Las evidencias están ahí para quien sepa verlas. El apellido Colón consta en documentación del siglo XV, cuando comenzó la colonización de América, encontrada en archivos eclesiásticos pontevedreses. Cuarenta y cinco topónimos que el navegante usó para bautizar accidentes geográficos en lo que él creía eran las Indias se repiten en las rías de Vigo y Pontevedra. Y, durante su travesía, solo hubo una jornada de celebración: el 18 de diciembre, festividad de la Virgen de la Esperanza, patrona de Pontevedra. Con estos argumentos, el pionero cineasta Enrique Barreiro defiende la tesis que resume el título de su película de 1931: Pontevedra, cuna de Colón. Filmoteca Española acaba de restaurar una de las copias del además considerado primer filme polícromo realizado en España.
“La verdad renace y por consiguiente surge con ella el esclarecimiento de la reivindicación más grande, ¡¡Colón era gallego!!”, finaliza la primera de las dos versiones existentes de la obra. Esta puede visionarse en la página web del Centro Galego das Artes da Imaxe (CGAI) y difiere notablemente de la pieza rescatada por Filmoteca. Para empezar, se completó cuatro años antes, en 1927. “El objetivo de Barreiro había cambiado entre una y otra”, explica a ElDiario.es el director de la institución Josetxo Cerdán, “en principio, quería difundir la tesis de que Colón era gallego. En la de 1931, decir 'miren ustedes, he desarrollado un sistema de cine en color”. Se trataba del experimento Cromacolor, una de las muchas tentativas de la época para rebasar el blanco y negro. Fracasada, pero de enorme valor histórico y que en la Pontevedra, cuna de Colón del 31 puede apreciarse en grandes planos paisajísticos diseñados para lucirla.
La “demostración gráfica documental en dos partes” -así se presenta la película en pantalla-, conformada por imágenes de la costa sur gallega, ilustraciones cartográficas y numerosos rótulos, no deja lugar a la ambigüedad. Comienza con una mención a los eruditos decimonónicos que habían sostenido la galleguidad de Colón –Celso García de la Riega, Enrique Zas, Rafael Calzada o Prudencio Otero- y cita a José María Riguera Montero. “El vínculo sagrado que le tenía unido a su adorada Galicia, el profundo y santo amor que sentía por sus inolvidables patrios lares”, sostenía el periodista y escritor , este sí gallego de Ourol (Lugo). Riguera Montero, por cierto, también dedicó esfuerzos a investigar en el supuesto origen gallego de otro personaje ilustre, Miguel de Cervantes, aunque esa es otra historia.
A partir de ese umbral, Pontevedra, cuna de Colón se extiende en dotar de contenidos las tres premisas básicas de su argumentación: la referida a la presencia del apellido en la comarca, la de la devoción por la Virgen de la Esperanza y la más llamativa, la de la coincidencia toponímica. El Santomé que salpica la República Dominicana no puede proceder sino de Santo Tomé do Mar, en Cambados (Pontevedra), que además, asegura el filme, era “patrón de la gente mareante”. La palabra Con, que en gallego se refiere a las rocas de la costa y nombra no pocos lugares, también aparece en la geografía jamaicana. Como lo hace Pena Branca en Trinidad y en la ría de Pontevedra, o Punta Moa, en la misma ría y en Cuba. “Indudablemente quiso perpetuar los recuerdos de su infancia con estos nombres”, afirma contundente la película, “curiosa demostración de que el almirante solo hacía uso de denominativos gallegos para los bautizos de sus gloriosos descubrimientos”.
Grabada en el entonces habitual soporte de nitrato, Pontevedra, cuna de Colón, más allá de lo improbable (o no) de su idea, tiene otros efetos colaterales. Permite observar una Galicia que ya no existe, en la que los rellenos portuarios todavía no habían devorado parte de las rías más al sur de la comunidad y el suelo litoral no era pasto de la voracidad urbanística. Lo que sí ya crecía en los montes eran los eucaliptos, que después se multiplicarían para alimentar la fábrica de celulosa construida sobre rellenos en esa misma ría en 1958.
Cine de nitrato y color
La versión rescatada por Filmoteca Española se proyectó por primera vez en 1931. La copia se encontraba en los fondos que el CGAI ha depositado en el archivo especial subterráneo que la institución estatal posee en la Ciudad de la Imagen, en Madrid. Jaime Pena, programador del centro gallego, comenta que todos los materiales cinematográficos anteriores a 1949, altamente inflamables como en el caso del nitrato, deben conservarse en unas condiciones especiales que allí están garantizadas. Y entre ellos están las bobinas de los hermanos Barreiro, pioneros del cine en España, documentalistas de la etapa republicana y autores próximos al galleguismo. Una contenía Pontevedra, cuna de colón.
“El confinamiento nos obligó a dejar de lado las labores más rutinarias de la Filmoteca, debido a imposibilidades técnicas”, afirma Josetxo Cerdán, director de la misma, “pero sí nos permitió trabajar con materiales ya digitalizados, documentarlos en profundidad...”. Fue este el caso de la obra de los Barreiro, y en concreto de su documental de tesis sobre Colón y Galicia. Una combinación de procesos digitales y paciente intervención manual -así se trataron 20.000 de los 33.000 fotogramas del filme- posibilitó lo que Cerdán entiende es “acercarse mucho a lo que las crónicas periodísticas de la época afirman que fue la presentación de Pontevedra, cuna de Colón”. La primera vez que la imagen en movimiento aparecía, en España, con color.
Los hermanos Barreiro sintetizan a la perfección aquellos cineastas del período primitivo, a medio camino entre el arte, el periodismo, los espectáculos de feria y los científicos locos. “Son ese tipo de personajes curiosos del cine español que hemos estudiado poco”, considera Cerdán, quien menciona apenas los ensayos del catedrático José Luis Castro de Paz al respecto. Mientras Ramón Barreiro se marchó de Galicia a Madrid y practicó un “cine premoderno, autoconsciente, con un humor cercano al del semanario La Codorniz o incluso al de los Hermanos Marx, Enrique era el hombre de ciencia”. A él se le debe el método de coloreado de Pontevedra, cuna de Colón, el Cromacolor.
El sistema, explican desde el CGAI, consistía en un filtro rotatorio con parte y franjas de colores, desde el rojo hasta el verde. “Este iba capturando la respuesta a estos tonos en el negativo en fotogramas alternos, ordenados también por colores”, indica. Una vez revelada la cinta, los fotogramas se teñían “con otros matices de la gama de azules”. Al proyectarse, la persistencia retiniana elaboraba la mezcla “y la imagen se veía en color”. “Los experimentos de Enrique estaban muy bien asentados científicamente”, considera Josetxo Cerdán, “conocía bien las teorías de la luz de su tiempo y las aplicaba”. Pero el Cromacolor, uno de los varios sistemas que intentaban llevar el cine al color, no triunfó. Entre otras razones, porque la dimensión industrial, el dinero, no funcionó. Todo quedó en experimento al margen del comercio.
El primer pase público de la recuperada Pontevedra, cuna de Colón fue el pasado 1 de octubre en el Cine Doré de Filmoteca Española, en Madrid. Su estreno gallego será el 27 de octubre, día mundial del patrimonio audiovisual según la Unesco, en la sala del CGAI, en A Coruña. Josetxo Cerdán anuncia además que este proyecto es, sobre todo, una puerta al mundo de los Barreiro, cuyos misterios en bi y tricromía permanecen en el archivo subterráneo de la Ciudad de la Imagen a la espera investigación y rescate. “Estamos entusiasmados”, concluye.