Medio siglo del choque de dos camiones en Vitoria y la explosión que acabó con la vida de una decena de personas
La deflagración, que afectó a cuatrocientas viviendas y dejó algunas reducidas a “un montón de tierra”, llegó a incendiar árboles del cementerio de Santa Isabel y propagó una niebla por las inmediaciones
Hace ahora justamente cincuenta años, el 26 de julio de 1974, Vitoria amaneció sumida en el caos. De madrugada, en torno a las 3:45, dos camiones cisterna que circulaban por una N-I que por entonces no era sino una arteria más de la ciudad colisionaron y el gas butano (o propano, dependiendo de la versión) que transportaban dio pie a una gran explosión. Fueron más de una decena las personas que fallecieron como consecuencia de la explosión, incluidas dos niñas de 6 y 11 años.
Los dos camiones cisterna, ambos propiedad de la empresa Cisternas Reunidas, S.A., llegaban de la refinería de Petronor en Bizkaia. Aunque en un principio se amontaron diversas y contradictorias versiones, los dos vehículos chocaron en un semáforo situado en el punto en el que se la antigua circunvalación de la carretera N-1 se cruzaba con el portal de Arriaga. El reloj marcaba aproximadamente las 3:45 de la madrugada del viernes, 26 de julio de 1974. Según relataron testigos de primera mano, una capa de gas de unos 40 centímetros se propagó instantes antes de la explosión, a la que siguió una neblina que se desplegó por todas las inmediaciones. El conductor del segundo camión, con matrícula de Madrid M-851208, quedó calcinado por la explosión y en un primer momento no fue posible siquiera identificar sus restos. El otro transportista, que resultó ileso, tuvo la pericia de avanzar un poco más con su camión para evitar que explotase otra de las cisternas.
“Un espectáculo dantesco”, leía el titular de 'Norte Exprés', cuyos ejemplares salían a la venta por la tarde de aquel viernes con un parte de dos muertos y treinta heridos. Las bajas fueron creciendo según pasaban los días y el número de fallecidos acabó por sobrepasar la decena. El temor a nuevas explosiones derivadas de la fuga se propagó con igual rapidez por la ciudad. Se acordonó toda la zona, en un perímetro que tocaba el portal de Gamarra, la prolongación de Domingo Beltrán, el aún por entonces pueblo de Arriaga, los campos de fútbol de la Vitoriana y el cementerio de Santa Isabel. Varios árboles del camposanto ardieron a raíz de la explosión.
Con motivo del quincuagésimo aniversario de la tragedia, el proyecto Pompa945 ha estrenado un documental sobre los hechos, titulado 'Las huellas de la niebla' y elaborado desde la red comunitaria de El Pilar. “Cuando vimos la explosión, me levanté, me asomé a la ventana y vi cómo subían las llamas y el humo”, recuerda un vecino de la zona. “Bajé a ver qué pasaba y me encontré en la calle a gente que iba descalza corriendo, en pijama, en pantalón corto, en calzoncillos e incluso alguno se llevaba la mascota de casa por si acaso”, abunda. Las huellas de los pies descalzos de la gente se marcaban sobre la acera, recuerda otro.
Una vivienda reducida a “un montón de tierra”
'Norte Exprés', periódico vespertino incluía en su reportaje, firmado por Ulpiano Duque, una fotografía tomada por Antonio Guallar de un edificio que, aun estando sito a más de cuatrocientos metros del punto cero de la explosión, presentaba desperfectos derivados de la onda expansiva. Los cimientos se habían visto afectados. Una vivienda construida en adobe y que se conocía como la del 'Sanjuanero', quedó reducida a “un montón de tierra”. “Con las llamas que se levantaron, parecía que iba a arder toda Vitoria”, asegura un vecino que fue testigo de los hechos. El fuego —eran “bolas de fuego”, según quienes lo presenciaron— llegó a levantarse por encima de edificios de cuatro y cinco plantas.
El padre de la familia que allí residía, Amador Fernández de Ocáriz, de 59 años, falleció al instante. De entre los heridos, algunos fueron internados en la policlínica San José, mientras que a otros se los condujo al hospital de Santiago Apóstol. Al menos cinco de ellos eran de nacionalidad marroquí y vivían en un cobertizo cercano que alcanzó la explosión. Uno de ellos, Eahem Hummadi, acabó falleciendo. Ante la gravedad de las lesiones, algunos de los heridos fueron trasladados a la Unidad de Vigilancia Intensiva de Quemados del hospital de Cruces, en Barakaldo, e incluso a Madrid. Según las crónicas del momento, fueron muchos los trabajadores de las empresas cercanas que se ofrecieron a donar sangre para los heridos.
En el plano material, fueron hasta cuatrocientas las viviendas afectadas. En algunas, según la crónica de 'Norte Exprés', hubo “cristales rotos, ventanas y puertas convertidas en montones de chatarra o madera, paredes resquebrajadas”, así como suelos que se hundieron. Hubo también coches que quedaron calcinados.
Desde julio del pasado año, un mural recuerda la catástrofe. Muestra la deflagración, los coches calcinados, a los vecinos del barrio y también a los bomberos que se desplazaron hasta el lugar para sofocar las llamas. La elaboración de la obra, que contó con el impulso del proyecto Pompa945, corrió a cargo de los artistas Saio García, apodada 'La Omega', y Diego Berruete, 'Sinpa'.
El Ayuntamiento ha anunciado este viernes, coincidiendo con el aniversario, que instalará una placa en recuerdo de los fallecidos, a los que también homenajeará. “A pesar de ser la mayor catástrofe de la historia reciente en Vitoria, la gran mayoría de la población desconoce su existencia. Coincidiendo con su 50.º aniversario, el equipo de Gobierno quiere recuperar para la memoria viva de la ciudad este trágico suceso y realizará una recepción oficial para homenajear a los fallecidos”, ha señalado el Consistorio en una nota hecha pública este viernes. “Hace cinco décadas no recibieron toda la atención que merecían y pensamos que el aniversario es un buen momento para saldar en parte esa deuda”, ha abundado Miren Fernández de Landa, concejala de Gobierno Abierto y Centros Cívicos, según recoge Europa Press.
elDiario.es/Euskadi
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