El fuego y el viento han sido los dos elementos nefatos que complicaron las labores de extinción del incendio de Sierra de Gata. Las condiciones climáticas jugaron una mala pasada.
Mientras la localidad de Hoyos –la tercera en ser desalojada—luchaba contra las llamas, el viento soplaba a una velocidad de 69 kilómetros por hora, según los datos de la Agencia Estatal de Meteorología.
La situación se complicó, y el binomio fuego-viento arrojó a los habitantes de Hoyos de sus casas. Se vieron obligados a abandonar el pueblo, al igual que los vecinos de Acebo y Perales (estos últimos ya han podido regresar a sus casas).
Los bomberos y todos los equipos desplazados hasta Gata tienen que hacer frente no solo al viento, también a la condensación de humo, a unos peligrosos accesos a las llamas y la escasa visibilidad que se tiene en las zonas más afectadas.
Lozano, uno de los trescientos miembros que la Unidad Militar de Emergencias (UME) ha desplazado hasta la Sierra de Gata, constataba que el viento complicó las labores.
“Cuando sopla de esta manera es muy peligroso atacar nada. Solo podemos defendernos para que no vuelva a entrar en el pueblo. Menos mal que contamos con los medios aéreos”, explicó a Efe. Francisco Martín, bombero auxiliar, daba una idea de lo que ha pasado.
“Ha habido momentos de mucha tensión, sobre todo cuando cruzó y se nos metió en el pueblo. Ha sido una noche muy larga, en la que hemos hecho todo lo que podíamos hacer”. Martín lleva el cansancio tatuado en su rostro y también la resignación, porque a pesar de tanto esfuerzo reunido no han podido evitar que algunas casas ardan por completo.