Los romanos, conocidos por su ingenio y utilitarismo, además de filósofos, gladiadores y grandes arquitectos, también fueron pioneros en materia de reciclaje, usando monedas como colgantes, capiteles de columna como patas de silla o una vieja inscripción en mármol como tablero de juego.
La herencia grecolatina dejó a la sociedad occidental grandes inventos: las primeras carreteras pavimentadas, las letrinas, el cemento o el calendario juliano, pero también la reutilización de materiales como el vidrio, el mármol o la cerámica.
Así lo prueba la exposición “Reciclando Emerita”, una pequeña muestra de 50 piezas sobre la transformación de espacios y objetos en la ciudad de Mérida durante la edad Antigua, que acoge el Museo Nacional de Arte Romano hasta mayo de 2020.
Durante el acto de inauguración días atrás, el comisario de la muestra, Rafael Sabio González, ha señalado que la muestra pretende ilustrar las diferentes facetas del reciclaje durante la Antigüedad tardía en Mérida, cuando gran parte de la ciudad sufrió una enorme transformación debido al aprovechamiento de ciertos edificios y monumentos romanos que cambiaron su uso.
El propósito es realizar una exposición temporal que muestre aspectos diferentes al resto de las salas del MNAR con piezas halladas en Mérida que proceden, en su mayoría, del propio museo y algunas otras de depósitos de la Junta de Extremadura cedidas por el Consorcio de la ciudad, ha explicado.
Durante el período romano, ya se observan muestras del reciclaje que se producía tanto en espacios edificados como en materiales, de forma que un error en la fabricación de un capitel o una lápida podía motivar que se le diera la vuelta para aprovechar la pieza.
Este tipo de práctica se intensificó en el Bajo Imperio, cuando Mérida era capital de Hispania y muchos edificios que fueron abandonados sirvieron de cantera para la restauración urgente del puente y las murallas de la ciudad. Así, miles de sillares y monumentos funerarios forman parte del refuerzo tardoantiguo de la muralla emeritense.
Otro fenómeno frecuente era la preocupación y cambio de uso de ciertos espacios, algunos de ellos públicos, como los foros que fueron privatizados. Un caso destacado, es el Anfiteatro, donde se sospecha que se instaló un centro de culto cristiano.
También se daba una “nueva vida” a materiales como el vidrio, reciclable casi por concepto, o metales nobles, los más buscados y rápidamente fundidos. De hecho, se han encontrado en el Cerro del Calvario y Morería dos espacios que se correspondían con talleres de reciclaje de metal.
Por otro lado, se reciclaban objetos cotidianos como la moneda, que además de ser fundida, también era reaprovechada para crear objetos decorativos como collares, y piezas de cerámica eran recortadas para obtener fichas de juego.
En la Baja Edad continuó la tendencia de expolio en edificaciones romanas para aprovechar sus materiales. Su máximo exponente es el Obelisco de Santa Eulalia que sobre un pedestal y varias aras romanas dispone una efigie de la mártir, esculpida sobre la base de una estatua, también romana.