Todavía no hay fecha, pero el desenlace está escrito. Los cuatro concejales que el Partido Popular obtuvo en las últimas elecciones municipales en Viana do Bolo (Ourense) apoyarán a dos ediles tránsfugas, elegidos en la lista del PSOE, para acabar con el gobierno del nacionalista Secundino Fernández, sustentado por los cuatro votos de su candidatura. Su plan es repartirse la alcadía lo que queda de mandato: un año y medio para uno de los tránsfugas y el resto para el portavoz del PP, Andrés Montesinos. Será la segunda moción de censura con tránsfugas de este verano en la provincia de Ourense, cuya derecha comanda el presidente de la Diputación, Manuel Baltar.
El aún regidor de Viana do Bolo carga con dureza contra el Partido Popular, al que acusa de “no respetar el juego democrático”. Pero también contra la agrupación socialista local que, a su juicio, comparte argumentos con sus ex concejales, ahora no adscritos. “La asamblea local avala esta situación. Ni siquiera ha pedido su expulsión. Solo lo hizo la dirección provincial del PSdeG”, critica. Lo que sí ha hecho el Partido Socialista de la localidad, en el Macizo Central, es tildar a Fernández de “soberbio” y le ha pedido “autocrítica y humildad”, al tiempo que se desmarcaban de la operación. El caso es que la suerte está más que echada y el BNG será expulsado de alcaldía después de cinco años de gobierno.
Lo que Secundino Fernández sí tiene claro es el principal beneficiario de los hechos: el Partido Popular. “El PP aprovecha esta situación para hacerse con más alcaldías, con una actitud depredadora”, señala. En esto coincide con el responsable provincial del PSdeG, Rafael Rodríguez Villarino, que explica la moción de Viana do Bolo en base a los intereses de Manuel Baltar. “El PP encontró una vía para acaparar el máximo poder. El objetivo es mantener a Baltar en la presidencia de la Diputación. El PP sabe que en los últimos comicios estuvieron a punto de perder el diputado provincial de Viana”, indica.
Tras las municipales del pasado año, los populares perdieron por primera vez la mayoría absoluta en el ente provincial. De esa circunstancia derivó el acuerdo de PP y el partido local Democracia Ourensana, por el cual intercambiaron apoyos en el ayuntamiento de la ciudad y en la Diputación. Ambas instituciones se mantuvieron así en la derecha. Pero ahora Gonzalo Pérez Jácome, el peculiar regidor de Ourense y líder de DO, parece haber perdido el favor de Baltar. Tal vez el presidente de la Diputación considere que ya no lo necesita y recuerde que, antes de acceder a la alcaldía, Jácome fue uno de sus críticos más feroces, insultos incluidos. El propio Núñez Feijóo, apenas un mes antes de que su partido votase por él en el pleno municipal, lo calificaba de “letal” para la ciudad.
“42.000 euros y un puesto en la Diputación”
Pero que Manuel Baltar está intentando reforzar sus opciones de recuperar la mayoría absoluta en el Pazo Provincial a través de todo tipo de artimañas es algo que ni él mismo oculta. El presidente de la Diputación saluda las alcaldías que van a parar a manos del PP fotografiándose con los nuevos primeros ediles. Así lo hizo en Castrelo de Miño, en la comarca de O Ribeiro, donde el 11 de agosto dos tránsfugas elegidos en las listas del PSOE refrendaron una moción de censura contra el BNG y dieron el bastón de mando a Avelino Pazos, del PP. La única de los tres ediles socialistas que mantuvo la disciplina de partido afirmó en un pleno que habían intentado comprarla con un puesto en la Diputación y 42.000 euros.
Las mociones de censura no son, sin embargo, la única vía por la que el PP está recomponiendo parte de su poder en la provincia. El pasado mes de julio, la ruptura de la coalición entre Partido Socialista y Xuntos por Laza -marca local de En Marea-, llevó a José Ramón Barreal a recuperar la alcaldía que había perdido en mayo de 2019. Baltar apuró a retratarse con Barreal y saludar “la vuelta de un gran alcalde para Laza”, localidad famosa por su entroido [carnaval] tradicional y la figura popular del peliqueiro. Barreal resumió su estado de ánimo al tomar posesión con un sarcástico “'¡que vivan las izquierdas!”. Pero la hasta el momento última jugada baltarista fue en San Xoán de Río, un pequeño concello -apenas medio millar de personas en el censo- también en el Macizo Central.
Esta misma semana, el presidente de la Diputación y del PP provincial anunciaba el “fichaje” de su regidor. Xosé Miguel Pérez Blecua, que entre 2007 y 2011 había sido concejal de gobierno del BNG en la misma localidad y más tarde había militado en la Anova-Irmandade Nacionalista de Xosé Manuel Beiras, anunciaba su afiliación al PP. Había ganado las elecciones en mayo de 2019 al frente de una lista de independientes, RÍO. No fue la primera incursión de Baltar en San Xoán de Río. Durante el mandato anterior, gobernó el Partido Socialista. Hacia el final de los cuatro años, el primer edil, Luis Castro, comunicaba que optaría a la reelección, pero esta vez en las filas del Partido Popular. Castro perdió ante el empuje de Pérez Blecua y RÍO, que apenas año y medio después ha igualmente desembocado en la organización de Baltar.
