Lo que sucedió fue todo un ejemplo de la manida frase sobre las excusas no pedidas. Alfonso Rueda se enfrentó este miércoles a su primera sesión de control parlamentario como presidente de la Xunta, y aunque las preguntas de la oposición versaban sobre la situación económica y la política lingüística sobre el gallego, el sustituto de Feijóo entendió que debía justificar su puesto. Ni el socialista Luis Álvarez ni la nacionalista Ana Pontón habían cargado las tintas sobre el particular, pero Rueda interpretó que “descalificaban” su “legitimidad” para encabezar el Gobierno de la comunidad.
Es cierto que Álvarez se refirió al “proyecto tutelado por Feijóo y los barones provinciales, agotado y sin ambición” del nuevo gabinete. No fue más allá. Sí ofreció un panorama estadístico que no deja a la Galicia que lleva 13 años en manos del PP en buen lugar: la facturación industrial sufrió en marzo la mayor caída del Estado, la inversión en dependencia se encuentra a la cola de España, ha aumentado la tasa de riesgo de pobreza e incluso el sector servicios, que crece impulsado por la recuperación del turismo, lo hace menos que la media. Alfonso Rueda decidió, sin embargo, comenzar sus respuestas con una especie de disculpa.
“Llevo diez días como presidente. A ustedes les preocupa saber si tengo un estilo propio. Sí, el estilo de intentar solucionar los problemas”, replicó, “esta nueva etapa ha arrancado hace apenas diez. Cogeremos lo bueno de lo anterior, que son muchísimas cosas, y atenderemos a los nuevos retos”. A continuación enumeró todo aquello que, dijo, su ejecutivo se compromete a “mejorar y blindar”: la sanidad pública, la educación pública, los servicios sociales o el tirón del Xacobeo. No dio detalles de cómo. E incluso llegó a presumir de “la más ambiciosa reforma de la atención primaria”, algo que profesionales y pacientes no acaban de percibir.
Rueda tampoco dejó pasar una referencia del socialista al “juego de sillas en el que su partido lleva tres meses, desde que Diaz Ayuso decidió que Galicia debía cambiar de presidente”. “Siga hablando no se qué de Díaz Ayuso”, afirmó, antes de emprender un ataque contra el Gobierno central por lo que considera, al igual que su predecesor en el cargo, “una transición energética brutal” que “está cerrando empresas”. Y, al respecto, acusó a los socialistas de extender “cortinas de humo”, expresión salpicó profusamente su discurso.
Rueda en una manifestación contra el gallego
La pregunta de Ana Pontón era concreta: “¿Qué va a hacer el Gobierno gallego para evitar que el gallego siga perdiendo hablantes?”. La introdujo a través de dos fotografías, que mostró desde su escaño. En la primera se veía una manifestación de Queremos Galego, plataforma en defensa de la lengua propia de Galicia. En la segunda, otra manifestación: la que convocó el 8 de febrero de 2009 la asociación contraria al gallego Galicia Bilingüe, que denunciaba una supuesta “imposición lingüistica” a manos del gobierno bipartito de Pérez Touriño. A ella asistió Alfonso Rueda y otros dirigentes del PP gallego, como Ana Pastor o Carlos Negreira. “Indigna manifestación contra el gallego”, la calificó la portavoz del BNG.
Rueda no entró al asunto de Galicia Bilingüe. Pero sí se agarró a una afirmación que Pontón había deslizado de pasada, al llamarle “presidente de rebote”. “Está usted descalificando mi legitimidad para ser presidente y al Parlamento de Galicia”, le afeó. Hace dos semanas que la mayoría absoluta del Partido Popular votó su investidura. Todavía no han transcurrido ni dos años de las elecciones gallegas, en las que Alberto Núñez Feijóo revalidó por cuarta vez consecutiva su mayoría absoluta. Lo hizo, como era costumbre en él, con una campaña electoral absolutamente personalista que minimizaba al extremo el logo de la organización y se regodeaba en la palabra Galicia.
Sobre la materia concreta, Rueda se ciñó al guión de, sí, el ex presidente. El PP defiende “el bilingüismo cordial, harmónico” y ataca al BNG por “repartir carnés de buen y mal gallego”. Se aferró al último informe del Instituto Galego de Estatística, que señala una leve recuperación del gallego entre los jóvenes y no admite ningún reproche. Ni siquiera por en su día haber roto el consenso lingüístico entre los partidos parlamentarios labrado en la era Fraga y haber legislado por primera vez en la historia de la autonomía para hacer retroceder el gallego en la enseñanza pública. Lo hizo el primer gobierno de Feijóo en 2010. Alfonso Rueda era su conselleiro.