El factor inhumano
El presidente del Consejo Económico y social de España en la jornada celebrada en Mérida sobre “Competencias profesionales y empleabilidad” destacó como una clave del modelo productivo el factor humano. el factor humanoYo quiero extender esta idea también al modelo social en su conjunto.
Porque el factor humano no puede ser desplazado del centro de los fines de la sociedad. La sociedad, que es una construcción del ser humano, de manera genuina tiene que situar el factor humano en el corazón de los fines.
El dinero es un instrumento –un medio– que ha demostrado ser un catalizador potentísimo de los intercambios de bienes. Su potencia se ha amplificado por la rapidez y omnipresencia que le aportan las últimas tecnologías acompañadas de la globalización. Pero esa pujanza del instrumento dinero no puede destronar al factor humano y ocupar el papel de los fines; estaríamos gobernados por “el factor inhumano”.
El progreso social (saberes, desarrollo y valores) son patrimonio de la humanidad, es el legado civilizatorio y es ilegítimo que pueda ser apropiado por unos cuantos. No es aceptable un modelo social que atesora el dinero, con ello el acceso a los recursos en pocas manos y excluye a la práctica totalidad de la población sumiéndola en la desigualdad y la pobreza. Sería el fracaso social que el proceso civilizatorio que nos ha sacado de la jungla de los árboles nos conduzca a la selva del dinero.
No es verdad que los avances sociales se tengan que traducir en pérdida de empleo. Es una trampa convertir el empleo en subsidiario y provisional con relación a las máquinas, es decir, hay empleo mientras no lo pueda hacer una máquina. Al revés, cuanto más progreso y más riqueza, más posibilidades de generar empleo. Según Intermón Oxfam, el 50% de la riqueza mundial la posee el 1% de la población. Si toda esa riqueza, que en gran parte se esconde en paraísos fiscales y se deriva a la especulación, se aplicara a fines productivos inmediatamente se produciría una cantidad ingente de puestos de trabajo y con ello redistribución de la riqueza. Esto no es una utopía porque el modelo social ya ha demostrado que no sólo es viable sino que aporta mayores y mejores dimensiones de desarrollo.
Y si ahora nos ponemos las gafas lilas descubrimos una dimensión esencial: la igualdad entre mujeres y hombres, porque si el modelo social consiente y reproduce y perpetúa las desigualdades por el hecho de ser hombre o mujer no estaríamos hablando de una sociedad que coloca en el centro de sus fines el factor humano sino el factor del hombre.