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República y enseñanza

Chema Álvarez Rodríguez

Este pasado jueves, 14 de abril, finalizaba una más de las huelgas que en los últimos años han protagonizado los estudiantes y las estudiantes del Estado Español. La huelga se hace, una vez más, con la clara intención de derogar la LOMCE, una ley clasista ideada por la derecha heredera del franquismo que establece diversos itinerarios educativos para ricos y para pobres y que abre de nuevo, de par en par, las puertas a contenidos doctrinales del nacionalcatolicismo, mientras suprime horas de materias que abogan por el librepensamiento.

Una ley que no tiene nada que ver y que se encuentra en las antípodas de aquella otra cuyos principios se sentaron en la Constitución de la República Española de 1931, aprobada el 9 de diciembre de ese año, que establecía en sus artículos 48, 49 y 50 los principios de una enseñanza (entonces no se hablaba de educación) pública, gratuita, laica, mixta y obligatoria.

Diversos decretos desarrollaron durante los dos años siguientes un proyecto educativo inigualable e irrepetible, que iba desde la creación de las misiones pedagógicas, con los más renombrados intelectuales del país (García Lorca, María Zambrano y muchos otros) entrando a lomos de borrico cargados de libros en los pueblos más humildes para llevarles a sus gentes la cultura, hasta el proyecto de creación de más de 27.000 escuelas, obligando a los ayuntamientos de los pueblos a que, en tanto se construían los centros educativos, habilitaran espacios adecuados donde maestros y maestras de nuevo cuño darían sus clases (en algunos lugares se llegó a utilizar como aula la sala de autopsias de los cementerios).

Estos últimos, los maestros y las maestras, recibieron una formación digna, por primera vez de carácter universitario, y fueron instruidos en el espíritu de la Institución Libre de Enseñanza. En poco tiempo se convirtieron en los intelectuales de los pueblos, recurriendo a métodos pedagógicos basados en la experimentación científica, el debate y la comprensión de las capacidades de sus alumnos y alumnas, a quienes sacaban cada dos por tres de las aulas para enseñarles de primera mano el mundo que les rodeaba. Ahí queda como delicia narrativa de esta verdad el precioso cuento de Manuel Rivas La lengua de las mariposas.

Todo esto se truncó con el triunfo de los partidos de derecha y la coalición de la CEDA en 1933. La coeducación fue prohibida en las escuelas primarias y de nuevo se separó a los niños de las niñas, se frenó la construcción de escuelas en centros rurales y se suprimió la libertad del profesorado de elegir planes de lectura y recomendar libros ajenos al programa ministerial.

Hoy como ayer la derecha política trata de imponer medidas y recortes que solo buscan perpetuar un sistema educativo que pone a cada uno en su sitio y señala, ya desde los primeros años de educación, mediante las reválidas, quién debe y puede estudiar y quién no. Igualdad, laicismo, gratuidad y coeducación son conceptos que zahieren los principios de una derecha que teme a la escuela racionalista porque es cuna del librepensamiento y sepultura de sus privilegios.