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Martiño Noriega: “Sigo creyendo en Anova, pero debemos exigirnos más porque dijimos que somos diferentes”

Martiño Noriega acaba de tomar la decisión de dimitir como coordinador nacional de Anova, la organización que tuvo como germen la salida del Encontro Irmandiño del seno del BNG y el posterior proceso asembleario. Alcalde de Teo desde 2007, Noriega se dispone a “cerrar un ciclo” institucional mientras insiste en la necesidad de articular un nuevo “sujeto político gallego” lleno de “vasos comunicantes” con la sociedad. Tras anunciar su renuncia, explica que llegó a sentirse “encorsetado” en el cargo al que llegó tras la fundación de Anova y considera que, incluso “en las herramientas partidarias más innovadoras”, hay quien solo asume “la emergencia social del momento en el discurso, pero no en la praxis”.

¿Qué factores influyen en su decisión?

Me gustaría –no por estética, sino por posición personal– desdramatizar la toma de decisiones, porque abandonar posiciones de responsabilidad partidaria no significa, en ningún momento, abandonar la pelea. Y porque mi compromiso con Anova como militante, dentro de la coordinadora nacional, con AGE, con el Ayuntamiento y con mi praxis política sigue absolutamentente vigente, porque es máís necesario que nunca. Otra cosa es que yo, personalmente, haga una reflexión sobre dónde puedo rendir más, sobre cuál es la situación social y cómo puedo economizar mis energías y concentrarlas donde entiendo que es más necesario. He llegado a la conclusión de que mi responsabilidad como coordinador nacional de Anova me encorsetaba para hacer otras cosas y me impedía estar donde quiero estar. Mientras nosotros estamos aquí, Roma arde, como comento muchas veces.

¿Dónde no ha podido estar o qué cosas no ha podido hacer desde esa responsabilidad?

Hace año y medio, cuando hicimos lo que hicimos, lo hicimos porque entendíamos que estábamos obligados a generar nuevas herramientas políticas para una mayoría social que demandaba una nueva manera de funcionar, tanto internamente en las organizaciones como socialmente. Y ahí concentramos todas las energías. Es cierto que, con el paso del tiempo, lo que puede acontecer en estructuras partidarias como Anova o en coaliciones como AGE no es aislado. Existe en la mayoría de los planteamientos partidarios, incluso en los de nuevo cuño. Cuando comienzas un nuevo camino no haces tabula rasa, llevas contigo el pasado. La cuestión es si este pasado no te condiciona hasta el extremo de comenzar a repetir mecanismos de los que saliste huyendo. En este sentido sí que ha habido una reflexión de que mi responsabilidad como coordinador, que muchas veces exige equidistancia y equilibrio, me impedía volcarme en lo que yo creo que tiene que ser Anova, que es en la concentración parcelaria de las energías de este país en grandes coaliciones. Y me limitaba mucho en lo que es un mal endémico de las formaciones partidarias: la distancia respecto a los problemas sociales y la pérdida de tiempo y espacio en debates que no valen la pena. En estos meses ha habido un proceso de contactosdentro del frente amplio y he comprobado que esta cuestión no es ajena a las fuerzas políticas soberanistas, independentistas y de la izquierda federal. He llegado también a la conclusión de que las herramientas partidarias, incluso las más innovadoras, siguen sin interiorizar lo que está aconteciendo, siguen instaladas en posiciones puramente electorales, en cuestiones de esgrima, y siguen sin asumir la emergencia social del momento. La asumen en el discurso, pero no en la praxis. He contextualizado llo que estaba ocurriendo y he tomado una decisión personal.

¿Ha habido un detonante que haya precipitado esa decisión que, por lo que dice, ya tenía en mente hace tiempo?

Yo, en su momento, cogí la responsabilidad un oco a disgusto. Ideológicamente creo en la izquierda real y en la reivindicación identitaria, pero también tengo un componente en el que a veces incido, y es que soy sobrino de Bakunin [se ríe] y las estructuras partidarias me provocan, a veces, algo de alergia. Pero veníamos de un proceso asambleario con listas abiertas en el que yo había sido el más votado y entendí que tenía que responder a ese mandato de la militancia y asumí esa responsabilidad. Cierto es que esto es un proceso acumulativo: te encuentras con dificultades para hacer tu trabajo y compruebas que te acabas encorsetando en dinámicas que no son productivas y reproducen modelos muy interiorizados en la izquierda, tanto en la nacionalista como en la federal.

