El PSdeG ganó con claridad las elecciones generales en Galicia. La polarización, la llamada al voto útil y el alta participación favorecieron a los socialistas, cuyos resultados han ensanchado el espacio progresista gallego, que suma un 53,44% de los votos, casi diez puntos más que las derechas y la ultraderecha (PP, Ciudadanos y Vox).
El PSOE lidera ahora con claridad el bloque de progreso en Galicia, pero no sólo a costa del espacio a su izquierda, que pierde apoyo pero que se ve sobre todo lastrado por su fragmentación, sino también de los votos que consigue de la abstención e incluso del PP.
Ese es el análisis que se deriva del comportamiento electoral de estos bloques. El espacio a la izquierda del PSdeG, formado en esta ocasión por En Común-Unidas Podemos, BNG y En Marea, suma casi 350.000 votos en estas elecciones generales (348.282). Son unos 40.000 menos que en los comicios al Congreso de 2016 (389.045) y que los conseguidos en las elecciones gallegas de septiembre de ese mismo año (390.400). Y baja algo menos de cuatro puntos respecto a entonces, aunque pierde tres escaños.
Hace tres años, la confluencia bajo el nombre de En Marea se había presentado unida y con la inclusión de la rama nacionalista de Anova, que no concurrió en esta ocasión por las divergencias internas de ese espacio. En aquellas anteriores generales, la confluencia había sumado cinco escaños y 347.542 votos, unos 110.000 más que ahora, ya bajo la denominación de En Común, sin la formación soberanista fundada por Xosé Manuel Beiras y el alcalde de Santiago, Martiño Noriega, y sin el partido liderado por Luís Villares, que se ha quedado con el nombre original pero con escasos votos.
En Marea mantuvo la marca y consiguió el pasado domingo menos de 18.000 sufragios (1%). Fue la séptima formación política en Galicia y en las circunscripciones más pobladas, A Coruña y Pontevedra, incluso bajó un puesto al verse superada por los animalistas de PACMA. Obviamente, no sumó escaño alguno.
Tampoco el BNG, a pesar de que dobla sus resultados respecto de las últimas generales, al pasar de los poco más de 45.000 a los casi 94.000 de esta ocasión. Unos 50.000 apoyos más que no han sido suficientes para sumar el deseado escaño, lo que provoca que el nacionalismo gallego se quede sin representación en el Congreso de los Diputados por primera vez en los últimos 23 años, ya que en la anterior legislatura, Anova había colocado a dos de los suyos –Miguel Anxo Fernán Vello y Alexandra Fernández– en la Cámara Baja a través de En Marea.
Las diferencias en En Marea
La renuncia a presentarse de Anova fue una de las consecuencias de las diferencias dentro de esta confluencia, fraguadas desde hace ya muchos meses y que han provocado que este mismo martes se reuniese el grupo parlamentario, todavía entero, para plantear el relevo de Villares al frente de la portavocía tras los pésimos resultados de las generales. Nueve de los catorce diputados firmaron un texto en el que deciden abrir “una reflexión” para relevarlo, pero no ahora, a la espera de que pasen los comicios locales.
Porque la operación para desplazar a Villares ahora no es compartida por todas las corrientes que conviven en la confluencia. Desde Podemos se apuesta por forzar ya su relevo, incluso proponiendo una portavocía rotatoria. En Anova y Esquerda Unida no se comparten ni las formas ni el momento, a pocas semanas de unas elecciones municipales y cuando los focos apuntan a una crisis de fondo en el PP que, al menos en Galicia, sería opacada por al enésima discrepancia en En Marea.
En el horizonte más próximo, los posibles efectos negativos que este debate tenga sobre las mareas municipalistas, como las de A Coruña y Compostela, que mantienen unidas y sin discrepancia a todas sus corrientes y se juegan las alcaldías el próximo 26 de mayo. De hecho, ni el alcalde por la Marea Atlántica, Xulio Ferreiro, ni el compostelano, Martiño Noriega, participaron en la campaña de las generales y ni siquiera manifestaron cuál fue su voto.
En el fondo, la eterna pugna en un espacio en la izquierda que reúne posiciones federalistas, galeguistas y nacionalistas. Y un bloque, a la izquierda del PSOE, que ve lastrada su división pero que mantiene un electorado bastante fiel desde hace bastantes años.
Ahora mismo, el espacio a la izquierda de los socialistas ha pasado en Galicia de representar el 25% en las elecciones generales de 2016 al 21,3% de las de este domingo, mientras que en las últimas autonómicas había llegado a superar el 27% de apoyo en una cita habitualmente con menos participación. En los comicios estatales de 2015 había rondado el 30%.
Todos estos datos tras la irrupción de Podemos. Antes, hace ya siete años, el nacionalismo de Beiras y el federalismo de Esquerda Unida --liderada por Yolanda Díaz-- impulsaron Alternativa Galega de Esquerda (AGE), donde Pablo Iglesias ejercía de asesor sin tener ni tan siquiera en mente la creación de la formación morada. Entonces, en las elecciones autonómicas de 2012, entre esa novedosa opción y el BNG sumaron casi 346.000 votos, solo unos 2.000 menos que los que el pasado domingo tuvieron En Común, el Bloque y la En Marea de Villares. Vasos comunicantes, un mismo caladero de entre unos 340.000 y 400.000 sufragios que, salvo excepciones como el casi medio millón de 2015, se mantiene inalterable aunque con diferentes preferencias.
En esta ocasión, el efecto Sánchez ha llevado al PSdeG a incrementar en más de 175.000 en tres años el número de votos y a ganar cuatro escaños más en Galicia, donde los partidos a su izquierda perdieron 40.000 sufragios y se dejaron por el camino tres representantes y la representación nacionalista en el Congreso. Ambos espacios juntos (PSdeG, En Común, En Marea y BNG) sumaron 873.126 votos en Galicia frente a los 716.366 de PP, Ciudadanos y Vox. 156.760 más a favor del progresismo.