en el cielo. Ahí se ve la visibilidad del feminismo y del racismo.
Este 8M se van a reforzar las reivindicaciones antirracistas. ¿Cómo ve esto?
A mí me parece muy bien. El año pasado, aquí en Vitoria fue la primera vez que se hizo un bloque antirracista en la manifestación del 8M. Me parece necesario que esté ese bloque, al igual que me parece necesario que haya mujeres pensionistas o el movimiento de las lesbianas. No hay que limitarse al feminismo hegemónico en el que la mujer blanca de case media cis hetero es la única persona que sufre machismo.
¿Qué considera que pueden hacer las personas en su día a día para acabar con el machismo racista?
El primer trabajo es el de decostrucción, mirar mucho, estar atentos. Dar importancia al lenguaje, que tiene una importancia abismal y la gente no se la da y preguntar al sujeto, principalmente. El entrar en un bazar y no decir “estoy en el chino” porque igual a esa persona le molesta. No hay que dar por hecho que como a ti no te molesta ya no le va a molestar al resto. Si a tu compañero al llamarle negrito o negro se ríe -que igual ni le hace gracia pero te ríe las gracias- no quiere decir que a mí me puedas llamar negra, porque yo no soy tu negra, no tenemos confianza ni me conoces. Para poder hacer algo, lo que hay que hacer es mirarse los privilegios de cada uno. No podemos acabar con un sistema racista y patriarcal si mantenemos nuestros privilegios. Yo tengo privilegios con respecto a las personas migradas.