Las localidades extremeñas de Don Benito y Villanueva de la Serena van a consultar a sus vecinos si quieren que los dos municipios se fusionen. Si los planes salen adelante, tendrán pocos espejos en los que mirarse en España. En la última década solo se han inscrito dos uniones en esta lista, ambas en Galicia y entre municipios pequeños. Cuando se formalizó la primera de ellas, la de Oza-Cesuras, en 2013, había que remontarse hasta 1981 para encontrar la anterior, que integró a dos pueblos de Burgos.
Fue el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, el que anunció a bombo y platillo en 2012 que Oza dos Ríos y Cesuras, dos pequeños municipios de la comarca de Betanzos, en la provincia de A Coruña, se iban a convertir en uno solo. El resultante iba a tener apenas 5.400 habitantes. Feijóo aprovechó el debate sobre el estado de la Autonomía para avanzar el proyecto y poco más de un año después, atravesando el malestar vecinal, más marcado en Cesuras, y la negativa de los grupos de la oposición en ambos ayuntamientos -PSOE y BNG llegaron a recurrir en los tribunales-, la fusión quedó oficialmente aprobada.
El entonces alcalde de Oza, que hoy sigue al frente del Gobierno local del municipio fusionado, Pablo González (PP), sitúa el germen de la fusión en una idea suya de crear un polígono de servicios intramunicipales entre su ayuntamiento y el vecino de Cesuras. Las poblaciones son cercanas. A los núcleos principales de uno y otro los separa un trayecto de poco más de cinco minutos en coche. La propuesta fue presentada al Gobierno gallego, pero de las conversaciones con la Xunta salió transformada en un plan de fusión municipal. En un momento en el que resonaban los discursos en favor de un adelgazamiento de la administración amparados en la crisis, el equipo autonómico, con Feijóo a la cabeza, acogió con entusiasmo esta vía. El presidente gallego empujó la integración y llegó a afirmar que abriría el camino para lo que preveía que fuesen múltiples fusiones en toda España. “Demuestran -Oza y Cesuras- que hay vida inteligente en los ayuntamientos pequeños”, dijo en 2013.
Ocho años después de la unión, solo otra se ha completado. Ha sido también en Galicia, patrocinada igualmente por la Xunta y entre dos municipios de pequeño tamaño, Cerdedo y Cotobade, en la provincia de Pontevedra. Ahora, dan pasos en la misma dirección Don Benito y Villanueva de la Serena y ahí se cierra la lista.
Pablo González recuerda que cuando empezó a hablar de la posibilidad de una integración con Cesuras muchos tacharon la iniciativa de “idea de bombero”, pero cree que es un camino que “hay que tomar sí o sí”: “La locura es mantener ayuntamientos de 300 habitantes. Es un lujo y la pregunta es si nos lo podemos permitir”. En su discurso, los municipios son similares a las entidades bancarias y las empresas: “Vemos que se fusionan y todo tiende a reducirse y no podemos pensar que la administración local es un ente que no tiene por qué dar ejemplo”. Economista de formación, defiende que los beneficios de las uniones son la “optimización de recursos” y sumar población. Superar los 5.000 habitantes permite acceder a más recursos en el reparto de fondos del Estado y eso repercute en los servicios. A Oza-Cesuras le supone ingresar unos 80.000 euros más al año, indica. La explicación que da a que no haya habido más integraciones en estos años es la resistencia de algunos alcaldes a dejar su puesto y, sobre todo, “el miedo de las poblaciones a una pérdida de identidad”.
En medio de los trámites para iniciar la fusión, el que era alcalde de Cesuras, Julián Lucas, presentó la dimisión. En su momento alegó motivos personales y el actual regidor asegura que tuvo “mucha presión”. Poco después de su marcha trascendió que había sido condenado a un año de prisión por estafa por actividades empresariales relacionadas con el sector inmobiliario. La gestora nombrada para conducir el nuevo municipio hasta las siguientes elecciones locales, que fueron en 2015, la presidió Pablo González. Tras los comicios, se alzó con el bastón de mando y lo ha mantenido hasta la actualidad.
