Los datos son fríos, no transmiten, no llegan dentro, no apasionan, no dan pellizcos en el estómago. Son sólo números que, muchas veces, pasan desapercibidos y se olvidan. O de tanto repetirse ya no impactan. Pero llega un día en que todas esas cifras aparecen juntas, unas detrás de otras, y te abruman. Pasó en la Marcha por la Dignidad de Badajoz. Esos datos se pronunciaron a la vez por distintas voces y arrojaron una realidad desoladora de Extremadura.
Aquí los tienen:
147.000 extremeños están en paro, casi los mismos habitantes que tiene Badajoz. De ellos, 85.000 lleva más de un año buscando trabajo. 315.000 personas, en riesgo de pobreza, o lo que es lo mismo, imagínense que toda la población de Badajoz, Mérida y Cáceres se encontrara a punto de caer en la exclusión social. Esto implica que 115.000 hogares extremeños viven gracias a los abuelos, a esos pensionistas de más de 65 años a los que les ha tocado vivir de nuevo una época de muchas fatigas económicas y que no ven salida ni para sus hijos ni para sus nietos. Porque si bien la crisis ha mostrado su cara más cruel con los mayores de 45 años, a los que prácticamente ha echado del mercado laboral, más de la mitad de los jóvenes de entre 21 y 35 (el 60%) tampoco tiene trabajo. Y muchos emigran, concretamente, 10.000 desde que el sistema empezara a fracasar. Y siguen los datos: 90.000 (casi todo Cáceres) sin cobertura de desempleo y miles de personas esperando una renta básica que no llega.
Y también hay quien trabaja, sí. Contratos por horas, por días, por semanas, por meses con suerte. Un sueldo de 600 euros por una jornada de 12 horas. Más cifras: uno de cada tres empleados en Extremadura no llega al salario mínimo interprofesional.
Números que marean, que cuesta aceptar. Pero miren a su alrededor, seguro que les cuadran. Se pueden interpretar de muchas maneras, se pueden buscar culpables, se puede jugar al ‘y tú más’, pero las cifran seguirán ahí. Arrojando una realidad que cada día asusta más.