Todo en la vida de Chelo Loureiro ha sido muy diferente a lo que parecía que podría llegar a ser. En 1981 aprueba una oposición y se convierte en la primera mujer ingeniera que entra a trabajar en la oficina técnica de la Empresa Nacional Bazán, la actual Navantia, en Ferrol, rodeada de casi 200 hombres. Allí trabajó, por ejemplo, en el diseño de la turbina del portaaviones Príncipe de Asturias, emblema de la ingeniería naval española. Hasta 1986, año en el que pidió la baja voluntaria.
Su infancia en Ferrol y su vida familiar prometían una estampa apacible, hasta que la irrupción de la polio devasta la salud de su hermana mayor y marca el devenir de la familia.
Después de varios trabajos diferentes, que van de los medios de comunicación al mundo del arte, decide probar suerte como productora de cine y funda su propia empresa, Abano Producións. Con Abano saca adelante varias películas con multitud de reconocimientos y se convierte en una audaz productora de animación, respetada en el sector. Cuando parecía que tenía todo encauzado, da otro giro y, a los 63 años, debuta como directora con la película Valentina y es elegida entre las finalistas de los premios Goya, que se entregarán el próximo fin de semana. Es también finalista de los históricos premios Círculo de Escritores Cinematográficos (CEC), antesala de los Goya, que se fallan este lunes.
“En la película se condensan todas estas circunstancias que han marcado mi vida”, explica Loureiro. Estas circunstancias son la conciencia de la lucha por la igualdad que adquirió rodeada de hombres en Bazán, la batalla por la inclusión digna que aprendió con su familia y el aprendizaje como productora al lado de muchos jóvenes cineastas a los que dio su primera oportunidad, y con los cuales husmeó en los entresijos de la dirección. “Son pilares centrales de los que parte intencionadamente la película, como la igualdad, la inclusión o la superación”, explica la ilusionada directora debutante.
Valentina es una emocionante película de animación destinada al público infantil, basada en la historia de una niña con síndrome de Down, que evoluciona y se va conociendo a sí misma, mientras persigue el sueño de ser trapecista en un circo. La narración, realizada en gallego por la niña con síndrome Down Lucía Serén, está intercalada con numerosas canciones, con artistas como Andrés Suárez, María Manuela o Uxía, que marcan la intención musical de la obra, cuya banda sonora firma el experimentado Nani García.
“Mi hermana enfermó de polio a los cuatro años, quedó para siempre en una silla de ruedas y esto marcó a mi familia. Mi madre nos enseñó a luchar para que no la tratasen diferente”, rememora Loureiro sobre el origen de la idea que escribió junto a la guionista Lúa Testa, su propia hija, conocedora de las circunstancias de la familia. Esa lucha por una inclusión real es la quiso proyectar la película a través de su protagonista.
La otra batalla es la de la igualdad, de la que Loureiro se impregnó cuando comenzó a trabajar en Bazán. “Tenían todos un nivel intelectual extraordinario, inteligentísimos, pero no sabían nada de mujeres ni de emociones”, explica la única mujer que en aquel momento trabajaba en el diseño técnico y la estructura de máquinas.
“Mi mesa se convirtió en una especie de gabinete psicológico, donde les explicaba que no somos diferentes. Condicionó mi vida y me conciencié de una necesidad de igualdad que también transmite la película”, explica Chelo Loureiro, que entró en la sección percibiendo un trato de desconfianza y abandonó la empresa sintiéndose apreciada. A pesar de tener un buen salario y una buena posición laboral, en 1986 pidió la baja voluntaria y se fue, justo en unos años convulsos de huelgas y manifestaciones, en pleno período de reconversión naval. “Después de entrar en la OTAN, el Gobierno de Felipe González decidió que en Ferrol solo se harían barcos de guerra. Aquel no era el trabajo de mi vida. Además, soy antimilitarista convencida y pensé que era un buen momento para irme”, rememora.
