“No estoy en absoluto de acuerdo con la demonización que se hace de ustedes”. El presidente de la Xunta era consciente de que hablaba a doscientos “empresarios católicos” -el término que él mismo empleó- cuando pronunció esa frase. Lo hizo en un lugar tan simbólico como el monasterio de San Martiño Pinario, sede del seminario mayor de la Archidiócesis de Santiago, organizadora del segundo encuentro para emprendedores Ética. Bien Común. Sostenibilidad. La Hospedería del Monasterio estaba abarrotada para una inauguración en la que el número de autoridades eclesiásticas superaba por goleada a las civiles.
Empezando por el anfitrión, el Arzobispo titular, Francisco Prieto, que dejó salir su galeguismo en una intervención bilingüe -algo que no haría el jefe del ejecutivo autonómico-. Como el Arzobispo es algo así como la realeza compostelana, Santiago también tiene su emérito, Julián Barrio, el creador de este encuentro hace dos años.
Prieto dio paso al presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, a quien poco le faltó para atribuir orígenes bíblicos al empresariado. “La actividad del empresario es consustancial a la propia existencia del hombre”, aseguró para añadir que “el deseo de lograr una vida buena forma parte intrínseca del ser humano”.
Después, a preguntas de los medios, respondería a la vicepresidenta Yolanda Díaz -que lo comparó con Trump y Milei por su idea de pagar la nómina completa a los trabajadores y que luego ellos ingresen sus cotizaciones- que “”Nosotros no estamos en campaña“. Pero, antes, desde el atril, tuvo tiempo de felicitar a Rueda por su victoria en las elecciones, un resultado con el que se le veía muy a gusto: ”Todos queremos esa Galicia más próspera, más moderna, más comprometida con las necesidades no sólo de los gallegos sino también de los españoles y, la verdad, presidente, pensamos que eres la persona adecuada para seguir y así lo han dicho los gallegos“.
Garamendi felicitó a otro recién elegido, el nuevo presidente de la Conferencia Episcopal, quien se lanzó al rescate de las palabras y acabó reivindicando la fraternidad no sólo como un lema “de la Revolución Francesa” sino propio del vínculo de la religiosidad -es lo que toca al ser todos hijos de un mismo padre-. Tras él, intervino el nuncio del Papa en España, Bernardito Ariza, quien parece no marchar nunca de Santiago -fue, por ejemplo, quien anunció que el Año Xacobeo 2021 se prolongaría también en el 2022- lo que, para Rueda, siempre supone buenas noticias.
El encargado de echar al cierre a la inauguración no disimuló su alegría por ser ese su primer acto tras ser investido presidente, en la víspera de su toma de posesión, y ahí fue cuando contó a los empresarios que habían sido los protagonistas de un “debate intenso” en el Parlamento. Su postura, por si no había quedado clara, pasaba por “defender a la clase empresarial” y no poner por norma “en remojo” los proyectos que le presentasen. La sombra de la macrocelulosa de Altri en Palas de Rei planeó también por un momento bajo esos tejados medievales.
El encuentro tuvo su prólogo la tarde noche del jueves a sólo unos metros de allí, en la Catedral. Los participantes escucharon dos piezas de Mozart: la festiva sinfonía número 34 y la Misa de la Coronación, que coincidió casi en el tiempo con la investidura de Rueda aunque fuese compuesta para una Pascua que Argüello no olvidó felicitar.
La música vino después de la misa del Peregrino, donde intervino el arzobispo Vicenzo Paglia, presidente de la Academia Pontificia de la Vida y Gran Canciller del Instituto Juan Pablo II. Allí invitó a pedir la paz en todos los países de la tierra -relató que hay 59 guerras en marcha en este momento- y hacerlo junto al pontífice, Francisco, quien “a veces está muy solo”.
Este viernes, tras la inauguración, Paglia fue el encargado de pronunciar la primera ponencia del Encuentro. Tocaba hablar de ética y el arzobispo optó por las contribuciones de la Iglesia Católica a la de la Inteligencia Artificial. Para su doctrina, “el cuerpo es de una importancia inimaginable” ya que “el centro de nuestra fe es la resurrección de la carne”, algo que olvida una IA, que carece de materia. “Es un gravísimo pecado”.