El último giro de Feijóo arrima su discurso sobre la pandemia a las tesis de Ayuso y Vox

Cuando hace ahora una semana el Gobierno central decretó que España entraba de nuevo en estado de alarma, dos importantes políticos utilizaron la misma analogía –de grueso calibre– para mostrar su oposición. Lo que el Ministerio de Sanidad entendía como medida imprescindible para hacer frente a la segunda ola de la epidemia de coronavirus consistía para ellos en lo equivalente a un “estado de excepción”. Uno fue Alberto Nuñez Feijóo, presidente de la Xunta. El otro, Santiago Abascal, líder de Vox. El último giro del barón gallego del PP ha arrimado su discurso sobre la pandemia al que manejan la ultraderecha o Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid.

Feijóo disparó entonces con inusual contundencia contra el Ejecutivo de Sánchez. El estado de alarma es, dijo, “un estado de excepción, ya que hay restricciones durísimas en la totalidad del territorio”. Aseguró que su instauración era “demoledora” para la economía y criticó sus efectos sobre el turismo y la hostelería. Hasta se quejó de que en la nueva situación, al mantener las comunidades autónomas sus competencias, habría “19 estados de alarma”. Lejos queda el Feijóo que, con las elecciones a la vista, pedía cogobernanza a Madrid. Ahora sus posiciones encuentran un extraño eco en las de Abascal. Extraño solo de atender a los analistas que colocan al gallego en el ala moderada del PP y no perciben su zigzagueante carrera por cubrir todo el espectro de las derechas. Incluido el espacio de Vox, que en Galicia no cuenta con representación ni en el Parlamento ni en ningún pleno municipal.

“El estado de alarma vulnera derechos fundamentales”, afirmó ese mismo día el líder ultraderechista Vox, “que no pueden ser limitados mediante este recurso legal, convertido en un estado de excepción encubierto”. Indefensión, incertidumbre y “medidas que no resuelven nada” fueron otras ideas utilizadas por Abascal y de las que Feijóo también se ha servido, en una suerte de libertarianismo acorde con su alergia a tomar decisiones comprometidas. Ambos ofrecieron además soluciones jurídicas y legislativas a sus denuncias, si bien es cierto que, esta vez sí, divergentes.

Abascal planteó un recurso ante el Constitucional, Feijóo una reforma en la Ley Orgánica de Salud para poder “gestionar la pandemia”, a su ver, “algo cotidiano”. Ante el silencio del gabinete de Sánchez a su propuesta, ya ha anunciado que prepara otro texto legal que le permitirá restringir derechos fundamentales y que en breve llegará a la Cámara gallega para buscar el apoyo de su mayoría absoluta. Algunos juristas han mostrado sus reticencias ante la idea de que una ley, por más orgánica que sea, adquiera capacidad de limitar derechos constitucionales. Tampoco podría hacerlo una normativa de carácter autonómico. La norma actual que regula los estados de alarma, excepción y sitio –ley orgánica 4/1981– emana directamente del artículo 116 de la Constitución y recoge, en el apartado b) de su artículo cuatro, que la alarma está pensada para “crisis sanitarias, tales como epidemias y situaciones de contaminación graves”.

Los caminos de Feijóo y Abascal se volvieron a encontrar este lunes, esta vez a propósito de los disturbios acontecidos en varias ciudades del Estado en protestas contra las restricciones derivadas de las medidas contra el virus. En una peculiar pirueta teórica, el presidente gallego culpó de los mismos –que de momento no han tenido réplicas en Galicia– a “los ultras, que siempre son ultras” y, añadió, son “de extrema derecha y de extrema izquierda a la vez”. Feijóo se apartó así de la línea de la dirección del PP, que condenó los incidentes y acusó a Vox de apoyar las movilizaciones. Abascal dijo que sí, que por supuesto las apoyaban, pero que los líos con la policía y el mobiliario urbano eran cosa de “la extrema izquierda”.

Dentro del PP

Pero para interpretar las intervenciones públicas del presidente gallego nunca hay que perder de vista la vida interna de su partido. Feijóo hablaba de “estado de excepción” apenas unos días después de que Pablo Casado escenificase su ruptura con Vox en la fracasada moción de censura y recolocase al PP respecto a la formación ultraderechista. Si Casado se iba al centro, Feijóo viajaba a la derecha. Allí no estará solo, tampoco entre los populares. Isabel Díaz Ayuso es la otra mandataria autonómica que ha optado por el enfrentamiento con el Gobierno central a propósito de la epidemia. Y lo hace desde un punto de vista más bien neoliberal.

La coincidencia con el presidente gallego no tardó en producirse: Madrid y Galicia discurrieron una iniciativa cuando menos singular, el confinamiento de fin de semana. Mientras la mayoría de los territorios autonómicos decretaban cierres perimetrales de, mínimo, 15 días –el período de incubación de la COVID–, Madrid clausuraba sus límites hasta este martes, cuando acaba el puente por el Día de Difuntos. Galicia hacía lo mismo, a pesar de que no existe tal puente en la comunidad, pero solo restringió movimientos en las siete ciudades, algunos ayuntamientos limítrofes con ellas y Vimianzo (A Coruña). Los expertos que ponían en duda esta estrategia no tardaron en manifestarse y, sin embargo, la Xunta incluso se plantea ampliarla.

De lo que no quiere oir ni hablar Feijóo es del toque de queda, su otro caballo de batalla. Y en este caso no tanto porque entienda que se pueden vulnerar derechos civiles, sino por lo que considera una “cuestión reputacional”. Algo parecido afirmó también Pedro Sánchez, sin referirse a que esa limitación nocturna está vigente en otros muchos países europeos. En todo caso, el Gobierno gallego ya ha avisado de que levantará su carácter general el 9 de noviembre, haciendo uso de sus competencias delegadas, y solo lo mantendrá “donde haya una situación epidemiológica concreta”. Mientras, los datos de la pandemia en Galicia no dejan de empeorar, en especial la presión asistencial.

La portavoz del BNG, Ana Pontón, lanzó este lunes duras acusaciones contra la “opacidad e improvisación” de la Xunta en la materia y reclamó un pleno monográfico en el Parlamento gallego. Feijóo solo ha comparecido en él media hora desde que comenzó la segunda ola del coronavirus, recordó. Y los socialistas le recriminaron sus choques con Sánchez y le aferaon su proximidad a Ayuso.