“Tantas nubes negras no puede ser. Necesitamos también un rayo de sol. Que no se olvide lo que la verbena es en Galicia”. Manuel Carballo, trompetista y uno de los socios de la Orquesta Gran Parada de Negreira (A Coruña), expone casi una filosofía de la celebración. Él y su formación -18 trabajadores- llevan dos meses y medio en el dique seco. Con ellos, las casi 300 agrupaciones musicales que, cada verano, convierten la noche gallega en una verbena casi continua. Pero esta temporada va a ser distinta. El coronavirus y las medidas adoptadas para combatirlo amenazan el medio de vida de casi 5.000 personas. “Se llama fiesta, pero para nosotros es nuestro trabajo”, añade Carballo. Y su trabajo no aparece en ninguna de las fases de la desescalada.
Esta semana, la Xunta se reunía con importantes agentes del sector. El Gobierno gallego manifestaba su voluntad de que “haya verbenas este verano”. Pero, como viene siendo habitual, desplazaba responsabilidades hacia el ejecutivo central y los ayuntamientos: “Las condiciones deben ser marcadas por el Gobierno central mientras dure el estado de alarma y, posteriormente, por los propios concellos”. El único añadido propio hacía referencia a la necesidad de mantener las medidas de seguridad. Baile con distancia social y mascarilla, se entiende.
“Normalmente, cuando la prensa habla de las orquestas, publica esas fotos con miles de personas, macroverbenas. Pero la mayoría no son así”, argumenta José Antonio Blas, director y gerente de una de las orquestas de mayor repercusión, la París de Noia. Recuerda que sus espectáculos -que van más allá de la música e incluyen escenografía, coreografías y potentes juegos de luces- discurren al aire libre. “Y ahí, por lo que dicen los estudiosos, el nivel de contagio de la COVID-19 es mínimo”. Blas suma más razones para reactivar el calendario de actuaciones: “A partir del mes que viene empezará a venir el turismo. Los centros comerciales ya están abiertos. Los cines, los teatros... ¿Qué peligro tiene una verbena? Tal vez las grandes. Pero insisto, la mayoría no”.
Por boca de Blas habla cierta desesperación. Los 37 empleados de la París de Noia han perdido ya casi tres meses de trabajo. “Y seguramente también junio. No sabemos cuando podremos volver a la verbena”, señala. Su temporada, en la que encadenan noche tras noche sobre el escenario, comienza en junio y acaba en septiembre. “Y no somos solo orquestas, es la verbena, todo un sector en el que también hay empresas de iluminación, de carpas, las atracciones... No se han habilitado ayudas para este tipo de compañías”, lamenta, “y si se pierde este año, muchas se verán abocadas a desaparecer”. Según los cálculos que maneja, durante el verano son 50.000 las familias que viven de la fiesta nocturna.
“Situación catastrófica”
Las orquestas y sus agentes todavía no dan por perdidos julio, agosto y septiembre, el corazón de su actividad. Pero admiten que no será facil. Aunque la Xunta haya mostrado su apoyo verbal, después ha lanzado la pelota al tejado municipal. “Si luego los ayuntamientos deciden que no hay permiso para las verbenas, nos convertiríamos en el único sector al que las administraciones no dejan trabajar”, señala Manuel Fariña. Presidente de la Asociación Galega de Orquestras, es además trompetista y copropietario de la Orquesta Principal, que cuenta con una docena de músicos. Su opinión es contundente: “La situación es catastrófica”.
Fariña explica que los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) a los que se acogieron numerosas formaciones acaban el 30 de junio “y no hay una solución a la vista”. Critica, por ejemplo, que, como persona física, pueda pedir un aplazamiento de las letras, pero no como empresa: “Solo te queda pedir un crédito y endeudarte más”. La única salida consiste en volver a la carretera cuanto antes. “Si la gente puede ir a la playa, o reunirse 15 personas, ¿por qué no va a poder haber una verbena?”, se pregunta.
Ángel Seoane dirige una agencia en Melide (A Coruña) desde la que representa 50 orquestas, entre ellas la Fórmula, la Charlestón o la Costa Dorada. “Solamente nos llegan anulaciones. Las comisiones de fiestas tienen reservados los días, pero si los ayuntamientos no dan permiso...”, dice. En su pueblo ya no habrá fiesta do Carme -a mediados de julio. Y para el San Roque, una semana de agosto por la que pasan las formaciones de más renombre de Galicia, las plazas se llenan y el aparcamiento se agota, sus grupos han guardado la fechas. Pero todo es incertidumbre. Lo único positivo que extrae Seoane de este “follón de carallo” es lo que denomina “unión” del sector para ver si sale del atolladero. “Apretamos un poco a la Xunta, que tiene buena voluntad, lo que pasa es que sin el Gobierno central...”, razona.
Teoría de la verbena
En las comisiones de fiestas que menciona Seoane se encuentra otro de los eslabones débiles de la cadena. Formadas por vecinos, durante el confinamiento no han podido realizar su trabajo de recaudación -con el que se sufragan los festejos-, a menudo puerta a puerta. Tampoco han podido organizar iniciativas para reforzar la colecta, como instalar cantinas, abrir bingos o editar libros de anunciantes. “Son tres meses sin recaudar nada. El ánimo decae”, asegura Manuel Carballo, de la Gran Parada. En ella trabajan 18 personas, pero a la vieja usanza: son socias y socios, sin jefe. “El panorama es negro, estamos a la expectativa”, dice, “el problema es que nuestro sector depende de una campaña, el verano. Es como si dejas de recoger la uva en septiembre y octubre. Después en enero y febrero poco vas a recoger”.
A Carballo le gusta trabajar en verano. “Las fiestas son bonitas en verano. Hay gente por la calle, sin curso escolar”, sostiene, y celebra que la Xunta apoye la vuelta de las orquestas a los palcos. “Es algo muy arraigado. Mueve mucha gente y el Gobierno gallego lo vio”, considera. Cumplir con las medidas de seguridad contra el coronavirus no le parece complicado. “Yo soy de Negreira. En las fiestas del pueblo a lo mejor sí hay demasiada gente, pero en el ayuntamiento hay 17 parroquias, con sus fiestas y verbenas. En muchas nunca habrá más de 400 personas en fincas del tamaño de un campo de fútbol”, indica. La verbena con distancia no es una utopía.
El músico de la Gran Parada confiesa, no obstante, que espera tocar este año. “Pocas fechas, quizás un 20%, pero necesitamos la verbena. E igual que no entendemos una fiesta sin pulpeira, tampoco se entiende sin orquestas. Cuando empezó la epidemia, la televisión puso programas para enredar a la gente con tonterías, no debates sesudos. Nuestra sociedad también necesita alegría”, concluye.