Tras su vida laboral en los astilleros, fue buscando su sitio hasta que encontró su lugar en la producción. Con Abano produjo varias películas de animación, como De Profundis de Miguelanxo Prado, y numerosos cortometrajes de animación de jóvenes talentos gallegos como Juan Pablo Etcheverry, David Fidalgo o Alberto Vázquez. Con Decorado, la última obra de Vázquez, obtuvo en 2017 su primer Goya como productora. Loureiro tiene una gran experiencia en los procesos de producción en animación, y Valentina supondrá su novena nominación a los Goya, la primera como directora. Sin embargo, el pasado año produjo el cortometraje Carne, de la brasileña Camila Kater, una de las sensaciones del curso, con más de cien premios internacionales, pero que no entró en los nominados.
Solo hay tres mujeres que han dirigido largometrajes de animación en toda la historia del cine español antes de Chelo Loureiro. El dato lo aporta la cineasta Mercedes Álvarez en una publicación de 2020 de la Universidad Politécnica de Valencia. Loureiro será la cuarta de esta raquítica lista, en la que está también la gallega Virginia Curiá, que en 2015 firmó Brujerías. Durante casi tres décadas, la animación española fue un páramo para las mujeres cineastas, dondese mantenía como única directora la tenaz Maite Ruiz de Austri, reconocida con dos Goya. Son unos datos muy significativos. “Fernando Trueba lleva muchos años intentando levantar una nueva película de animación con Javier Mariscal. Si tiene dificultades Trueba, que tiene un Oscar, imagínate las que puedo tener yo”, compara la cineasta ferrolana, que lleva años reivindicando el papel de la mujer en el cine a través de la plataforma CIMA (Asociación de mujeres cineastas y medios audiovisuales), de la que fue una de las impulsoras. Su solvente trayectoria no le ha impedido tener que hipotecar su casa varias veces para sacar sus proyectos adelante. “Nunca la perdí, pero me paso los años pagando”, ironiza.
“Llevaba muchos años con esta historia en la cabeza y me apetecía dar el salto”, explica sobre este película que supuso cuatro años y medio de trabajo, partiendo de los diseños de David Pintor. En 2020 la irrupción de la pandemia estuvo a punto de tumbar la producción. “Estábamos comenzando a animar y tuvimos que parar, realizar ERTE en algunos casos y acabar como pudimos”, recuerda sobre este proceso. Muchos de los animadores tuvieron que comenzar a trabajar aislados en sus casas, desde diversos puntos de Galicia y de España. “Eso es mucho más difícil que trabajar juntos en un estudio, hay que subir archivos pesados y algunos ni tenían banda ancha en casa, así que todo se ralentizó”, explica sobre este trabajo laborioso, en e que cada animador puede realizar alrededor de medio minuto de animación cada mes.
Muchos de ellos tuvieron que irse también por compromisos previos adquiridos que comenzaban a arrancar para grandes estudios de animación americanos en donde pueden cobrar hasta el triple. “Todo tiene que ser milimetrado, muy estudiado, si no, nos arruinamos, y en la pandemia tuvimos que salvarnos como pudimos”, comenta.
Valentina tuvo un presupuesto aproximado de 2 millones de euros, “una minucia comparado con los más de 100 millones de dólares que puede tener de presupuesto una producción americana”. Se estrenó el pasado mes de diciembre con más de 160 copias distribuidas en salas, pero de nuevo la pandemia y su variante ómicron se cruzaron en su camino. “Todo prometía, pero cerraron muchos cines y nos quedamos a medio camino” explica. También denuncia el insultante poder de las majors americanas, que copan las pantallas de los grandes cines “con una cláusula que obliga a que no se proyecten otras películas infantiles que no sean las suyas”, cuestiona.
En la edad en la que todos sus antiguos compañeros de promoción de Bazán disfrutan de la jubilación, Loureiro no solo debuta como directora, sino que aspira a hacerse con el Goya el próximo 12 de febrero. “Esto es un poco lobby. Hay más de 1.800 académicos y solo 34 somos gallegos. No somos Madrid o Cataluña, pero en esta edición me veo con posibilidades”, avanza ilusionada.
Mientras, continúa con otros proyectos como productora, como Unicorn Wars de Alberto Vázquez, con la que aspira a entrar en el circuito de grandes festivales internacionales, a pesar del desgaste de producir una película de animación. “Al que le interese este oficio tiene que saber que no se va a hacer rico ni famoso. Esto es para quien lo ame porque es muy complejo”, sentencia la directora ferrolana. Aunque siempre será algo menos complejo para alguien que antes hizo barcos.