Amelia Tiganus, activista: “El proxeneta ya no viaja para captar chicas vulnerables. Las encuentra en OnlyFans”

Amelia Tiganus se describe a sí misma como una activista, escritora feminista, divulgadora y formadora. Eso es lo primero que dice al contar su historia para alejarse de la revictimización. También explica que es la directora de Emargi, asociación dedicada a luchar de manera integral por un futuro libre de explotación sexual y reproductiva de mujeres y niñas desde su dimensión local, nacional e internacional y presidenta de la Federación Estatal de Mujeres Abolicionistas. Amelia es una de las caras más visibles de la lucha contra lo que ella llama el “sistema prostitucional” y el proxenestismo. “Hablo del sistema prostitucional porque mayoritariamente la gente cuando hablamos de prostitución tiende a creer que prostitución es sinónimo de prostituta y las más señaladas, cuestionadas y analizadas suelen ser las mujeres. Que si quieren, que si no quieren, que si ellas lo han elegido, que si son libres, que si no sé qué. Y de esta forma se invisibiliza a todos los demás actores del sistema prostitucional”, explica en una entrevista con este periódico.

Según detalla, para que la prostitución exista, hacen falta muchos más actores que las mujeres. “Hace falta que los estados tengan una legislación que facilite la exportación e importación de materia prima, que somos las mujeres y niñas principalmente de países del sur global, de países empobrecidos, de América Latina, África y países de Europa del Este. Después, bajo ese paraguas, están los proxenetas que se hacen pasar por respetables empresarios de la noche. Los grandes proxenetas de este país no son rumanos, colombianos o nigerianos, son autóctonos, son vascos, madrileños, andaluces, catalanes. Son ellos los que han creado a lo largo y ancho de este país un sistema para las mujeres empobrecidas. Y, por último, están los eternos invisibilizados, los puteros”, indica.

Amelia habla en calidad de experta, como ella misma sostiene, por los conocimientos que ha ido adquiriendo a lo largo de su trayectoria como activista, pero también por su experiencia vivida como superiviviente del sistema prostitucional. “El origen de mi historia se remonta a 1984 en Rumanía, en el seno de una familia obrera. Esto es relevante porque estábamos resistiendo los últimos años de la Guerra Fría y había mucha pobreza, desesperación y hambre. Cinco años más tarde cae el muro de Berlín y, con la revolución rumana entra el siempre violento capitalismo. En ese momento, para poder incorporarse al mercado global, Rumanía convierte a sus mujeres y niñas en mercancía, en materia prima para la industria global de la explotación sexual. Ese es el contexto en el que yo nazco”, reconoce.

La única diferencia entre un violador y un putero es un billete

Amelia era una niña brillante que aspiraba a ser médico o profesora. Un sueño que se truncó cuando a los 13 años sufrió cinco violaciones simultáneas. Y ahí empezó el infierno. “No tanto por las violaciones en sí, que también, sino porque las personas adultas de mi alrededor no supieron ver indicadores de que algo grave me estaba pasando. No vieron el giro que dio mi forma de ser y dentro de ese mundo patriarcal los violadores salieron como ganadores, totalmente iimpunes y mi propio entorno se dedicó a estigmatizarme, a maltratarme, a no creerme, a poner en duda mi palabra, a considerarme una irresponsable. Me quedé en una situación de absoluta vulnerabilidad”, confiesa.

Cinco años después de la violación multiple, las mafias que se dedican a la explotación sexual en Rumanía la captaron a base de engaños. “Me prometen que en un par de años puedo conseguir solucionar mi vida. Juegan con mis ilusiones, con mis sueños. Me ponen como ejemplo a otras mujeres que supuestamente ganan mucho dinero. Es el mismo mensaje que a día de hoy reciben muchas niñas y adolescentes, el de 'no seas idiota, capitaliza tu sexualidad y tu intimidad'. Es algo que se ve de manera mucho más salvaje a través de Internet. A través de las aplicaciones estamos viendo el capitalismo más salvaje, el neoliberalismo más atroz”, describe.

Preguntada por cómo afectan las aplicaciones como OnlyFans o Instagram a la hora de favorecer la prostitución, Amelia sostiene que son “la herramienta estrella de los proxenetas”. “Ahora el proxetena no tiene que viajar a países lejanos ni invertir una gran cantidad de dinero en captar, traer o trasladar a mujeres vulnerables. Las encuentra en OnlyFans. La explotación sexual se está trasladando al mundo virtual. Nuestras hijas, las adolescentes, caen engañadas porque hay toda una cultura que banaliza la explotación sexual, la cosificación y la mercantilización de la sexualidad de las mujeres. Y esto sirve muchísimo a los proxenetas”, reconoce.

Necesitamos una ley abolicionista del sistema prostitucional que reconozca los derechos de las mujeres

Tras ser explotada sexualmente en Rumanía, las mafias la vendieron por 300 euros a un proxeneta español y, durante cinco años la obligaron a ejercer la prostición en más de 40 prostíbulos por toda España, lugares que ella considera “campos de concentración” en los que fue víctima de “torturas”. Finalmente, consiguió liberarse e irse a vivir a Euskadi donde desde hace más de diez años trabaja como activista contra el sistema prostitucional y abolicionista. Un término, que en su opinión, no se entiende del todo bien en la sociedad. “Las abolicionistas queremos abolir la prostitución, pero hay que entender que abolir no es sinónimo de erradicar. Abolir es el camino para llegar al fin. Necesitamos una ley abolicionista del sistema prostitucional que reconozca los derechos de las mujeres y por derecho no nos referimos a pagar impuestos por ejercer la prostitución. Nos referimos a una ayuda económica, a un acceso a la vivienda dígna, a formación, a terapia, a asesoramiento jurídico, papeles y trabajo. Y también que se persigan y castiguen todas las formas de proxenetismo y de consumo de la prostitución porque entendemos a los puteros como agresores sexuales. La única diferencia entre un violador y un putero es un billete”, señala.

Para Amelia, parte del problema se encuentra en que no hay un discurso feminista contundente contra esta situación. “Las mujeres no existimos para que ellos sientan placer sexual o para servirles en lo privado y lo público. Hay un discurso que se hace pasar por feminista y que es totalmente reaccionario que dice que las mujeres somos libres de hacer con nuestro cuerpo lo que queramos y ese querer resulta que es justamente lo que le va muy bien al sistema patriarcal y al sistema capitalista. Por supuesto no podemos dejar la responsabilidad sobre los hombros de las mujeres, pero tampoco hay que dejarlo en el crimen organizado. La sociedad tiene mucha responsabilidad en esto”, concluye.

elDiario.es/Euskadi

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