Hasta 2022, el 3 de agosto era en Gipuzkoa el “Día del Imperio Español”. Fue instaurado el 2 de agosto de 1939 por la Diputación, recién finalizada la Guerra Civil con la victoria de Francisco Franco y el consiguiente control de todas las instituciones, también las forales y locales. Aunque la fecha quedaba muy lejos de ser un día de celebración, oficialmente no ha quedado derogada hasta este martes. La actual corporación foral, democrática desde hace más de cuatro décadas y con el nacionalista Markel Olano a la cabeza, ha desempolvado los archivos franquistas y anulado “reconocimientos, honores y distinciones” que habían pasado inadvertidos para otros mandatarios. Así, el dictador ha dejado de ser “hijo adoptivo” en la provincia en la que veraneaba –que no “hijo predilecto”, como se ha comunicado– y “presidente de honor de la Diputación”. También se han eliminado las condecoraciones a quienes se enrolaron a los sublevados durante los pocos meses tras el 18 de julio de 1936 en que el territorio se mantuvo leal a la legalidad republicana.
El acuerdo político se fundamenta en un informe elaborado por el experto Iñigo Imaz Martínez y que fue entregado el 22 de septiembre de 2022. La relación de hechos descritos en el informe en forma de nombramientos y decisiones con el único fin de glorificar al régimen franquista constatan que Gipuzkoa no fue una excepción en el período 1936-1975. Y no se menciona que el franquismo toleró también la implantación de nazis alemanes y fascistas italianos en Donostia y en otras localidades guipuzcoanas, así como también en Vitoria, donde estaban asentados los estados mayores de ambas potencias. De hecho, las tropas sublevadas conquistaron la capital donostiarra exhibiendo la esvástica entre otras enseñas y hubo actos en honor a Benito Mussolini. El general Franco fijó en el palacio de Aiete su residencia estival desde 1941 hasta 1975 como antes lo habían hecho monarcas españoles como Isabel II, Alfonso XII o Alfonso XIII.
La corporación guipuzcoana nombró al jefe del Estado como “hijo adoptivo” el 1 de julio de 1939, denominado como “año de la victoria” por haber supuesto el final de la Guerra Civil. Era una propuesta de la Diputación de Madrid a la que se adhirieron el resto de Gobiernos provinciales. Se contrató “al ilustre pendolista Don Pedro Vera” un pergamino para obsequiar a Franco. El diario 'Pensamiento Alavés', en una edición en la que también narra la estancia en Vitoria, Alsasua, Donostia o Zarautz del yerno de Mussolini y ministro de Asuntos Exteriores de la Italia fascista, Galeazzo Ciano, de la que existe una película conservada, cuenta la entrega de la condecoración, que tuvo lugar el 11 de julio. La coincidencia de ambas personalidades hizo que la parafernalia fuera exageradísima y que, en los archivos, ambos acontecimientos aparezcan mezclados.
El nombramiento de Franco como “hijo adoptivo” se contó así: “Desde primera hora [...] la ciudad presentaba animadísimo aspecto. [...] Todos los balcones de las casas parecían engalanados con banderas nacionales [...]. Poco después de las 11.30 de la mañana salió de Ayete S.E. el Generalísimo en coche descubierto acompañado del alcalde Paguaga y seguido de su séquito [...] oyéndose constantes vivas al Salvador de España”. Franco respondía saludando “brazo en alto”, es decir, con el saludo fascista tan común en la España de aquella época. Se habían levantado arcos de triunfo para la ocasión. La ceremonia fue a mediodía en el Palacio foral, donde se colocó “un hermoso estrado para S.E. el jefe del Estado adornado artísticamente con ramos de laurel y olivo, situándose a ambos lados los maceros de la Diputación”. El diputado general, José Eizaguirre, comparó a Franco con ilustres guipuzcoanos como Juan Sebastián Elcano, Blas de Lezo o San Ignacio de Loyola y afirmó que “la tradición guipuzcoana siempre fue opuesta a todo secesionismo”. La provincia defendió a España “desde el siglo XIII” hasta la Guerra Civil, aunque el “marxismo” dejó “terribles huellas”.
Franco, agradecido, proclamó: “Juntos seremos algo. Separados no seremos jamás nada [...]. ¡Arriba España!”. Se interpretó el himno cambiado –que sigue siendo el actual– a instancias del alcalde de Vitoria de la época, Rafael Santaolalla, y la plaza presentó un aspecto “inenarrable” al saludo del dictador. Había “espatadanzaris” de Hernani, miembros de la “Guardia Mora” y la “sufrida clase marinera” de la provincia. Tras un “lunch” servido por el “restaurateur” Beldarrain, del hotel Continental, “que resultó espléndido”, Franco visitó Errenteria e Irún, donde se volvieron a producir manifestaciones en su favor. En la localidad fronteriza, por ejemplo, repitieron el alarde de San Marcial en su honor y los obreros de las fábricas salieron a aplaudir al dictador, siempre según las crónicas del 'Pensamiento Alavés'. También estuvo en el fuerte de Guadalupe. Acompañaban a Franco su esposa, Carmen Polo, y su hija “Carmencita”.
