El debate protagonizado este miércoles en el Congreso por Alberto Núñez Feijóo y Pedro Sánchez sobre las medidas propuestas para el control de bulos y periodismo “basura” (en palabras de Gabriel Rufián) vuelve a traer a la actualidad la experiencia del político gallego en el control de los medios públicos durante sus años al frente del Gobierno de la Xunta. El presidente del Gobierno se encargó de sacarle a su oponente una hoja de servicios, no siempre conocida más allá del noroeste, que resume lo contrario a lo que Feijóo defendió desde la tribuna.
En el plan que Sánchez llevó al Congreso Feijóo ve “el mayor ataque a la libertad de información de la democracia española” y un intento de “controlar” a los medios de comunicación y meter en ellos a “comisarios políticos”. Las palabras del gallego parecían una declaración de culpabilidad tardía sobre sus años al frente del Gobierno gallego y un empeño casi obsesivo por controlar a los medios públicos y regar discreccionalmente con dinero a los medios privados afines. La historia de aquellos años se resume en algunos de los reproches que Sánchez dedicó a su oponente.
El tiempo que Feijóo paseó las moquetas del poder en Galicia tiene un nombre propio para dibujar a quien fue su brazo de hierro en ese control del periodismo. Ese nombre es el de Mar Sánchez, actualmente diputada en la cámara baja y, durante años, la persona encargada por el líder del PP para controlar el desempeño de la radio y televisión públicas de Galicia, así como la docena de periódicos en papel, cuya subsistencia depende en gran medida en los puñados de dinero que la Xunta reparte de manera, en muchas ocasiones discreccional. Aquel dinero entraba como subvenciones directas, acuerdos publicitarios y patrocinios de premios y jornadas, que servían `para que el periódico de turno recibiese una bolsa de dinero de la misma persona a la que decidía premiar con con halagos y algún título no homologado como “gallego del año” o cosas similares.
Sirva como ejemplo la relación que el expresidente de la Xunta mantuvo durante años con el diario El Correo Gallego en la época en la que estaba bajo la dirección de José Manuel Rey Novoa. Tras incontables meses de impagos a su plantilla, el rotativo de la capital de Galicia decidió en 2021 celebrar su gala anual de entrega de premios. Algunos redactores y personal de redacción acumulaban hasta 24 meses sin que la empresa les pagase el sueldo por el que acudían cada día a su puesto de trabajo. Sin pudor de ningún tipo Feijóo se presentó en aquella gala para leer un discurso sobre la importancia del periodismo y agasajar a los empleados que esperaban una nómina pero, en vez de eso, se les entregaba un diploma. Huelga decir que en ese rotativo la crítica a la Xunta era inexistente y el ataque a los contrarios, el pan de cada día.
La relación de Feijóo con El Correo Gallego puso en alerta a los miembros de la Unidad de Delitos Económicos y Fiscales (UDEF) que, a día de hoy, siguen investigando el posible desvío a cuentas en el extranjero del dinero que generosamente encontraban en los despachos de la Xunta y otras administraciones gobernadas por el Partido Popular en Galicia. El rotativo acabó quebrando y la Editorial Prensa Ibérica se hizo con sus riendas en el concurso de acreedores. El antiguo director, hombre de confianza de Feijóo, fue condenado por un juzgado coruñés que le inhabilitó durante cinco años para gestionar bienes ajenos. Toda aquella historia la contamos en esta pieza que publicamos el verano pasado.
Mar Sánchez: el brazo de hierro
Volvamos sobre Mar Sánchez, la persona de confianza de Feijóo para el control de la prensa. De carácter afable y poco dada al enfrentamiento directo, ha sido la persona más temida en el periodismo gallego por su implacable vigilancia de todo texto publicado que incluya contenido político y referencias a la Xunta. Anxo Lugilde, corresponsal de La Vanguardia en Galicia, sitúa a esta asesora como uno de los muros que encontró enfrente cada vez que intentó redactar una noticia que no era una laudatio del Gobierno de la Xunta. La salud mental de Lugilde acabó acusando aquella presión y, según su relato, el aparato del PP lo detectó e intentó usarlo contra él llamándole “loco” en las ruedas de prensa a las que llegaba con su ordenador. El periodista contó ese episodio en su libro La vieja compañera en el que relata sus ingresos en el psiquiátrico para curarse de sus heridas. Y también lo hizo en esta entrevista para elDiario.es en septiembre de 2021.
