“Desde hace algunos días riñen descomunal batalla en la región vizcaína explotadores y explotados, burgueses y obreros. Los primeros, sorprendidos por la actitud de los trabajadores, que hasta ahora habían sufrido resignadamente el vil trato que aquellos les daban […]. Los segundos, sin intimidarse por la presencia de los millares de soldados que los vigilan, ni por las arbitrarias detenciones de muchos de los suyos, y pasando por alto las provocaciones que de vez en cuando les dirigen los civiles y forales, muéstranse estrechamente unidos y de todo punto resueltos a alcanzar la victoria”. Estas palabras, recogidas el 23 de mayo de 1890 por el semanario El Socialista, reviven la que fuera hace casi 130 años, la primera experiencia de una huelga general obrera en Bizkaia. Aquella gran huelga inauguró lo que Unamuno calificara como “el periodo de las huelgas, de las grandes huelgas” de Bizkaia, ya que entre 1890 y 1910 la provincia fue testigo de cinco huelgas generales de amplia dimensión, que hicieron de ella uno de los polos de movilización obrera más importantes de toda España y trajeron consigo la consolidación del Partido Socialista como partido de masas entre los trabajadores de la cuenca del Nervión.
Aquella gran huelga de 1890 estalló el 13 de mayo. Tras la celebración del 1 de mayo, cinco obreros de la empresa La Orconera fueron despedidos por participar en la organización de la fiesta obrera. Ante esta situación, los trabajadores pidieron al patrón la readmisión de los despedidos y, al negarse, alrededor de 500 trabajadores comenzaron la huelga. Poco a poco los obreros se fueron sumando hasta llegar a la cifra de 21.000 huelguistas. La huelga, que fue iniciada en las minas de La Arboleda, se fue expandiendo a todas las industrias de la Margen Izquierda del Nervión, que frenaron su actividad y se sumaron a la misma, marchando obreros y mineros hacia Bilbao, donde se detuvo también toda la producción. 
El miedo a que se produjese un auténtico movimiento revolucionario era tan latente el Capitán General del distrito, el General Loma se tuvo que desplazar a la zona en la que se encontraban las tropas acuarteladas en Vitoria y Orduña. Tras entrevistarse con los huelguistas y patrones comprobó las condiciones en las que se encontraban los trabajadores y se creó el Pacto de Loma en el que se establecía la reducción del horario de 9, 10 y 11 horas dependiendo del mes, se suprimía la obligatoriedad de adquirir los alimentos en las cantinas que explotaban los capataces, donde los precios eran más elevados que en las tiendas y se concedía la libertad de habitación; ya que solían vivir en barracones o “cuarteles”.
Ahora, un siglo y tres décadas después, el periodista, editor y poeta Gaztea Ruiz, narra, a través del amor entre dos mineros, el compañerismo, la revolución y la lucha obrera que se vivió en la Bizkaia de aquella época, con su novela Dos pájaros de hierro, “pájaros por lo que tienen de libre y de hierro porque está ambientada en la explotación de minas de hierro en Bizkaia”, según las palabras de su autor.
“Si Bizkaia como sociedad se olvida de lo que pasó en 1890 y en las huelgas posteriores, es que nos estamos olvidando de algo fundamental en la conformación de nuestra sociedad actual, de todo el desarrollo industrial que hubo y de todo el movimiento obrero. No me atrevería a decir que hay una vocación consciente de ocultar eso, pero sí que creo que tiene que haber una vocación consciente de reivindicarlo”, ha manifestado Ruiz durante la presentación de su libro el pasado martes 11 de junio en Bilbao.
No se trata de una novela autobiográfica, aunque quien la lea podrá encontrar mucho de Gaztea Ruiz en el narrador. Tampoco puede considerarse que sea una novela histórica, aunque “tiene rigor histórico, los personajes son verosímiles, se ciñe a los hechos y muestra el carácter épico de la huelga”, como ha confirmado el catedrático de Historia Contemporánea y ex rector de la UPV/EHU, Manuel Montero, quien también es el autor del prólogo de este libro.
Ruiz ha tardado 10 años en publicar esta novela y su obsesión principal a la hora de publicarla era que tuviera rigor histórico, pero, sobre todo, “no aburrir”. Por ello, no quería que se convirtiera en un “panfleto político” ni ser “autoridad moral sobre nadie”. Su único objetivo era escribir sobre aquello que a él le hubiera gustado leer: la gran huelga que cambió la historia de Bizkaia.