Los curas del cinturón rojo de Ferrol, contra Franco
Manuel Ladra López, Elías Seoane, Gabriel Vázquez Seijas, Xosé Chao Rego, Vicente Couce Ferreira, Cuco Ruíz de Cortázar, Antón Martínez Aneiros, Anxo Ferreiro Currás..., son algunos de ellos. Curas comprometidos socialmente y jóvenes que en los años sesenta, en el contexto de la doctrina social del Concilio Vaticano II, de los últimos años de la dictadura, y en una comarca de Ferrol con una gran actividad del movimiento obrero, llevaron a cabo otra manera de entender el cristianismo. Con muchos enfrentamientos con las autoridades civiles, eclesiásticas y militares, que llevaron a la detención de muchos de ellos y a un mayoritario abandono del sacerdocio al final.
Este jueves a partir de las ocho de la tarde la Galería Sargadelos de Lugo acoge la presentación del libro de Rosa Cal Los curas contra Franco (Ediciones Embora). Una narración única, haciendo especial hincapié en el dicho contexto social y político, “era difícil contar la historia de cada uno porque actuaban en grupo”, dice Rosa Cal, que obtuvo parte de la documentación directamente de los expedientes policiales elaborados sobre los curas pues consiguió que le firmaran una autorización para que la investigadora pudiera acceder a toda la información que la policía había recogido sobre ellos.
Cal comienza destacando que el contexto del Concilio Vaticano II y la doctrina social de la iglesia fue fundamental, “ellos creían en eso”, cuenta. También la presencia al frente del obispado de Mondoñedo-Ferrol en aquellos años de obispos como Argaya Goicoechea y Miguel Anxo Arauxo Iglesias y del canónigo capitular Gabriel Pita de A Veiga, que en buena medida les “dejaron hacer” o incluso se pusieron de su lado: “El obispo Argaya Goicoechea fue muy importante. Quiso acercarse al movimiento obrero y consiguió que Roma aprobara la diócesis Mondoñedo-Ferrol, para tener más presencia en Ferrol. Mandó construir la Domus Eclesiae, que acogió bastantes reuniones obreras y de asociaciones porque era un lugar en el que no entraba la policía”.
Rosa Cal explica que todos ellos “son muy plurales en su origen: Cortázar era de familia burguesa y Seijas venía de una familia de militares, y otros eran hijos de labradores o trabajadores. Pero lo que los unía era que estaban en el cinturón rojo de Ferrol, que comenzaba en el muelle, subía por Canido, Santa Mariña, San Pablo, Sindicales hasta San Xoán. Y allí vivía la gente que trabajaba en la Fenya, en la Maderera o en Bazán”. Eran barrios que acababan de ser creados, en muchos casos, para acoger a las familias de obreros llegados de otras partes de Galicia y que no contaban con los más mínimos servicios: “Cuando Aneiros llegó a la parroquia de San Pablo encontró mucha pobreza y también analfabetismo y falta de servicios. No había escuelas ni llegaban los autobuses”.
Su práctica era heterodoxa en muchos sentidos. “Aneiros llegó a Cáritas y hizo una revolución allí -dice- En Cáritas estaban al mando militares, farmacéuticos y mujeres de la alta sociedad de Ferrol. Y Aneiros puso al frente a obreros. Incluso consiguió que Cáritas admitiera la huelga como una forma de lucha contra la pobreza”. Rosa Cal relata también un episodio que tuvo lugar en Lugo en un acto no que se iban a reunir las más altas jerarquías: “ellos se sentaron en unas escaleras con una garrafa de vino, pan y tocino, que era lo que comía el pueblo. Pues a muchos les pareció un escándalo y salió en todos los periódicos”.
Su relación con los sindicatos y fuerzas de izquierda y su activismo social los llevaron a tener problemas con las autoridades. Recibieron muchas multas por homilías críticas con la dictadura y Vicente Couce Ferreira y Anxo Ferreiro Currás fueron llevados al TOP. También Martínez Aneiros acabó en la cárcel de A Coruña y después en el monasterio de Sobrado, donde fue custodiado. Pero no sólo recibían ataques del régimen oficial, también de los grupos ultra que defendían el nacionalcatolicismo: “A Currás lo amenazaron de muerte los Guerrilleros del Cristo Rey e incluso entraron en su sacristía”, cuenta Rosa Cal.
Finalmente la jerarquía católica del Vaticano frenó el impulso del Concilio Vaticano II e intentó apartar a los curas de la acción social, “y ahí muchos de ellos se desilusionaron”. También influyó, cuenta Rosa Cal, “que al llegar la democracia y la legalización de los sindicatos su labor se hace menos necesaria y los propios sindicatos no necesitan los espacios que estos curas les cedían para reunirse”. Al final muchos de ellos se secularizaron y se casaron. Quedaron sólo Gabriel Vázquez Seijas o Cuco Ruíz de Cortázar, que continuaron siendo curas. Rosa Cal concluye que “eran muy atrevidos y tenían el convencimiento que iban a cambiar las cosas”. Quedan en la historia de otro tiempo.