Otras condecoraciones
También en esos primeros compases de la dictadura se acordó premiar las “brillantísimas acciones durante la campaña contra el marxismo” del general-jefe José Solchaga, militar golpista al frente de las denominadas “Brigadas de Navarra” y que no solamente conquistaron en un primer momento Gipuzkoa sino conforme avanzaba la Guerra Civil también Barcelona. Historiadores como Antonio Rivera remarcan que muchas avenidas principales en la provincia llevan el nombre de Navarra porque por allí penetraron los sublevados. Pocos días después fue cuando se instauró como festivo el 3 de agosto, que es el día en que partieron a América las naves de Cristóbal Colón en 1492. El nombramiento como “presidente de honor” para el “caudillo” llegaría después de la II Guerra Mundial, en 1945.
Pero Franco también fue “alcalde honorario” en los 87 municipios de la provincia. El 22 de agosto de 1950, en una audiencia oficial, se le hizo entrega “de un álbum artístico recopilatorio de pergaminos reproduciendo los acuerdos” de todos y cada uno de ellos, desde Abaltzisketa hasta Zumaia. También recibió “un estuche conteniendo un simbólico junquillo que en Gipuzkoa representa la vara de autoridad, guarnecido en oro y brillantes”.
En 1940, con el país arruinado por la guerra, se aprobaron varias partidas por valor de 80.000 pesetas (480 euros al cambio de 2002) para la “confección de medallas” a “todos los guipuzcoanos voluntarios que se incorporaron al Ejército Nacional [en referencia a los sublevados, ya que el Ejército español legítimo era el republicano] en calidad de voluntarios antes del 1 de noviembre de 1936”, así como para los apresados por las autoridades y que luego combatieron tras su liberación. La primera de las más de 3.000 medallas de la serie fue para Franco. Hubo fiestas por toda la provincia y también un pago de diez pesetas a cada voluntario para “gastos de comida” en tiempos de racionamiento. Si los milicianos habían fallecido en combate, sus viudas, madres o hermanos recibían la medalla. Se destacó a Tolosa por la “fiesta” que organizó. En 1961, a los 25 años del inicio de la Guerra Civil, se creó la medalla para los excombatientes y la primera –de oro– le fue entregada al jefe del Estado. A los miembros guipuzcoanos de la División Azul les fueron concedidas 5 pesetas como “obsequio”, aunque antes Gipuzkoa puso 20.000 pesetas para estos jóvenes que combatieron con los nazis en la II Guerra Mundial.
Asimismo, se colocó una placa en el palacio foral con los nombres de los funcionarios muertos –de un bando–, se envió otra placa para la celda de José Antonio Primo de Rivera, y su puso una parte de una iniciativa de todas las diputaciones para regalarle otra placa a Franco como motivo del décimo aniversario del golpe de Estado. Se regaló un collar al gobernador civil. Se encargaron bustos de Franco, de Primo de Rivera y del 'rey' Carlos VII, en realidad pretendiente al trono español del carlismo y cuyo apoyo a los franquistas fue decidido. También hubo fondos para monumentos a los caídos –de nuevo solamente a los de un bando– y para otro para las víctimas del crucero Baleares, un buque del Ejército que cayó en poder de los sublevados y que intervino en una masacre en Andalucía con hasta 5.000 víctimas civiles que huían de Málaga. En otro lance, las fuerzas gubernamentales lo torpedearon y se hundió. Entre los desaparecidos había naturales de Hondarribia, Pasaia, Donostia, Orio, Deba y Zumaia.
La Diputación de Gipuzkoa, como todas las instituciones vascas en la época, fue prolija en el envío de cartas, comunicaciones y telegramas recalcando la adhesión de sus integrantes al régimen, lo que incluía condenas de huelgas, felicitaciones al dictador por sus medidas y alabanzas varias. A la par, según el informe de Imaz, fue “violenta” e “intolerante” para “depurar” la Administración provincial de no afines. Se llegó a requerir que los nuevos funcionarios serían nombrados entre “militantes” del “Movimiento Nacional”. Ya al final del mandato, este informe ve “un extraño silencio” en la no aparición en las actas del asesinato del almirante Luis Carrero Blanco a manos de ETA.
Afirma la Diputación que en abril de 2022, “anticipándose” a la nueva ley estatal de memoria democrática, se encargó el informe que ha dado pie a estos anuncios. Sin embargo, en Bizkaia ya desaparecieron honores similares a Franco en 2012. Y, en Vitoria, Franco dejó de ser hijo adoptivo en 2000, aunque mantiene una calle al alcalde franquista José Lejarreta. Añade Gipuzkoa que como todos los honores son a personas ya fallecidas no se considera “necesaria” la “devolución de los objetos”. Se indica que otras placas o el monumento al Baleares ya fueron retirados. El acuerdo foral indica que “las personas interesadas” podrán recurrir ante los tribunales en el plazo de dos meses si entendieran que resultan perjudicadas.