El 29 de junio de 2010 el Banco de España le daba públicamente su visto bueno a la fusión de las cajas gallegas. En un comunicado, el regulador difundía que su Comisión Ejecutiva acababa de “aprobar el plan de integración presentado por Caixanova y Caixa Galicia”. “A juicio del Banco de España, este proyecto cumple los criterios de solidez y racionalidad económica que se han de exigir a este tipo de operaciones”. Apenas cuatro meses después, el 25 de octubre del mismo año, el entonces gobernador de la institución, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, ya no lo veía tan claro. Eso es, al menos, lo que le transmitió a la Confederación de Empresarios de Galicia (CEG) según el relato de su presidente, Antonio Fontenla.
Fontenla incluyó esta revelación, casi de pasada, en su exposición ante la comisión que investiga en el Parlamento lo acontecido con las malogradas cajas gallegas, en la que compareció este martes. El jefe de la patronal recuerda que Fernández Ordóñez “tenía concertada una visita al Club Financiero de Vigo” y “nos dijo que quería tener una reunión con nosotros”. Los dirigentes empresariales “nos consideramos felices” porque “iba a ser una reunión con la propia CEG” y “ahí nos dijo que la fusión no funcionaba, que había que ir por el tema del SIP”, esto es, una de las conocidas como 'fusiones frías'. Concretamente, en aquel encuentro “se habló de que era totalmente inviable este tema”-la fusión-. “Quería que fueran con un SIP”, especifica.
En el marco de una cerrada defensa de la, a su juicio, mayor “eficiencia” del sector privado en comparación con las Administraciones públicas y de una explicación sobre su cambio de postura con respecto a la fusión -inicialmente era contrario a ella-, Fontenla aportó también su testimonio sobre otro de los temas más recurrentes de la comisión: las preferentes. “Hubo empresarios o personas que quisieron comprar preferentes” porque “en los primeros tiempos” fueron presentadas por las entidades como “algo maravilloso”. Pero después “se cambiaron” por preferentes “imposiciones de gente que no tenía preparación”. “Hubo presiones sobre clientes de las cajas”, también sobre empresarios, asegura.
En este contexto, el presidente de la CEG describe un panorama en el que, en plena crisis, ya no era fácil conseguir crédito y los empresarios se dirigían a las cajas a la búsqueda de financiación. En algunos casos “te refinanciaban”, pero “al mismo tiempo te recomendaban que comprases unas subordinadas o unas preferentes”. Muestra de que esas colocaciones se hicieron bajo presión, dice, es que “no se explica que nadie que precise dinero para financiarse” decida “comprar productos arriesgados y tan raros” como las preferentes o las subordinadas.