Las reticencias de Cesuras
El anuncio de la fusión dividió en un principio a los vecinos. Lo dice uno de ellos, originario de Oza y que lleva todos estos años trabajando en uno de los bares del pueblo, por el que paran residentes de uno y otro lado. “Notabas que los de Cesuras eran más reacios”, indica. No quiere que sus paisanos lo identifiquen porque considera que en una población pequeña las opiniones políticas son “sensibles”, así que pide no citar su nombre. “A los de Oza nos daba igual”, prosigue. En cualquier caso, transcurridos ocho años cree que “no ha cambiado nada”, que no se han visto más inversiones que antes y que el rechazo ha quedado olvidado: “Seguirá habiendo quien no esté a favor, pero ya no se comenta”.
En otro establecimiento, una mujer que también vivió la integración y tampoco quiere dar su nombre coincide en que la decisión no ha tenido impactos evidentes en el día a día: “Mucho no se notó”. De hecho, protesta por la falta de avances en el proyecto para ampliar el paso para peatones bajo la vía del tren en Oza. Concuerda en que la propuesta de fusión “les gustó menos a los de Cesuras” y dice entenderlo por la amenaza a los servicios. Afirma que allí conservan el centro de salud y el colegio, pero la única oficina bancaria que había cerró sus puertas y ahora deben trasladarse a Oza, en donde quedan dos sucursales. Al decir que funcionan con normalidad recuerda que una de ellas está cerrada en este momento, pero por otro motivo: “Hubo un atraco”.
David Sánchez regenta el bar O Daviz en el núcleo de Cesuras. “Todo el mundo dice que salió ganando Oza y que a Cesuras la dejan morir”, protesta. Se queja de que no hay barrendero, de que hace años se solicitó, sin resultados, que se hiciese un parque infantil y de que hace poco empezaron unas obras que impiden aparcar en el entorno de su establecimiento, pero están paradas y nadie les ha informado de cuándo terminarán. Lo atribuye a que el pueblo no es un lugar de paso y los tienen “abandonados”. Explica que el que era el edificio del ayuntamiento -la capitalidad fue para Oza- sí está abierto a diario y dos funcionarias resuelven los trámites.
Nuevos habitantes censados
El alcalde, por su parte, defiende que las ventajas son “absolutas”. Superado el “mal trago” de prescindir de “cinco o seis” trabajadores municipales, asegura que las ordenanzas se han igualado y que servicios como el de vaciado de fosas sépticas y el saneamiento llegan ya a todos los vecinos. Está pendiente elaborar un plan de ordenación municipal que dé uniformidad a las normas urbanísticas. En esto, los municipios partían de situaciones distintas: Oza tenía un PGOM y Cesuras se regía por normas subsidiarias.
Pablo González enfatiza que el municipio ha ganado 500 habitantes en los últimos dos años. Lo relaciona con la pandemia y el empujón que supuso para que muchos volviesen a pensar en vivir en el campo. Pero defiende, que si hay caras nuevas en el pueblo, es porque se ha dotado de servicios que lo hacen atractivo. El dato no es baladí, porque el declive poblacional estaba rebajando el padrón hacia la barrera de los 5.000 habitantes, que volvería a dejar al municipio con menos fondos en el reparto estatal. Los datos a 1 de enero de 2020, los últimos disponibles en el Instituto Galego de Estatística, dan la cifra de 5.096, pero el regidor dice que con las nuevas altas rondan los 5.300. Añade que en el colegio de Cesuras hay ahora más niños que antes de la fusión. Algunos de ellos son de la parte de Oza, en donde hay una parada de bus para llevarlos a la escuela del otro pueblo. El regidor confía en esos niños, nacidos ya en Oza-Cesuras, para dejar atrás la identificación de los vecinos con uno u otro pueblo.
La Xunta insiste en la vía de las fusiones de municipios. Ha creado un fondo específico dotado con 10,5 millones de euros que se han destinado casi por completo a Oza-Cesuras y Cerdedo-Cotobade. En el presupuesto para 2022 reserva 1,5 millones. Para estos últimos meses del año ha anunciado un estudio de la planta municipal gallega, con la intención de extraer conclusiones y hacer propuestas para promover más integraciones o la prestación compartida de servicios.