Desde 1642 la Casa Real española acude cada 30 de diciembre a la Catedral de Santiago para, a través de su jefe o de una persona que lo represente, conmemorar la leyenda de la traslación de los restos del Apóstol Santiago desde Jerusalén hasta Galicia, según el relato recogido en el Códice Calixtino. Aunque el contexto político gallego y español haya cambiado notablemente, desde el siglo XVII la institución que ostenta la Jefatura del Estado sigue realizando cada año este acto, el cual incluye una ofrenda e “invocación” a Santiago el Mayor que, obviando la aconfesionalidad estipulada en la Constitución, ponen en manos divinas asuntos políticos y, en todo caso, terrenales. Tras realizar personalmente la ofrenda al Apóstol del pasado 25 de julio el rey Felipe VI ha dejado en esta ocasión el ritual en manos del alcalde de Santiago, Agustín Hernández (PP)A, que se encomendó a los cielos para abordar, entre otros, uno de los problemas que motivaron su acceso al cargo en el mes de julio: la corrupción.
Quien hasta el pasado verano ejercía como conselleiro de Infraestructuras de la Xunta es el tercer regidor de la capital gallega en lo que va de mandato. El primero, Gerardo Conde Roa, dimitió por el fraude fiscal de su empresa constructora y el segundo, Ángel Currás, imputado en el caso Pokémon, hizo lo propio tras la inhabilitación por prevaricación de la mitad de su equipo de gobierno. En este contexto, Hernández le pasó revista a la parada militar organizada en plena Praza do Obradoiro y, como alcalde de un gabinete compuesto en su mayoría por ediles no electos, se dispuso a “cumplir con la tradición y con el deseo de honrar” la “memoria y veneración” del Apóstol, que “a lo largo de generaciones y de siglos hemos ido construyendo movidos por la fe que de ti recibimos”, le dijo al santo.
En su discurso como delegado regio Hernández explicó que, tras “siglos” en los que la “imagen” apostólica “lleva inspirando nuestras vidas y nuestras conductas”, “seguimos acudiendo a ti” para “ofrecerte nuestra plegaria y nuestra oferta por tu intercesión”. Entre los asuntos para los que, en nombre del rey, pide ayuda el alcalde compostelano están los “factores que superan de forma manifiesta nuestra capacidad”, como la violencia machista, el terrorismo o “la propagación de enfermedades mortales”, pero también “quisiera que nos acompañaras -rogó- en la tarea de luchar sin límites contra la corrupción, para tratar de erradicarla definitivamente de la vida política y social” y “nos ayudes en la recuperación de principios y valores” a los que “ya se había referido el admirado Juan Pablo II”.
Como ya había acontecido en la misma ceremonia en 2013 y 2012 la oración de las autoridades también sirvió para pedir auxilio espiritual en la gestión de la crisis económica y de sus efectos. En este caso, Agustín Hernández pide que la “luz” de Santiago Apóstol dé “calor a todos, alejando de quien las padece las penurias de la pobreza y acercándonos a una sociedad a cada paso más fraternal y solidaria”. Del mismo modo, considera también dignos de intervención sobrenatural el ejercicio de dos previsiones constitucionales: “el derecho al trabajo y a la vivienda”, para que “sigan siendo nuestro objetivo prioritario”. “Te ruego que nos acompañes en nuestro trabajo, de una forma especial a los que tenemos deber y responsabilidad de gobernar” porque “no siempre es fácil acertar completamente”.
Hernández expresa todas estas súplicas desde la “confianza” en un santo del que también recupera la que, según la mitología, es una de sus especialidades: la garantía de la unidad de España. “Sabemos que nos vas a ayudar a reforzar, como has hecho en el pasado, nuestra unidad y nuestros deseos de convivencia, aquellos que hemos establecido de común acuerdo” y que “nos han servido para mejorar como pueblo”. Todos estos “deseos y plegarias”, advierte el popular, son expresados desde el “convencimiento” de que, “aun siendo de mi completa responsabilidad, responden al superior criterio de quien represento en esta conmemoración”, esto es, Felipe de Borbón quien, recuerda, ya como príncipe acudió a la Catedral compostelana para pedir que “jamás carezcamos del brillo de vuestra ultraterrena y misericordiosa mirada”.