No obstante, en los últimos días se ha atribuido su decisión a hechos muy concretos, como la expulsión y la baja de militantes o la cuestión del escaño de AGE...cuestión del escaño de AGE

Por eso digo que es un proceso acumulativo. Para mí, procesos de expulsión de militantes son injustificables en una organización que se dice de nueva cultura política. Y la propia gestión del escaño de Ourense, no tanto desde el punto de vista de Anova, sino del conjunto de AGE, yo creo que no fue resuelta de una manera satisfactoria o por lo menos de la manera que se esperaba de nosotros. Yo dije desde el principio que no se habían adoptado decisiones para no seguir empeorando la situación y parece que se adoptaron todas para seguirla empeorando, hasta el límite. Pero yo desdramatizo todo esto, forma parte del camino que tenemos que recorrer y de las contradicciones que tenemos que gestionar. Y no pasa nada por asumirlas. Yo sigo acreditando totalmente en el proyecto de Anova, creo que nos debemos exigir más porque dijimos que éramos diferentes y la gente espera más de nosotros.

¿Le preocupa la situación en la que queda AGE tras ese conflicto por el escaño de Ourense?

Me preocupa que una cuestión como la del escaño de Ourense condicione un proyecto como el de AGE en un momento de emergencia social como el actual. Pero yo creo en la responsabilidad de las partes. Yo no hablo nunca de AGE como puerto de llegada, lo hago cómo primer escalón, como germen. Es una coalición partidaria y hay que abrirla a la sociedad, a los movimientos sociales y hacerla participativa y acumulativa. Y también a otras estructuras partidarias. Hay que practicar un grado más de mestizaje, es necesario, y terminar con determinadas fronteras mentales. Siempre teniendo claro el compromiso en lo identitario y en lo social y en la porosidad. Yo creo en la gente que hay en este espacio y de él brotarán iniciativas interesantes. Sí me preocupa que las cuestiones que intentamos superar sean las que nos condicionen y acabemos absolutamente enredados con ellas. Pero también soy consciente de lo que representa AGE para el poder, de los miedos que tiene, y por eso los ataques furibundos. Pero yo tengo confianza e ilusión.Hay quien decía estos días que AGE ya tenía su pecado original...

Hay quien decía estos días que AGE ya tenía su pecado original...

Los cobardes no erran nunca. Manuel Rivas siempre habla de que el mundo se divide entre los que plantan y los que pisan. Plantando corres el riesgo de confundirte, igual que en la vida individual. AGE no es inmune ni tiene el don de la perfección. Otra cosa es que lo intente y que explicite que quiere hacer caminos nuevos. Esa es la diferencia y los errores hay que asumirlos, explicarlos e intentar no complicarlos.

Una vez pasado el terremoto interno que acaban de vivir, ¿la sociedad interpretará que AGE no era lo que pensaba?

Una vez pasado el terremoto interno que acaban de vivir, ¿la sociedad interpretará que AGE no era lo que pensaba?

La sociedad debe intentar entender que los procesos son complejos y que para construir algo nuevo no hay una fórmula exacta. Pero tenemos muchos compromisos y a veces renunciar a responsabilidades partidarias tiene una carga simbólica que yo quiero reivindicar. Aquí cabemos todos y no nos debemos aferrar a nuestras posiciones para seguir construyendo y acompañando ese proceso. Sobre posibles frustraciones que se puedan dar por todo este cúmulo, tenemos que gestionarlas y seguir mirando, aún con el pesimismo de la razón, con el optimismo de la voluntad. Si no, estamos perdidos y cerramos el país.

¿Piensa que la gente que vio con simpatía o esperanza la emergencia de Anova y AGE puede sentir esa frustración de la que hablaba?

