Tras el éxito de la gran movilización promovida por las mujeres, conocida como Tren de la Libertad –contra el ataque del Gobierno de Rajoy a los derechos de las mujeres–, ahora este 7 de Noviembre volvemos a la calle, en Madrid, contra las intolerables violencias machistas.
No es la primera vez que escribo contra la violencia machista a la que he catalogado como violencia terrorista. La expresión violencia terrorista no es el resultado de una escalada en la búsqueda del epíteto más fuerte. Se trata de caracterizar adecuadamente este fenómeno que yo considero que es el resultado de una estrategia que incluye el uso extremo de la violencia para perpetuar la dominación de las mujeres.
Cabría preguntarse, si esto es así, si se trata de terrorismo de estado o terrorismo social. La respuesta no es fácil porque la violencia de género está tan impregnada socialmente que es difícil saber si el mantenimiento de esa inercia de statu quo es fruto del devenir social o política de estado.
Desentrañar este dilema, para romper ese círculo vicioso, tiene solución a través de un desmarque político proclamando solemnemente el repudio a la violencia de género como un principio más del modelo de Estado. El desmarque político en la práctica supone convertir en prioridad política la erradicación de la violencia machista, abriendo un hueco en los programas y en la agenda política entre el paro, la economía la corrupción o la independencia. También sellar un Pacto de Estado para la Erradicación de la Violencia de Género unánime, que blinde todo tipo de holguras o ambigüedades y de una perspectiva de permanencia. El momento es oportuno, ahora que se están fraguando las posiciones ante las elecciones y debería ser un común denominador de los programas.
Las violencias machistas dejan un saldo de horror y de vergüenza: las mujeres son asesinadas a un ritmo de más de una mujer por semana en la última década (desde que tenemos estadísticas). Los abusos, palizas, violaciones, tortura psicológica, violencia hacia ellas a través de hijos e hijas, se cuentan por miles. Además las microviolencias que sirven para modelar las conductas cotidianas, impregnan como una bruma todo lo que rodea nuestras vidas. Coercionan la vida de las mujeres a través del vestir, las posturas, los comportamientos, el uso de los espacios forjando la desigualdad.
¿¡Se puede ser demócrata sin ser feminista!? La RAE define así feminismo: Ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres. Yo el 7N voy a Madrid porque la lucha de las mujeres contra la violencia machista, por la paz y la igualdad es también mi lucha. Voy porque soy feminista porque soy demócrata.