Las sacudidas de la política municipal ourensana que han provocado que el PP tenga ya 60 de las 92 alcaldías de la provincia no son, sin embargo, ninguna novedad. La historia suele repetirse, aunque adopte formas diferentes.
La historia no es de ahora
Calvos de Randín es un pequeño municipio de apenas 800 habitantes situado en la frontera con Portugal. Hace unos años también sufrió los embates del baltarismo, aunque entonces era el padre quien mandaba en el Partido Popular de la provincia. Tras varias legislaturas de gobiernos de la derecha, en 2007 ganó las elecciones el PSdeG: cinco concejales contra cuatro del PP. Apenas transcurrido un año, el teniente de alcalde de los socialistas anunció una moción de censura contra su jefe, Aquilino Valencia Salgado, apoyado por los populares -que se dieron de baja en la organización- y con él mismo como candidato. Pero esa vez no llegó a puerto.
Valencia Salgado, que desde entonces acumula mayorías cada vez más absolutas, llamó a vecinos y compañeros de partido a encerrarse en la casa consistorial. “Los tránsfugas venían con guardaespaldas vestidos de negro, con pinganillo”, recuerda un veterano socialista que presenció los hechos, “como suele suceder en estas ocasiones, cuando los baltares están detrás”. Los tránsfugas no consiguieron entrar. El pleno de la moción de censura se celebró en ausencia de quienes la habían registrado. Aquilino Valencia continuó en la alcaldía. En 2019, su candidatura obtuvo seis de los siete ediles de la corporación.
No muy lejos de Randín, en Porqueira, sucedieron acontecimientos con elementos en común. En 2003, el Partido Socialista daba la sorpresa y se hacía con el bastón de mando de un ayuntamiento que tampoco alcanza el millar de habitantes. Lo hacía, sin embargo, con solo uno de los nueve concejales en juego, Susana Vázquez Dorado. Los otros ocho se los repartieron a partes iguales PP y BNG, que quedó al borde de la mayoría absoluta. Pero Vázquez Dorado incumplió los acuerdos de su partido a nivel gallego. Según estos, socialistas y nacionalistas se apoyarían mutuamente allí donde la aritmética permitiese desbancar a la derecha. La aspirante del PSdeG prefirió mandar ella y aceptó los votos del PP, que la colocaron de alcaldesa. Fue expulsada de la organización y denunciada. Cuatro años después se presentó por las listas del PP y, desde entonces, suma cuatro mayorías absolutas consecutivas. El año pasado logró cinco de los siete concejales en juego.
Hace unos meses, la prensa local ourensana se desayunaba con el siguiente titular: por primera vez desde 1987, un Candal no sería el candidato del PP a la alcaldía de Vilamartín de Valdeorras, un municipio de 1.800 habitantes en la zona más oriental de la provincia. Manuel Candal había gobernado en realidad durante 36 años, y había realizado una travesía política no tan extraña en el sureste gallego: de la UCD a AP con parada intermedia en Coalición Galega -el intento más acabado, aunque fugaz, de un nacionalismo de centro derecha en Galicia-. En 2008 dimitió, y dejó paso a la número dos de la candidatura, María Jesusa Candal, su hija, no sin la intervención de José Luis Baltar para convencer al resto de la lista.
Pero la hija no era el padre, y en las elecciones municipales de 2011 un pacto entre socialistas y Alternativa Popular Galega (APGa, con gente procedente del PP) le arrebató la alcaldía. Dos años después, Candal convenció a los independientes para que cambiasen de parecer, no llegó a transcender con qué mañas u ofertas, e impulsó una moción de censura. En esta ocasión no había tránsfugas, sino mudanza de opinión. María Jesusa Candal recuperaba así para su estirpe el despacho del ayuntamiento de Vilamartín de Valdeorras. No duró mucho. En 2015, el PSdeG de Enrique Álvarez Barreiro sacó seis de los nueve ediles del pleno. Y en 2019, por primera vez sin un Candal al frente del PP, cinco, también mayoría absoluta. La moción de 2013 no había, esta vez, dado los frutos esperados.
Baltar y Abraham Lincoln
“El PP usa concejales susceptibles de ser corrompidos para sus fines. Pero además de ellos, están las personas corruptoras, en este caso el PP. Y no solo el PP de Baltar, porque Feijóo da el visto bueno a todo esto que sucede”, se despacha Rafael Rodríguez Villarino, secretario provincial del PSdeG, quien no duda en referirse a la “falta de ética y principios” de Manuel Baltar. Este accedió a la presidencia de la Diputación de Ourense en sustitución de su padre, José Luis Baltar, inhabilitado por contratar a dedo 104 personas. Hace ahora ocho años, este suplente segundo en la lista de diputados provinciales del PP y edil en el Ayuntamiento de Esgos (1.116 habitantes), se hizo con el puesto que su progenitor había detentado durante 22. Cuando tomó posesión, citó a Abraham Lincoln.