A mí eso me preocupa mucho. Si decimos que vivimos en una situación límite, debemos construir herramientas que respondan a esa situación. Gestionar la frustración social respecto a una ola de ilusión que surgió en un momento determinado me preocupa mucho. Aun así, soy de los convencidos de que ese proceso que se comenzó a dar es irreversible. Es un proceso de nueva cultura política, de nuevas herramientas de representación partidaria y de acumulación de fuerzas. Hay que subir un escalón más, que es abrir ese proceso de acumulación de fuerzas a los movimientos sociales bajo dos cuestiones: un programa de ruptura en lo social y un programa, en lo identitario, de reconocimiento del derecho a decidir de los pueblos del Estado. Y si nosotros no somos capaces de hacerlo, otros lo harán. Cada vez tiene que tener más peso el componente ciudadano, no el puramente organizado. Y aunque haya quien no esté enterado, es así.

¿Sigue habiendo un cierto pudor a comunicarle los problemas a la gente, aunque se vayan de las manos?

A veces hay problemas de comunicación y otras, un interés por parte de los poderes fácticos en eliminar cualquier posibilidad de proyectos alternativos. Y eso lo debemos saber quienes estamos en proyectos alternativos, no jugamos en el mismo campo, jugamos en condiciones de desigualdad y estamos, como dicen los Ataque Escampe, en una misión de audaces. Y tenemos que saber que la sociedad nos va a exigir mucho más y no nos va a pasar lo mismo que les pasa al resto. Estamos exigidos a dar mucho más que los que decimos que están vendiendo nuestros derechos y el propio país.

¿Y ahora, qué? Tanto a nivel personal como organizativo, toda vez que seguirá afrontando estas cuestiones desde las siglas de una organización como Anova.

Es curioso, porque mi camino, más allá de la cuestión organizativa, va a seguir siendo el que ha venido siendo durante todos estos años. Muchas veces se piensa que la acción política está vinculada a los cargos y yo vivo a mucha distancia de esa carguitis o de esas responsabilidades. Yo creo más en la acción. Tengo también una responsabilidad institucional y un ciclo por cerrar, en un momento en el que tengo mucho retorno porque se ven muy bien los frutos del trabajo. Y tengo un compromiso con una organización política en construcción y con un proyecto político que enuncié hace poco. Tanto en la acción social como en la lucha en la calle, en las palestras, en la presencia mediática... mi posición no va a variar, porque no cambió por tener la responsabilidad de la coordinación de Anova, que fue un trabajo añadido. Yo ahora pretendo oxigenarme para seguir en la pelea.

¿Anova sigue siendo una herramienta útil y válida para esa acumulación de fuerzas y para la “ruptura democrática” que viene reivindicando?

No puede ser de otra manera. A los procesos de construcción hay que darles tiempo, los tiempos personales no son los colectivos y no podemos entrar en neurosis colectivas. Yo pienso que hay un período de espacio y tiempo que hace falta respetar en los procesos colectivos. Y no seré yo quien diga que esa herramienta ya no es válida. Yo voy a seguir volcado en un proceso en construcción, porque creo que tanto en el espacio de Anova como en el de AGE existen mimbres y fuerza humana e inteligencia como para ser capaces de responder a los retos. No voy a ser yo quien no participe, otra cosa es que module mi grado de implicación y saque un poco el foco de cuestiones que nos restan energía y nos impiden hacer el trabajo importante.

¿Es una cuestión de dinámicas, de personas o ambas cosas?

Es un mal endémico general de la izquierda de este país. Yo siempre pongo un ejemplo, desde hace muchos años: el de esa persona que siempre va buscando el amor que la complete o el trabajo que la complete y, a pesar de pasar por diferentes personas o situaciones, siempre acaba llegando al mismo lugar. Tendrá que hacer un análisis, si el problema no es el camino, sino nosotros mismos. Nosotros somos nuestros peores enemigos y ahí no hay buenos ni malos. Otra cosa es que tengas o no la voluntad de hacer las cosas de una manera diferente. Yo la tengo y no por estética, sino por necesidad, porque la gente demanda nuevas maneras de relacionarse. Es un grito que está en la calle, si no explicitado, sí en el subconsciente colectivo. Y ahí tenemos que responder.

Entiendo que la ronda de contactos de la que hablaba incluyó a Xosé Manuel Beiras. ¿Cómo asumió su decisión?

