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HolaNola, cuando los músicos de Nueva Orleans aprenden a tocar la pandereta en Santiago de Compostela

A principios de los años 50 del pasado siglo, el folklorista americano Alan Lomax pateó Galicia buscando los sonidos y la esencia de la música tradicional más ancestral, que acabaría cautivándolo. De la Costa da Morte hasta O Ribeiro, desde Os Ancares a Santiago de Compostela. Una de aquellas grabaciones recogía el chiflo de un capador de Luíntra (Ourense). Aquel sonido acabaría inspirando los primeros compases del tema “The Pan Piper” que Miles Davis incluyó en su disco “Sketches of Spain” (1960).

Poco podría imaginar la familia Lomax que, casi cien años después, los sonidos de las riberas del río Mississippi y la música ancestral de Galicia iban a reconectarse a través de un proyecto tan inédito como singular: el festival-laboratorio Holanola. Asentado en Santiago de Compostela y con ramificaciones en Oporto y Lisboa, el Holanola basa su filosofía en el encuentro, el enriquecimiento mutuo y el intercambio de ideas entre creadores, invitando a Galicia a músicos rescatados directamente de la escena local de Nueva Orleans, la principal ciudad del Estado de Luisiana. Su ubicación, en el Golfo de México, convierte a esta ciudad en una frenética coctelera de músicas que van de la influencia francesa a la africana, pasando por el criollo o el cajún.

“Es algo fascinante, me impactó la ciudad y su energía musical, por eso comenzó la idea”, rememora el promotor de conciertos compostelano Martín Calviño, impulsor del Holanola. Hace unos años, Calviño viajó por vez primera a Nueva Orleans. Es también organizador del Outono Códax y su cometido era contactar con Irma Thomas, la llamada “reina del soul de Nueva Orleáns”, una leyenda de la música que acabaría viniendo a Santiago. Como también acabaría viniendo Big Chief Monk Boudroux, el jefe indio de mayor edad y un referente social y cultural en la ciudad. “Allí percibí lo que sentían por la música, que está por todas partes. La viven de forma increíble y nos propusimos traer un pedacito de Nueva Orleans a Santiago y a la Península Ibérica”, explica sobre este evento que lleva en su nombre la palabra Nola, como se conoce coloquialmente a Nueva Orleans, la ciudad en la que se celebra el popular Mardi Grass, el mayor carnaval de todo Estados Unidos.

El pasado año puso en marcha la idea y este año la expandió también a Portugal. “Más que un festival, esto tiene intención de convertirse en un laboratorio, traer grandes músicos que vengan, se integren, disfruten e intercambien”, explica Calviño desde Lisboa, donde está cerrando el periplo europeo del Holanola. En esta edición, han pasado por el festival, entre otros, artistas interesantísimos como Sabine McCalla, Duff Thompson o el vocalista y cantante de la banda The Deslondes, Sam Doores. Un cartel de excelente nivel por la parte americana, complementado con músicos experimentados como Carlos Childe, Julián Maeso, Adrián Costa o Josemi Carmona u otros llegados de Portugal como Fado Violado o B Fachada.

En la extensión de Holanola en Lisboa, estuvo una de las artistas que viajó este año desde Nueva Orleans, la cantante Gina Leslie, dando a conocer sus canciones luminosas que planean entre el country, el jazz y el folk: “Es una experiencia increíble. Nunca había sentido esto de meterse cada uno en otra banda de gente desconocida y sentir esa transformación”. A través del Holanola convivió de cerca con artistas gallegos como Paloma, Adrián Costa o Sabela Rey y Benxamín Vázquez, del dúo Mallou, que reinterpretan desde una mirada contemporánea la música de raíz tradicional. “Ha sido una oportunidad única poder estar juntos, compartir y lograr una conexión a través del lenguaje universal de la música”, explica Gina Leslie al teléfono desde Lisboa, avanzando que le gustaría “continuar en contacto y generar más cosas en el futuro”.

Igual que Leslie, otros músicos de Nueva Orleans asistieron en las dos ediciones celebradas a talleres de pandereta y conocieron a miembros de algunas de las agrupaciones de música tradicional mas arraigadas en Compostela, como Brincadeira o Cantigas e Agarimos. “Han estado juntos comiendo, hablando, aprendiendo, tocando todo el día y disfrutando en una experiencia única por donde nos gustaría tirar, conectándolos con la música tradi o el flamenco”, confiesa Martín Calviño, también gestor de la Sala Riquela, epicentro de este festival.

Lejos del estrés de los macrofestivales

Con esta filosofía, Holanola busca convertirse en una alternativa cálida y hogareña, alejada del estrés de los macrofestivales. Aquí no hay ni una parrilla de actuaciones ajustadas, ni horarios rígidos, ni la obligación de telonear estrellas a media tarde con el sol cayendo a plomo. “Los músicos están aquí para buscar formas de entenderse y enriquecerse. Han compartido residencia varios días en Noia, estudiando músicas de raíz que van del flamenco a la música tradicional gallega”, explica el periodista y crítico musical Fernando Navarro, asesor en la línea editorial del certamen y buen conocedor de las entrañas musicales de Nueva Orleans, ciudad a la que ha viajado en varias ocasiones.

A Navarro le sorprendió desde el primer momento la particular idiosincrasia de la escena musical de esta ciudad, con artistas que huyen de ser rehenes de la industria musical y funcionan al margen de cauces comerciales o circuitos de promoción. “Son músicos locales que viven y tocan en una escena real, en bares o en la calle, herederos de esa tradición que mezcla el jazz, cajún o folk. La esencia es el concepto de comunidad y de escena alternativa frente a los formalismos de la industria”, añade esta voz autorizada del periodismo musical.

Nueva Orleans lleva en su ADN histórico la pobreza, el abandono y unos altos índices de delincuencia. Esta situación todavía fue a peor con los efectos devastadores del huracán Katrina, que en 2005 dejó más de dos mil muertos. Los meses posteriores al Katrina y la capacidad de reconstrucción de la ciudad, quedaron contados en la histórica serie Treme, donde la música tenía una parte clave. “Sin recuperarse todavía de estos efectos, siguen celebrando cada día la vida a través de la música y eso es algo fascinante, que viaja con ellos”, reflexiona Navarro sobre estos músicos, para algunos de los cuales estar en el Holanola les ha dado la oportunidad de salir por vez primera de Estados Unidos. “Imagínate venir de este ambiente de Luisiana y salir de allí por vez primera para venir a Santiago y caer en medio de este laberinto de piedra”, indica Navarro.

La batidora de ritmos que emergen de las calles de Nueva Orleans daría para cubrir una enciclopedia de la música. Martín Calviño, Fernando Navarro o el también periodista Jacobo Rivero, que asesora musicalmente el Holanola, han podido detectar en las agitadas calles de la ciudad, desde escena funky, pasando por hip hop callejero hasta improvisación colectiva desde el jazz. “Ahora emerge una escena folk muy interesante, con artistas blancos que han llegado hasta allí desde otras partes de América. Se está incorporando el folk a la escena de Nueva Orleans, lo cual abre una interesante conexión con Galicia”, anticipa Fernando Navarro sobre la línea artística que podría explorar el Holanola en futuras ediciones.

“Dicen ellos que no se levantan con el objetivo de ir a una actuación sin más, sino por el placer de disfrutar tocando con otros músicos”, concluye Navarro sobre la filosofía que el Holanola quiere trasplantar a Santiago de Compostela. Nunca pensaron los Lomax que las músicas que investigaron hace casi un siglo, acabarían conectándose un día, de las riberas del Mississippi a las orillas del río Sar.