El grupo Baiuca llegó el domingo 24 de octubre por la noche al aeropuerto de Jartum, capital de Sudán. De la ciudad solo vieron pasar el paisaje desde la ventanilla en el trasdado hasta la residencia de la Embajada española. Al día siguiente, antes de poder poner un pie en la calle, un golpe de Estado militar revolvía la política sudanesa. Esperaban a un chófer que no llegó cuando uno de los policías españoles que trabajan con los diplomáticos en ese país africano les fue a avisar de lo que estaba ocurriendo. Fueron cinco días de encierro. Las novedades, cuenta Guillán, les llegaban del personal de la Embajada y de la información que veían en dos canales de televisión.
Un día, para pasar el rato, empezaron a montar una especie de estudio de música, pero lo tuvieron que recoger todo: tenían que estar preparados para salir en el momento en el que el aeropuerto reabriese y pudiesen subir a un avión. Guillán recalca que su experiencia no fue “traumática” y se sintieron protegidos. Casi una semana después, aterrizaron en Barajas él y el resto de músicos con los que viajaba: la cantareira Andrea Montero, el percusionista Xosé Lois Romero, el encargado de los audiovisuales que acompañan los conciertos Adrián Canoura y el técnico de sonido Alfonso García.
¿Cómo es llegar a un país y encontrarse un golpe de Estado?
Es una aventura para contar porque, por suerte, todo fue bien.
¿Dónde y cómo os enterásteis de lo que estaba pasando?
Nosotros íbamos a tocar al festival Sama, que hacen en Jartum desde hace unos años y en el que participan varias instituciones europeas, entre ellas la Embajada española. Ellos fueron los que se pusieron en contacto con nosotros para ir. La idea era colaborar con músicos sudaneses y ver si salía algo de música. Llegamos a Jartum el domingo [24 de octubre] por la noche y nos fuimos a dormir tranquilamente. El lunes por la mañana la idea era salir de la residencia de la Embajada, que era donde nos quedábamos a dormir, para ir a ensayar con estos grupos sudaneses y preparar el concierto del martes. Pero ya el chófer que nos tenía que recoger no llegó a ir. La siguiente persona que vino fue un miembro de los cuerpos de la Policía de la Embajada para avisarnos de que había un golpe de Estado, que nos quedásemos tranquilos, que estábamos en el mejor sitio posible. En ningún momento llegamos a salir a la calle y nos quedamos allí hasta que nos pudimos marchar. Cerraron el aeropuerto y cortaron las conexiones de los móviles. Fueron unos días de estar desconectados del mundo.
¿Visteis algo de agitación o alguna señal del golpe?
No, lo que vimos fue por la tele. Era una zona tranquila, medio residencial. Otras embajadas están en una zona más céntrica, pero la residencia de la española está en una zona un poco más apartada y tranquila.
Estabais incomunicados.
Sí, el único momento en el que hubo conexión fue el martes, que hubo una hora que pudimos hablar con nuestras familias directamente. Tanto lunes como martes la comunicación fue a través de la Policía. Ellos iban a la Embajada y ahí sí podían llamar. Supongo que tenían conexión satelital. Las familias en todo momento sabían que estábamos bien.
¿Cómo pasasteis esos días?
Estuvimos hasta el viernes y a partir del miércoles por la noche y el jueves ya estaba la cosa mucho más tranquila. Allí dentro en ningún momento sentimos miedo. Estábamos muy tranquilos, simplemente con esa sensación de no saber cuánto tiempo teníamos que estar allí cerrados. Fue casi como cuando fue el confinamiento de la COVID-19 y nos tuvimos que quedar en casa sin saber hasta cuándo. Aquí solo fueron cinco días, pero ya sabíamos cómo era esto de los confinamientos. Además, los cinco que íbamos somos todos personas muy tranquilas y con actitud muy positiva. La relación entre nosotros fue maravillosa. Tienes tanto tiempo para hablar que una de las cosas que decíamos era qué pasaría si fuese otro grupo el que se quedase allí... un caos. Nosotros entendimos que todo se iba a solucionar bien y no iba a haber ningún problema.
¿Cómo os entretuvisteis?
A partir del tercer día cogimos los instrumentos para tocar algo. Un día empezamos a montar una especie de estudio de grabación y uno de los policías vino a decirnos que se estaba anunciando que se iba a abrir el aeropuerto y lo mejor era que tuviésemos las maletas preparadas por si había un vuelo. Y tuvimos que volver a recoger todo. Estábamos en ese proceso de que sabíamos que en cualquier momento podíamos salir.
¿Había otros españoles con vosotros?
El día que llegamos estábamos solos. Justamente ahora no hay embajador porque lo ascendieron y aún no nombraron al sucesor. El lunes por la noche estuvimos solos, después se quedaron allí los policías de la embajada y sus familias. En los últimos días vino otro español que estaba justo trabajando allí. Él monta máquinas para empresas en todo el mundo y le pilló allí en Sudán.
¿Quién os mantenía informados?
De todo de lo que se iban enterando en la embajada nos lo iban contando y también solíamos ver la televisión, un canal francés y otro británico que seguimos para ver cómo evolucionaba todo. Hablábamos con los policías y con el cónsul, que se preocupó por nosotros para que estuviésemos bien. A él y a mi oficina, Raso Estudio, es a los que más agradezco por que todo haya salido bien.
¿Cómo hicisteis el viaje de vuelta?
Tuvimos que cambiar el plan e ir a Etiopía y luego a Roma. Lo peor fue tener que estar 12 horas en Roma sin poder salir por el tema COVID-19.
¿Es una experiencia que marca?
Es una cosa muy curiosa que uno no espera vivir cuando va a ningún lado, pero si lo puedes llevar como nosotros, se lleva bien. No fue una situación traumática. No creo que quedemos con un recuerdo negativo de todo esto.
¿Volveríais el año que viene al festival?
Igual el año que viene no [risas]. O igual nuestras familias no nos dejan ir. Pero en unos años, si la situación política se acaba resolviendo en una democracia, que al final es lo que los sudaneses esperan... Nos quedamos con ganas de conocer el país y la gente de allí. Los españoles que estaban allí nos hablaban maravillas. Nosotros aterrizamos y no pudimos ver nada. El único trayecto que hicimos fue del aeropuerto a la residencia. Sabíamos que hubo un intento de golpe de Estado hace un mes, pero ir con una institución como la Embajada te da seguridad.
¿Cuáles son los siguientes planes de Baiuca?
Estoy con muchas ganas de tocar. Para la semana tenemos tres fechas en Santiago. Galicia en teoría no tiene restricciones, pero esto de que el aforo es al 100% es un poco contradictorio con mantener la distancia de seguridad. Nos encontramos con la situación de tener que reubicar a parte del público del viernes en Capitol para el sábado. Era eso o cancelar. Siempre es una mala noticia y quedar mal con tu público tener que pedirle que cambie todos los planes que tenía. No tiene sentido que la Xunta venda que no hay restricciones y siga habiéndolas. Me gustaría pedirle que piense en aclarar esto. Después de Santiago, tenemos concierto el domingo en Pontevedra y el 2 de diciembre presento el nuevo disco en la sala La Riviera de Madrid. Va a ser el concierto más grande que haga en una sala desde que empezó el proyecto. Santiago es para mí el lugar más importante en el que poder tocar porque es una ciudad en la que viví y tengo mucho cariño por su gente pero hacer uno como el de la Riviera, haciendo música en gallego en Madrid, es muy emocionante.