Con un suspiro y ni siquiera con una explosión se ha extinguido En Marea. Los restos de la que fue la primera fuerza de la oposición en la Galicia de la pasada legislatura acordó este sábado su disolución. El voto de 41 personas –de 52 presentes– decidió así iniciar la liquidación de una alianza entre sectores de la izquierda soberanista gallega y fuerzas de discurso federalista que en su primera incursión en las urnas –las elecciones generales de 2015– obtuvo el 25% de los sufragios. En la última, las gallegas del pasado 12 de julio, el 0,22%. “El electorado nos castigó de una forma absolutamente merecida por toda nuestra trayectoria”, se sinceró el productor cinematográfico Pancho Casal, segundo y último candidato a la presidencia de la Xunta en la historia de la confluencia tras suceder al magistrado Luís Villares.
El vendaval En Marea no procedía, en 2015, de la nada. La confluencia electoral de Podemos, Esquerda Unida y la Anova de Xosé Manuel Beiras era algo así como la tercera fase de una historia que había arrancado en 2012 con Alternativa Galega de Esquerda (AGE) –una de cuyas cabezas visibles fue la actual ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, y que había contado con un semidesconocido Pablo Iglesias como asesor de campaña– y había continuado con las mareas municipalistas. En Marea llegó entonces a enviar seis diputados en el Congreso y dos senadores en la Cámara baja. Su parlamentaria electa por Pontevedra, Alexandra Fernández, intervino en gallego en las Cortes, agarrada a unos versos de Xohana Torres. El BNG, con diferencia la principal organización de la izquierda nacionalista gallega, se había quedado fuera por primera vez en casi 20 años. Cinco años más tarde, En Marea anuncia su desaparición, el Bloque ha colocado a Néstor Rego en Madrid y Fernández tiene escaño, pero en el Parlamento gallego y por las listas del BNG.
Este escaño de Fernández fue uno de los 19 que obtuvieron los nacionalistas el 12 de julio. Fue el mismo domingo que En Marea se borró de la Cámara gallega. Lo mismo sucedió con Galicia en Común, el nombre que aglutinaba a Podemos, Esquerda Unida y Anova-Irmandade Nacionalista tras la disgregación del espacio original en enero de 2019 y que apenas alcanzó el 3,94% del voto. Ambas candidaturas habían concurrido bajo el paraguas de En Marea en 2016 y, con un apoyo del 19%, se habían situado como cabeza de la oposición a Feijóo. Pero justo entonces, en realidad incluso unas semanas antes de acudir a los colegios electorales, comenzaron sus problemas. Los de En Marea, que no los de Feijóo, quien asistió durante cuatro años a los reiterados conflictos y tensiones en el principal grupo de la oposición.
Tensiones y conflictos continuados
La En Marea del Parlamento de Galicia la encabezó entre agosto de 2016 y febrero de 2020 el juez Luís Villares. Aupado al liderazgo con el apoyo de las mareas que, entonces, gobernaban A Coruña, Santiago de Compostela o Ferrol, y de los partidos que habían conformado lo que, en esencia, era expresión política de un frente antiausteridad, Villares enseguida marcó distancias con ellos y eligió otros aliados internos. La diferente ubicación en el eje izquierda derecha y, con el tiempo, las diferentes intensidades sobre la cuestión nacional funcionaron como combustible de los líos intestinos. Estos adoptaron formas diferentes, desde un presunto altercado nocturno en la que se vio envuelta una diputada enfrentada al candidato hasta una extemporánea petición del mismo de chófer y asistente filtrada a la prensa. Pero de fondo latían visiones políticas a veces incluso contradictorias.
Esas disensiones había existido desde el principio de estos convulsos experimentos políticos y habían costado deserciones y escisiones ya en Anova o en AGE. Y aún así, ese intento de articular una izquierda antineoliberal que reuniese nacionalistas y federalistas conseguía un elevado apoyo cita electoral tras cita electoral. Hasta que dejó de hacerlo. Las candidaturas locales sufrieron un fuerte retroceso en 2019 y fueron desalojadas de la alcaldía de las tres ciudades. Pese a todo, conservaron importantes grupos municipales. Su equivalente a nivel gallego, por el contrario, no resistió. Los motivos, aseguran distintas personas implicadas, fueron variados. De la ausencia de un despliegue político conjunto sobre el territorio al sometimiento de En Marea en el Congreso a las directrices de Unidas Podemos, de un trabajo institucional opacado por las trifulcas a los vaivenes en la manera de enfrentarse a la mayoría absoluta de Feijóo, de la fulgurante recuperación del BNG al agotamiento de las energías sociales que alimentaban las denominadas “fuerzas de ruptura”.
El pasado febrero, Luís Villares anunciaba que abandonaba la política. En ese momento era portavoz de cinco diputados en el Parlamento Gallego que se habían pasado al grupo mixto como representantes de En Marea. Y había refrendado su liderazgo del partido y dejado fuera de la dirección a los principales referentes de las organizaciones y mareas urbanas. Del otro lado, rebautizados como Grupo Común da Esquerda, nueve parlamentarios de Podemos, Equerda Unida y Anova. Las tres organizaciones acabaron por abandonar el paraguas de En Marea. Lo curioso es que después de imponerse en todas las peleas internas del espacio, Villares arrojó la toalla y no optó a volver a sentarse en O Hórreo. En su lugar lo hizo Pancho Casal, diputado los últimos cuatro años.
La En Marea de Pancho Casal había decidido ni siquiera presentarse a las elecciones gallegas de 2020. Pero su aplazamiento, debido a la pandemia de coronavirus, provocó su cambio de opinión. En segunda convocatoria sí lo hizo, y la Junta Electoral la consideró a todos los efectos, y en contra de toda la demoscopia conocida, como heredera de la En Marea de 2016. Ocupó los espacios electorales correspondientes a la primera fuerza de la oposición y con ese estatus participó Casal en el único debate de candidatos de la campaña, emitido por la Televisión de Galicia. Por Galicia en Común se presentó Antón Gómez–Reino, diputado en el Congreso que, después sus malos resultados el 12 de julio, regresó a su escaño en Madrid.
Este fin de semana Casal fue la cara pública de la clausura de un ciclo. Habló después de que el 79,4% de 52 inscritos –en En Marea llegó a haber, a finales de 2018, 3.500– en el plenario optase por “desparecer como partido, aunque no de forma inmediata”. Ofrecerá, por el momento, su apoyo a las candidaturas municipalistas de su entorno, que cifró en unas cuarenta. De la distancia entre el primer discurso impugnador de una experiencia política nacida en oposición a las consecuencias de la crisis neoliberal y la última encarnación de En Marea dejó constancia el propio Casal cuando afirmó la voluntad de la actual dirección de En Marea de continuar trabajando por “un galleguismo transversal, democrático y amable, diferenciado de las propuestas del PP”.