La portada de mañana
Acceder
16 grandes ciudades no están en el sistema VioGén
El Gobierno estudia excluir a los ultraderechistas de la acusación popular
OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

El busto de Fraga en su pueblo vuelve a desaparecer y sólo se escucha una pista: “Buscad en el río”

El próximo jueves, 23 de noviembre, Manuel Fraga cumpliría 95 años. Murió en enero de 2012, pero en su cuna, Vilalba, al norte de Lugo, dejó unos cuantos recuerdos. El más fácilmente identificable de ellos, un busto suyo de bronce que desde 1970 preside la alameda del pueblo, justo frente a su casa natal, desapareció en la noche del martes al miércoles. No es la primera vez que le pasa algo a la cabeza del político y los vecinos ya ni se sorprenden. “Estará en el río”, es la frase que tienen en la boca cuando se les pregunta por ella. Pero el alcalde esta vez no lo tiene tan claro: “Esta vez hicieron un trabajo quirúrgico”.

Poco tiempo de su larga vida pasó Fraga en Vilalba, la capital de la Terra Chá, de menos de 15.000 habitantes muy dispersos por el rural. Pero por allí volvía recurrentemente a darse baños de multitudes o a jugar al dominó en cada campaña electoral. Allí dejó un Parador en la época en que fue ministro de Información y Turismo de Franco (1962-69); un auditorio de cuando fue presidente de la Xunta (1990-2005) al que se le puso el nombre de su mujer, Carmen Estévez; y una autovía, la del Cantábrico, cuyo trazado se hizo pasar por allí en vez de seguir paralela al mar, a 60 kilómetros de distancia, porque desde Galicia Don Manuel siempre siguió mandando mucho en Madrid.

Su busto data de 1970 pero fue a partir de su retorno a Galicia cuando arreciaron los ataques contra él. Ya hacía tiempo que no desaparecía, pero las pintadas nunca le han faltado. Y hasta esta ocasión, cuando se lo ha echado en falta nunca ha tardado en aparecer. En el río Madalena, a algo menos de un kilómetro de su pedestal, la mayoría de las veces, pero también tirado en calles próximas.

En 2001, la última ocasión en la que apareció en el río, el entonces alcalde, el popular Agustín Baamonde, recordaba que esa era al menos la tercera vez que allí acababa, siempre en verano. El regidor no veía entonces una intencionalidad política detrás de los paseos que se daba el busto y que permitían a los vecinos bromear durante unos cuantos días sobre los motivos que llevaban a Don Manuel a bajar al cauce. Las pintadas con alusiones políticas son otra cosa, pero que el busto apareciese en el río era visto como una gamberrada estival que permanece en el imaginario colectivo del pueblo.

Pero en esta ocasión Agustín Baamonde, que vuelve a ser alcalde tras su paso durante unos años por el Parlamento de Galicia, donde se ganó fama de buen orador, no lo tiene tan claro. “Esta vez no parece una gamberrada, no lo tumbaron o arrancaron, quitaron limpiamente los tornillos, hicieron un trabajo quirúrgico, profesional”, explica. “Esta vez, es una opinión personal, no aparece”, sentencia.

Baamonde tira de retranca para destacar que los ataques con pintadas o las desapariciones del busto no hacen más que volver a recordar la figura de Fraga y publicitar Vilalba. “A ver si fue un admirador”, dice, para asegurar que el Ayuntamiento volverá a hacer otro busto e intentará anclarlo aún mejor. “Y los que hagan falta, porque fue una figura política reconocida que siempre hizo gala de ser de Vilalba”, concluye.