Mi relación con Xosé Manuel Beiras es una relación blindada, porque va más allá del político, porque se instala en la hermandad, en la amistad y en el afectivo. Cuando instalas una relación en esas coordenadas, siempre hay respeto mutuo y comprensión. No es lo mismo mi rol que el de Xosé Manuel Beiras, que tiene un mandato de 200.000 personas y una referencialidad social. Y, en ese sentido, él está comprometido con eso y no puede ser de otro modo. Yo tengo un poco más de libertad para escoger dónde me quiero concentrar. Él sabe de mi dedicación y de mi compromiso y por eso respeta mis decisiones.

Este proceso que describe está salpicado por citas electorales y el entorno de AGE y de Anova se pregunta qué es lo que va a hacer ante cada uno de ellos. ¿Cómo ve las elecciones europeas y las municipales, que son las próximas?

Las cuestiones institucionales y las fechas electorales condicionan claramente el nacimiento de lo nuevo, pero hay que contextualizarlos y darles la importancia que tienen. Y lo dice una persona que lleva siete años en una institución. ¿Se puede cambiar la situación sólo desde las instituciones? No, seamos honestos. Se puede ayudar a construir espacios de oxígeno o trincheras de resistencia. No hay que escapar de esos espacios, hay que estar ahí, pero no pueden ser la razón de ser de las organizaciones. Anova AGE o como se llame en el futuro es un proceso de acumulación bajo esa visión frentistapopular del siglo XXI y tiene que estar en las instituciones, sobre todo para generar contradicciones en el sistema y no dejar a la gente desamparada, tanto en la reivindicación como en las propuestas. Pero no pueden vivir solo para eso. Y, más allá de los resultados, el camino tiene que ser el que iniciamos hace año y pico: vamos a ser inclusivos, vamos a dejar los tacticismos y a hacer una propuesta formal sincera bajo una cuestión de no a los vetos y de que aquí cabe todo el mundo que quiera trabajar, que respete el derecho de este país a existir y decidir su futuro y que ocupe un espacio de ruptura en lo social, porque el sistema no nos está dejando lugar para trabajar desde la equidistancia o desde posiciones pactistas.

¿Hasta qué punto se va a implicar en esos procesos?

Me voy a implicar totalmente en ellos, pero no sé el resultado. Puedo explicitarlo, pero para que más de uno baile no depende solo de una persona, sino de un colectivo. Este proceso vale la pena, y a veces se simplifica mucho el discurso. Debemos ir a fórmulas más amplias y no retroceder ni generar frustración, porque la gente está muy desesperada. En este sentido, yo reitero el llamamiento tanto a la creación del sujeto político gallego que tenga en cuenta desde la izquierda independentista a la izquierda federal que reconoce el derecho de autodeterminación del país, con un programa de ruptura. Y una vez creado ese sujeto, con vasos comunicantes con los movimientos sociales, coordinación en el conjunto del Estado porque estamos en un proceso destituyente. Y porque hay que preservar los derechos de los pueblos a existir y los derechos sociales. Y la única manera de hacerlo es de manera conjunta, y si no tenemos por qué compartir la estación término sí que tenemos que compartir el camino, porque el Estado y el sistema no van a dudar. Y los elementos más reaccionarios del Estado tienen un camino que no pasa por nada de esto. Ahí podemos hablar desde procesos soberanistas que se dan aquí con referencialidades como el BNG, como en Euskadi EH-Bildu, como las CUP, ERC, la izquierda federal, la izquierda plural que acompaña a esta izquierda federal... Hay que atender a muchos actores y ese camino es irreversible. No sé cuáles serán los tiempos, pero es irreversible.

¿Se ve participando en estos procesos desde candidaturas o posiciones dirigentes?

Ahora mismo no estoy en posición de hacer proyecciones a futuro. Mi compromiso en el futuro sigue abierto, que yo tome una decisión en clave de responsabilidades partidarias no significa que esto pueda condicionar mi futura participación, pero mentiría si ahora dijera lo que voy a decir en el futuro. Las situaciones son cambiantes y lo que aconteció con la reconfiguración política del país, lo que acontece en el Estado con el finiquito del bipartidismo, la crisis de representación... se están dando de manera acelerada, porque en ños momentos de crisis sistémica los procesos se aceleran.