Con la llegada de Feijóo a Madrid, Mar Sánchez se ha convertido en diputada en el Congreso. Ella es quien ha firmado más de mil preguntas sobre el funcionamiento de Televisión Española. Muchas de esas preguntas se refieren concretamente al manejo de la periodista Silvia Intxaurrondo al frente del programa que presenta a diario en la televisión pública. Y es que Intxaurrondo fue la persona que de manera más eficaz puso a la vista de todos las lagunas de Feijóo a la hora de hablar de asuntos capitales para la ciudadanía como la revalorización de las pensiones. Durante una entrevista en ese canal, Feijóo dio información falsa al respecto y la presentadora le contradijo en directo. Después de aquello Feijóo tardó 48 horas en reconocer su error pero a Intxaurrondo el PP nunca le perdonó el ridículo por el que empujó con sus repreguntas al líder del Partido Popular.
El grifo del dinero
Otro modo de presión que ejercía la Xunta cuando Feijóo estuvo a los mandos era la que se ordenaba desde el grifo que daba, o no, el dinero que los medios necesitaban para paliar la crisis del quiosco y los nuevos modelos de periodismo más allá del papel. Se trata de una dinámica que Alfonso Rueda, sustituto de Feijóo, ha hecho suya. Una semana después de convocar las elecciones que confirmaron a Rueda en el cargo con una mayoría absoluta, su ejecutivo repartió dos millones de euros a dedo a medios amigos. Solo cuatro empresas (La Voz de Galicia, El Progreso de Lugo, La Región de Ourense y el grupo que posee Faro de Vigo) se llevaron el 80% de toda esa bolsa.
Televisión de Galicia: un canal de luto
Durante el debate entre Sánchez y Feijóo el primero le recriminó al segundo haber gobernado Galicia mientras los trabajadores de sus canales públicos denunciaban cada semana la manipulación instalada en su redacción y en los despachos, así como las represalias que se cernían sobre los que no atendían indicaciones políticas. Los trabajadores, organizados en el colectivo “Defende a Galega”, decidieron hacer pública su protesta vistiendo camisetas negras cada víspera de fin de semana en lo que bautizaron como “Venres Negros”. Llevan 320 semanas protestando sin que prácticamente nadie se de por aludido.
Con ese hilo argumental, Sánchez le recriminó a su oponente: “Hay que tener cuajo para venir aquí a dar lecciones de control de medios de comunicación”. A renglón seguido el presidente del Gobierno recordó que en la cúpula de la TVG pasa algo parecido a lo que ha sucedido en el Consejo General del Poder Judicial: un bloqueo para renovar la dirección por consenso que se ha alargado en el tiempo incumpliendo una ley redactada por el equipo de Feijóo que obliga a lo contrario.
Feijóo se revolvió ante la acusación asegurando que aquel nombramiento contó con la aquiescencia del Partido Socialista, un dato que es cierto pero solo a medias, ya que ese consenso fue puntual y con la promesa de una renovación pactada que nunca se produjo.
El directivo en cuestión se llama Alfonso Sánchez Izquierdo, hombre de confianza de Feijóo y de Mar Sánchez. En su Consejo de Administración se sentó Luis de la Mata, actual jefe de prensa del PP y que, en aquel momento, compatibilizó ese cargo con la jefatura de prensa en el PP de Galicia. El retrato de Izquierdo se plasma en esta pieza que Luís Pardo tituló así en marzo de 2023: El “inconcebible” viraje de Alfonso Sánchez Izquierdo, director general de la Radiotelevisión Galega.
Pero nada de lo anterior ha servido al líder del PP para recomendarse prudencia al redactar su argumentario sobre el control de los medios de comunicación y asegurar que el plan de Sánchez para regenerar conduce, en realidad, a “una pseudo democracia”.