La abiraterona es un potente fármaco contra el cáncer de próstata. De reciente aparición -en los Estados Unidos, por ejemplo, comenzó a emplearse en 2011- resulta eficaz en las personas que sufren este tipo de tumor y afectados por una metástasis -extensión a otros órganos- pero no responden a los “tratamientos convencionales”, esto es, a otros principios activos empleados en los tratamientos de quimioterapia. Diversos hospitales del Estado, entre ellos el Lucus Augusti de Lugo, administran ya la abiraterona por estar ya probada su eficacia para frenar la dolencia y para incrementar las ratios de supervivencia. Pero esto no sucede con normalidad en el Clínico de Santiago (CHUS), donde al menos tres pacientes oncológicos llevan ya seis meses esperando por este principio activo. ¿La razón? Su precio.
Quien lanza esta alerta es la Asociación de Usuarios del Servicio de Oncología (Auso) de este centro hospitalario, hasta hace bien poco considerado una referencia en el tratamiento del cáncer. Los profesionales del prestigioso equipo oncológico del hospital vienen recomendando desde hace seis meses, según denuncia Auso, que la abiraterona sea administrada. Pero necesitan que la dirección del hospital autorice el gasto y esta se viene “negando sistemáticamente”, aunque esto suponga “contravenir la opinión médica”, censuran. La presidenta del colectivo, Montse Recalde, considera “evidente”, en conversación con Praza Pública, que son los motivos económicos los que están detrás de este aplazamiento, sobre lo que la dirección del centro hospitalario “nos dice simplemente que la Comisión de Farmacoterapia” del Sergas “aun no ha tomado una decisión a respecto de este medicamento”.
¿Pero, es imprescindible la entrada en escena de este organismo? No. “Cuando esto sucede -explica Recalde- la dirección del CHUS” suele “autorizar la aplicación de este medicamento paciente por paciente”, pero en este caso “no se autoriza”. “Es la primera vez que pasa pero mucho nos tememos que pase más de ahora en adelante, por los recortes”, lamenta, en un contexto en el que Auso lamenta que “la dirección del hospital de Santiago prefiera supeditarse a criterios económicos y ahorrar los 25.000 euros que viene costando un tratamiento de 8 ciclos por paciente”. “Así lo constata el hecho de que ese tratamiento se haya administrado mientras fue gratuito, en el período de expansión previo a su comercialización, para suprimirlo después”, añaden. “Nos preguntamos si gestores sanitarios y partidos de gobierno están dispuestos a sacrificar a los enfermos más graves y costosos para tranquilizar los mercados”, dicen.
Otras deficiencias del servicio
Si bien es la primera vez que se produce este tipo de aplazamientos en la administración de un tratamiento de quimioterapia las protestas de Auso no son inéditas. “Ya salimos varias veces a protestar por el funcionamiento del servicio”, recuerda la presidenta de Auso, haciendo especial hincapié en el hecho de que muchas de sus reclamaciones “no cuestan dinero”. Son, por ejemplo, la petición de “que se pusiera un teléfono de atención continuada” para enfermas de cáncer, “para evitar que ante las dudas que los asaltan en su casa” sobre, por ejemplo, la manera de administrarse una medicación, “tengan que desplazarse a Santiago”, más aún toda vez que por las vías de contacto telefónico común en el hospital de día del CHUS “no te cogen el teléfono”, a causa de la gran saturación.
A diferencia de otro tipo de pacientes “un enfermo oncológico ya tiene todas las pruebas, lo que le pasa ya lo sabe” y, por lo tanto, la inexistencia de este canal de comunicación lo obliga a acudir al hospital y, “si tiene la mala suerte de que sea un viernes a partir de las tres de la tarde” o durante el fin de semana, “tiene que ingresar por urgencias” lo que, evidencia, es “ineficiente”, porque se le realizarán exploraciones que ya le fueron hechas.
El pasado mayo, en una reunión con Auso, la dirección del centro “había quedado de poner un correo electrónico” para atender este tipo de consultas, “pero seguimos esperando”, lamenta Recalde en un contexto en el que, recuerda, “el equipo médico” de Oncología del CHUS “es un gran equipo”. Lo que falla, asegura, es la “capacidad” para resolver “cuestiones administrativas” o incrementar el personal al servicio de los pacientes.