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José Afonso no Xepangara: la huella africana en la vida y obra del cantor de la Revolución de los Claveles

Daniel Salgado

Santiago de Compostela —

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El sonido de pasos sobre grava anticipa uno de los versos más célebres de las músicas comprometidas: “O povo é quem mais ordena”. La emisión de Grândola Vila Morena, canción a capella de José Afonso, en Rádio Renascença a las 00.00 horas del 25 de abril de 1974 fue la señal de inicio de la Revolución de los Claveles y, así, del derrocamiento de la dictadura portuguesa. Solo este acontecimiento, y su función en él, le ha garantizado a Afonso un lugar en la historia de la emancipación humana. Pero su obra, su vida, no la agotan aquella noche de hace medio siglo ni la idea de cantautor a la que se suele asociar su figura. Intelectual de intervención, poeta de amplio registro, dueño de una voz portentosa y conmovedora, autor de discos con una profundidad y riesgo apenas alcanzado por sus coetáneos –de Portugal o más allá–, había una cara del poliedro quizás no tan atendida: la africana. Un grupo de músicos de habla portuguesa pero de latitudes distantes se han conjurado para celebrarla y el 29 de septiembre lo harán en Santiago de Compostela, dentro del Festival Maré.

La propuesta responde al nombre de Lá no Xepangara, el mismo título que un corte del a un tiempo esplendoroso y sombrío Coro dos Tribunais (1974). Afonso envolvía esa pieza en arreglos africanistas –la dirección artística corría a cargo de Fausto, otro titán de la música política portuguesa– recuerdos de sus días en Mozambique. Se había mudado en 1964. Trabajaba de profesor. Xepangara era un barrio de Beira, la ciudad en que residía, que adoraba explorar y donde escuchó por primera vez a Miriam Makeba o los ritmos de Soweto. El país era entonces colonia de Portugal y allí el músico completó su toma de conciencia política. “África es importante para José Afonso también términos políticos”, concede Manuel de Oliveira, director artístico de Lá no Xepangara, en conversación con elDiario.es. No era la primera vez que pisaba el continente. Durante su infancia y adolescencia, nacido en 1929 e hijo de un juez, ya había pisado Mozambique. También Angola. Pero la agitación anticolonial de los 60 marcó a fuego su identidad. Y su música.

“Se convirtió en un paladín de la lucha anticolonial”, confirma De Oliveira, “y como maestro de escuela y humanista, en un defensor de la importancia de la música en la lucha por los derechos”. “Un hombre nuevo llegó de la selva / arma en mano, no es soldado / de profesión, es guerrillero / su madre lo dice en la aldea”, cantaba en O homem novo veio da mata, una alegre apología de la insurgencia antiimperialista en el África de los 70, irresistiblemente rítmica. La incluía Enquanto há força, su disco de 1978, del que alguna vez el propio Zeca Afonso dijo ser el favorito de entre los suyos. Fue en esa etapa, la de la Revolución y los años posteriores, cuando el universo africano afloró con mayor intensidad en su obra grabada. Aunque no por primera vez, ni mucho menos: en Traz outro amigo tambén, de 1970, registrado en Londres bajo la atenta mirada de dos exiliados brasileños –Gilberto Gil y Caetano Veloso– y de sonoridad austera, había incluido Avenida de Angola.

Coímbra, Galicia, el África lusófona

“Es al alcanzar un sonido más maduro el momento en el que África está más presente en su música”, asegura De Oliveira. Como si completase, ahora sí, lo que el músico portugués que lidera La no Xepangara considera tres fuentes fundamentales de la obra musical de Afonso: la balada de Coímbra –“siempre está ahí, en su modo de cantar”–; las melodías y formas tradicionales de Portugal “y también de Galicia” –Achégate a mim, Maruxa, en Fura fura (1979), por ejemplo–; y África, el África sometida al yugo portugués y que lograba la independencia tras años de lucha armada en la estela de la Revolución de los Claveles. Ellas y el diálogo con otros músicos, José Mário Branco, el ya citado Fausto o Júlio Pereira, permitieron al autor de Grândola elaborar una asombrosa secuencia de discos, en la que política revolucionaria y experimentación artística se cruzaban una y otra vez. El cantautor que había emergido en los ambientes renovadores del fado y la balada tradicional, y los había revolucionado con Vampiros o Menino do Bairro Negro, pertenecía prácticamente a otra era geológica. Antes de la Revolución.

“En Portugal existe cierto desconocimiento de lo que fue la obra de José Afonso”, expone De Oliveira. No de su figura ni de su papel cultural y político. Próximo a Luar (Liga de Unidad y Acción Revolucionaria), una singular organización socialista de impronta libertaria, relacionado con el maoísmo y a menudo percibido como compañero de viaje del Partido Comunista de Álvaro Cunhal, Grândola y su carácter de símbolo acabó por de alguna manera oscurecer la riqueza insondable de su legado. “También influye la deshumanización de la música, algo que alimenta el mainstream”, añade. Lá no Xepangara es la operación que De Oliveira ideó para contribuir a solucionar esa desmemoria.

Contemporáneo e intemporal

El origen remoto de la iniciativa son conversaciones con Janita Salomé, cantor que colaboró con el propio Zeca en sus dos últimos discos, Como se fora seu filho (1983) y Galinhas do mato (1985), que apenas pudo terminar ya muy enfermo de la esclerosis que acabaría por matarlo en 1987. Su hermano, Vitorino, había compartía generación y militancia en la canção de intervenção –una de las denominaciones, no la menos discutida, para aquella música popular portuguesa– con José Afonso. También grabaciones, Coro dos Tribunais (1974), entre otras. “Sería allá por 2010 que hablaba con Janita sobre la influencia africana en Zeca, pero no fue a más. Hasta ahora”, comenta. Ha reunido músicos de Portugal (Edu Mundo, João Frade y Albano Fonseca), Mozambique (Selma Uamusse e Isabel Novela), Brasil (Fred Martins) y angola (Dilson Pedro) para enfrentarse a algo así como el repertorio africano de Afonso. Al concierto de Santiago de Compostela se sumarán artistas gallegas: Uxía, Faia Díaz, Carlos Blanco o A Pedreira. La conexión gallega de Afonso no fue menor, desde su amistad político artística con Benedicto de Voces Ceibes hasta el estreno en público de Grândola en una actuación antifranquista en 1972.

“Al revisar su obra siempre descubres elementos nuevos. La contemporaneidad, o mejor la intemporalidad de su mensaje humanista, que nada tiene que ver con partidismos, sigue asombrando”, dice, “y aunque en Portugal, como en Europa y en el mundo, hay fuerzas reaccionarias opuestas a lo que él defendía, también existen contrafuerzas”. Gente que resiste, músicas indomables. Como la que sonó en Rádio Renasçença hace 50 años y señaló la apertura de las alamedas de la libertad en Portugal.