La guerra en el PP de Vigo es sin cuartel. Esta semana conoció uno de sus episodios más cruentos: el comité organizador de su inminente congreso acusó al senador Javier Guerra, aspirante a la dirección frente al oficialismo, de afiliaciones irregulares al partido. Este asegura que no lo son y que, en todo caso, los nuevos militantes nunca podrían participar en el cónclave al estar fuera del censo ya cerrado. “Quieren embarrar, pero me defenderé”, asegura Guerra. La delicada situación orgánica de los populares en la primera ciudad de Galicia por habitantes, que solo gobernó durante ocho de 42 años de democracia, no es excepción. A la formación de Feijóo se le resiste la franja urbana de la comunidad.
La última candidata popular a la alcaldía de Vigo fue una apuesta personal del presidente de la Xunta, su ex conselleira de Facenda Elena Muñoz. Salió mal. Se estrelló contra el PSOE de Abel Caballero, que la batió con 20 ediles frente a cuatro. Dimitió casi de inmediato y encontró salida dentro de la política profesional. Ahora es senadora. Y en el PP de Vigo, tras dos años de interinidad, se han desatado las hostilidades. El aparato gallego quiere que lo lidere Marta Fernández-Tapias, en la actualidad delegada territorial del Gobierno autonómico. El senador, y ex conselleiro de Industria, Javier Guerra ansía liderarlo él. La disputa subió de tono con el mencionado comunicado del comité organizador que le achacaba domiciliar en su cuenta la militancia de 19 personas. Guerra insiste en que no hubo mala fe, ya que estas no tendrán derecho a voto en el congreso local del 18 de diciembre.
El estrepitoso fracaso de Muñoz no fue el único derivado de la estrategia de Feijóo para, en 2019, ampliar el poder urbano de su partido. Para A Coruña envío a otra conselleira, en este caso de Medio Ambiente, Beatriz Mato. No se cortó en hacer trabajo de oposición al ejecutivo municipal coruñés, entonces encabezado por Marea Atlántica, desde la consellería. Tampoco salió bien. La marea perdió el consistorio, pero en su lugar entró el Partido Socialista con Inés Rey como alcaldesa. El PP solo ha gobernado la ciudad -segunda de Galicia por habitantes- durante cuatro de los 42 años transcurridos desde las primeras elecciones municipales tras la muerte de Franco. Mato no tardó en abandonar, y fichó por Greenalia, una empresa de energía. Su paso por la puerta giratoria suscitó duras críticas. Al frente de los populares en el pleno municipal se quedó Rosa Gallego, que ya fuera portavoz contra Marea Atlántica antes de la frustrada operación Mato.
El desfile de ex conselleiros hacia las candidaturas del PP a los gobiernos urbanos también alcanzó a Santiago de Compostela y a Ferrol. En la capital gallega, el ex de Infraestruturas, Agustín Hernández, obtuvo los resultados más bajos de la historia de los populares en la ciudad. Sus cuatro años de oposición feroz a la Compostela Aberta de Martiño Noriega los acabó rentabilizando el PSOE, que regresó a una alcaldía que ha ocupado durante 30 años. El PP solo estuvo un convulso mandato, entre 2011 y 2015, y necesitó tres regidores distintos tras dimitir Conde Roa por asuntos relacionados con el fisco y Ángel Currás imputado en dos causas judiciales. El caso es que Hernández enseguida encontró una alternativa política a su derrota, como presidente del Consello Económico y Social. El actual portavoz municipal es Alejandro Sánchez-Brunete, número dos de Hernández.
El último aspirante del PP ferrolano fue José Manuel Rey Varela, ex conselleiro de Política Social y en su día muy cercano al presidente de la Xunta. En Ferrol -donde los regidores no suelen repetir mandato- también se enfrentó a la marea local entonces gobernante, Ferrol en Común, pero el triunfo se lo llevó el PSOE de Ángel Mato. Continúa como edil en la oposición, lo que lo diferencia de sus colegas derrotados, y como diputado en el Parlamento de Galicia.
Pontevedra y Lugo, en manos del campo progresista desde 1999
El PP perdió la alcaldía de la ciudad de Mariano Rajoy en 1999. El nacionalista Miguel Anxo Fernández Lores se hizo con el bastón de mando y, en solitario o en coalición con los socialistas, dirigió la peatonalización del casco histórico de Pontevedra por la que se ha hecho popular. En 2021 mantiene el puesto. Tampoco los populares regresaron a la alcaldía de Lugo, que perdieron aquel último año del pasado siglo. La gobierna el Partido Socialista de Lara Méndez, en la actualidad en coalición con el BNG. Ni en Pontevedra ni en Lugo cuentan los de Feijóo con líderes asentados a menos de dos años de la próxima cita electoral.
Pero es en Ourense, la tercera urbe de la comunidad por población, donde todo se le complica al PP. Su gobierno está en manos de Gonzalo Pérez Jácome, del partido de derecha populista Democracia Ourensana, pero solo gracias al apoyo de los populares, que en la actualidad forman parte del ejecutivo. No fue así durante la mayor parte del mandato. En agosto del pasado año, lo abandonaron, entre estrepitosas acusaciones de corrupción a Jácome. Su objetivo era derrocarlo gracias a cuatro ediles que se marcharan de Democracia Ourensana. Contra todo pronóstico, el alcalde resistió con solo otros dos concejales fieles. El PP se negó a buscar una solución a la parálisis que atenazó Ourense y no quiso explorar la posibilidad de una moción de censura encabezada por los socialistas, la lista más votada. El pasado junio, el PP reingresó al gobierno.
La rocambolesca y malograda operación para expulsar se llevó por delante al que fuera candidato de los populares a la alcaldía, el exconselleiro de Educación Jesús Vázquez, que dimitió. Este martes, un juzgado imputaba a Jácome por un presunto delito de prevaricación. El PP no se ha pronunciado. De fondo, las tensiones nunca resueltas entre la dirección gallega y Manuel Baltar, presidente de la única de las cuatro diputaciones que controla el PP, la de Ourense. Las dificultades única derecha activa en la política institucional gallega -Vox carece de representantes y Ciudadanos nunca acabó de arraigar- no se limitan a las llamadas siete ciudades de Galicia. Solo gobiernan tres de los 20 municipios más poblados: Arteixo, Ribeira y Marín. Y las áreas metropolitanas tampoco son su fuerte: la izquierda y el nacionalismo mandan en Culleredo, Cambre u Oleiros, en los alrededores de A Coruña; en Narón, pegado a Ferrol; Ames y Teo, junto a Santiago; o Redondela, Porriño, Cangas y Moaña en las cercanías de Vigo.