Dolores lleva tres años en paro y tres meses esparando cobrar la renovación de la renta básica que le han concedido. La lentitud y las trabas burocráticas han ralentizado su vida.
Reconoce que vive al límite. Ha empleado muchas horas últimamente en los servicios sociales, la Consejería de Mujer, Empleo y Política Social y también la Tesorería. Acude desesperada, con la esperanza de que le hayan ingresado un derecho que le han reconocido, pero que no llega.
Esta mujer era beneficiaria de la Renta de Inserción Activa y le concedieron la renta básica, compatible en su caso con el otro subsidio. Cobraba 100 euros en concepto de renta básica, y el resto, hasta los 532, eran del subsidio.
En febrero, antes de terminar de cobrar la renta básica, dio cuenta de que iba a dejar de recibir el subsidio del Estado, para que le abonaran el importe completo de la básica, al que seguía teniendo derecho. Desde febrero a junio siguió cobrando 106 euros de renta básica. “Un lío de papeles. Menudo lío y meduda broma”.
Le concedieron la renovación de la renta básica otros seis meses en junio. Le ingresaron 100 euros el primer mes y no ha vuelto a cobrar nada. Lleva sin prestación desde entonces. Sin ingresos, en el paro y con una hipoteca que paga religiosamente cada mes. “Gracias a Dios solo pago 125 euros al mes de hipoteca. Si fuera más, ya estaría desahuciada, en la calle”.
Vive gracias a la ayuda familiar y la de vecinos y amigos. “Sobrevivimos como una hormiguita, poco a poco manteniéndonos. Pagando facturas y recibiendo ayuda”. Uno de sus pilares fundamentales, su madre falleció hace unos meses. Ahora tampoco tiene ese apoyo.
Dolores cuenta con angustia cómo no ha parado de ir todos estos meses a los servicios sociales interesándose por su caso. Allí le informan de que su renta básica está aprobada y de que está en trámites. “Te dan la mínima información. Te reciben, te ponen buena cara, pero no te dan soluciones. Te dicen que sí, que te van a pagar, y ya está”.
En casa le acompaña su hija, 27 años, que se ha quedado en paro también tras pasar por varios oficios. “Yo no quiero que se hunda y que se meta en casa”, comenta esta mujer, que reconoce que en muchas ocasiones se ve sobrepasada y ha recurrido a la ayuda de pastillas para continuar.
“Yo no quiero que nadie me solucione la vida. Quiero trabajar, quiero tener unos ingresos con la fuerza de mi trabajo”. De hecho tiene la esperanza de que la llamen del Sexpe para trabajar en ayuda a domicilio.