Existe una conexión aérea directa entre Bérgamo, en Lombardía, y Santiago de Compostela. El flujo de viajeros, atraídos por el mito jacobeo, es constante. Y aunque a finales de febrero el coronavirus ya arrasaba el rico norte italiano, donde se tomaban las primeras medidas de confinamiento, Galicia estaba a otras cosas. Había elecciones el 5 de abril. Las encuestas situaban a Feijóo en la delgada línea que separa la mayoría absoluta de los bancos de la oposición a un gobierno de izquierdas y nacionalista. Pero el COVID-19 lo cambió todo. Y obligó al presidente de la Xunta a sacar sus dos barajas. Con una, dirigida a Madrid, juega al barón centrista del PP que promete lealtad al “Gobierno de la nación española”, como le gusta repetir. Con la otra, de consumo interno, emite una crítica incesante a Pedro Sánchez: sin fecha electoral a la vista, Feijóo no ha abandonado la campaña.
La “falta de material sanitario” es, de momento, el carril principal por el que circula la crítica del presidente gallego a la respuesta del Ejecutivo central a la pandemia. Con ella abrió una grieta en el inicial consenso autonómico que sus homólogos y Sánchez se esforzaron en escenificar en la videoconferencia del domingo 15 de marzo. “Pedimos al Gobierno que gobierne”, fue su frase de aquel día. También aseguró que la Xunta no recibía ni mascarillas, ni vestuario protector, ni ventiladores para pacientes desde hacía nueve días. “Por convicción política y por imperativo legal” se mostraba de acuerdo en que el Ministerio de Sanidad centralizase las compras y a la vez denunciaba el “atasco de abastecimiento”.
Lo que Feijóo no mencionó entonces es que las órdenes ministeriales del 15 de marzo que desarrollaban el decreto de estado de alarma afirmaban explícitamente que “los supuestos enumerados en el apartado cuarto de esta orden que recaigan en el ámbito competencial de las comunidades autónomas, se adoptarán por el Ministro de Sanidad en los supuestos en los que actúe como autoridad competente delegada”. Y ese apartado cuatro incluía el “aseguramiento del abastecimiento de productos necesarios para la protección de la salud pública”. La Xunta tenía sus capacidades intactas, lo que contrastaba con la sensación de manos atadas que se empeñó en transmitir el presidente gallego en sus alocuciones públicas.
La perseverancia de Feijóo en criticar a Sánchez no cesó en las primeras semanas de la crisis y se mantuvo tras la segunda videoconferencia de los presidentes autonómicos con Sánchez el pasado domingo, 22 de marzo. Las críticas del barón gallego tienen marca de la casa y se diferencian de las de Casado en que Feijóo vende hacia fuera gestos de lealtad, mientras para consumo interno desarrolla un discurso de campaña basado en que Galicia lo hizo todo bien mientras España la abandonaba.
Durante sus comparecencias casi diarias, el presidente de la Xunta fue deslizando, queja tras queja, frases como las siguientes: “El personal sanitario traslada de forma unánime que no hay material que garantice el correcto desempeño de su actividad”, “apenas ha llegado nada desde que se decretó la alarma”, “tenemos necesidades imperiosas de mayor material de protección, tests, respiradores y material de UCI”. Pero las intervenciones de Feijóo tropiezan con sus propias contradicciones. Dos minutos después de referirse a “necesidades imperiosas”, el presidente gallego le dijo al mundo que contaba con una reserva de medio millón de mascarillas. Según sus cálculos de aquel día, suficientes para dos semanas. Según los cálculos que hoy expuso ante la Diputación Permanente del Parlamento gallego, apenas cubren “cinco o seis días”.
Es cierto que el contexto es cambiante y la epidemia no atiende a intereses políticos concretos. Pero las “necesidades imperiosas” de respiradores del pasado domingo tampoco impidieron a la Xunta enviar una parte de ellos a la Comunidad de Madrid. Así lo contó su presidenta, la popular Isabel Díaz Ayuso, quien también esperaba material de Andalucía y Extremadura. Feijó argumentó hoy que se lo había pedido el ministerio y que, si su Gobierno presta, es porque tiene. Mientras, ocho millones de mascarillas que la Xunta quería servir desde el pasado martes“ aterrizarán en Galicia procedentes de China ”entre el sábado y el domingo“. El problema del acceso al material sanitario está lejos de tener una solución, ni siquiera con la publicitada donación de Inditex, para la que Feijóo pidió trato de favor.
Más munición contra Sánchez
El Feijóo que gusta presentarse en Madrid como la versión moderada de su partido no existe en Galicia. En su intervención de hoy ante la Diputación Permanente de la cámara autonómica no ahorró munición. Dijo que cerró los restaurantes porque “no podía ser que las personas de Madrid vinieran a cenar a Galicia porque Sánchez anunció el estado de alarma sin declararlo”. Y presumió, en eso consiste el eje central de su estrategia interna, de haberse anticipado al COVID-19 con las medidas autonómicas. El pico de la curva del coronavirus se espera en Galicia a finales de mes y comienzos de abril.
Ese adelantarse a los acontecimientos del que se jacta contrasta con lo sucedido en la residencia de mayores privada San Carlos de Celanova (Ourense), donde la Xunta sólo actuó cinco días después de que se detectase un brote que infecto a 13 residentes y 14 trabajadoras. El Gobierno gallego se escudó primero en disquisiciones competenciales. Después pidió la ayuda del ejército, al que más tarde criticó por limitarse a desinfectar el centro y no hacerse cargo de él. Finalmente, cuando en las instalaciones apenas cuatro empleadas mantenían el funcionamiento con 54 residentes, entre ellos los enfermos, resolvió habilitar un albergue para mayores con coronavirus y trasladar allí los de Celanova.
Su cuenta de twitter agradecía este jueves a “los profesionales de las residencias y de los servicios sociales” su “trabajo excepcional asegurando el cuidado de mayores y dependientes”. Nada decía de las auxiliares de San Carlos, exhaustas y durante días sin alternativas en una situación límite.
Galicia, comunidad de población altamente envejecida, cuenta con uno de los sectores privados de residencias más amplios de España. Favorecido por las políticas de los gobiernos de Núñez Feijóo, él mismo desvió responsabilidades hacia sus gestores en los hechos de Celanova. “Los mayores no estáis ni estaréis solos. Tenéis a los vuestros muy cerca, tenéis a la Xunta, tenéis al Gobierno de España, tenéis a todos los partidos que estamos aquí y tenéis a todo un país con vosotros”, tuiteaba durante la mañana del jueves.
Tras suspender la campaña electoral por el coronavirus, Feijóo ha buscado parte de su fuerza en una oposición que ha decidido rebajar el tono, justo lo contrario de lo que el PP hace en el Congreso. Otra prueba de que el presidente de la Xunta no pierde de vista que, cuando todo pase, habrá que ir a las urnas, la ofreció en el Consello -reunión de gobierno- del pasado 20 de marzo. Entre las medidas de respuesta al COVID-19 y sus consecuencias socioecónomicas, aprobó la recolocación de 12 altos cargos que habían dimitido para ir en las listas del PP. Entre ellos, la directora de Turismo de Galicia, el secretario general de Emigración, delegados territoriales, o la directora general de Administración Local. Es decir, no se trataba de puestos directamente relacionados con la crisis. Feijóo se cuida de no dejar a la intemperie su maquinaria político electoral. Una vez pase el virus, vendrán las elecciones.