El debate de este lunes en la TVG (21:30h) será, con toda probabilidad, la única ocasión para ver al candidato del PP, Alfonso Rueda, confrontar argumentos con los aspirantes de la izquierda: el socialista José Ramón Gómez Besteiro y la actual líder de la oposición y, si los populares pierden la mayoría absoluta –algo que no descartan los sondeos–, futura presidenta de la Xunta, la nacionalista Ana Pontón. Con ellos, en una cita a medida de las necesidades del actual jefe del ejecutivo gallego, compartirán plató la cabeza de lista de Sumar, Marta Lois, y la de Podemos, Isabel Faraldo. El PP buscaba una imagen, la de “Rueda contra un multipartito”, y la CRTVG, con el respaldo de la Junta Electoral, se la sirve en bandeja.
Ni siquiera los populares habían ido tan lejos en la propuesta que lanzaron al resto de fuerzas. Planteaban una cita a cuatro, con los partidos que obtuvieron representación en las generales del 23J. Es decir, PP, BNG, PSOE y Sumar. Sin embargo, la decisión del máximo órgano electoral de repartir la condición de grupos significativos entre los dos antiguos integrantes de la coalición liderada por Yolanda Díaz –Sumar y Podemos–, permitió aumentarla a cinco.
La decisión no cogió del todo por sorpresa a nadie en San Marcos, la sede de la corporación de medios públicos. El debate será el estreno por todo lo alto del remozado Plató 300, una instalación que pretendían tener lista para las municipales y autonómicas del pasado mes de mayo y que finalmente, después de mantener inutilizado el principal estudio de la TVG durante nueve meses más de lo previsto, podrá mostrar si el más de un millón de euros gastado para “modernizar” el aspecto de los informativos ha valido la pena. De momento, ya lo han presentado en sociedad como “el plató más avanzado de la Península”.
Con las pruebas técnicas, que tantos quebraderos de cabeza provocaron, entrando ya en su recta final, la duda que surgía en los ensayos era si habría que colocar cuatro atriles –los que oficialmente quería el PP– o los cinco que deseaba. La Junta Electoral no tardó en resolver las dudas.
Para quienes no habrá hueco, pese a que han impugnado la alineación, será para los dos competidores del PP en el caladero de votos de la derecha. Vox, que se quedó siempre lejos de ese 5% de sufragios que le permitiría convertirse en “significativo”, y Democracia Ourensana. La formación del alcalde de Ourense, el populista Gonzalo Pérez Jácome, sólo se presenta por su provincia, donde recogió el 11% de las papeletas en las últimas municipales y el plan de cobertura de la CRTVG exige comparecer al menos en tres circunscripciones para merecer minutos de pantalla.
La sombra de los venres negros
Rueda ya no acudió al debate del viernes, primer día de campaña, en la Cadena SER, al que estaban invitadas las tres fuerzas con representación en el Parlamento. Su sustituto –como hacía Feijóo cuando enviaba a Pedro Puy– fue el portavoz en la cámara, Alberto Pazos, más cercano al estilo bronco de Miguel Tellado que al economista que coordinaba programas electorales y escribía los discursos del anterior presidente de la Xunta.
Tampoco se espera que vaya al debate que el día 14, último miércoles de campaña, celebrará RTVE. En junio, Feijóo dijo en las generales que aceptaba el cara a cara en Atresmedia porque habían sido “los primeros” en proponerlo. Esta vez fue el ente estatal el que, ya a finales de diciembre, lanzó su oferta antes que nadie, pero no parece que los populares vayan a aplicar el mismo rasero. Pontón y Besteiro confirmaron su presencia en apenas unas horas. Al día siguiente del anuncio, en una entrevista en La Hora de la 1 con Silvia Intxaurrondo, un titubeante Rueda evitaba comprometerse a asistir. Tampoco lo consiguió Xabier Fortes, casi un mes después, en La noche en 24 horas. Allí, el candidato popular empezó a refugiarse tras la frase que, desde entonces, repite una y otra vez su equipo de campaña: “el PP irá a todas las citas a las que lo inviten”. El PP, pero no Rueda. Aunque un revés en el camino podría redefinir esta estrategia.
Los populares, sobre todo desde Génova, hablan habitualmente de la “parcialidad” de RTVE al mismo tiempo que consideran a la CRTVG “el foro idóneo” para la intervención de su candidato, “un servicio público y el medio de comunicación de todos los gallegos y gallegas”. Olvidan conscientemente que el día de cierre de campaña los trabajadores de la corporación gallega cumplirán 300 venres negros de protestas contra la manipulación informativa, una situación que la oposición volverá a sacar en el debate. Los dos moderadores designados han sido señalados en numerosas ocasiones como comisarios políticos y correa de transmisión del argumentario popular. Una es la redactora jefa y presentadora del Telexornal Mediodía, Marta Darriba. El otro, Alejandro López Carballeira, el subdirector de los servicios informativos. La semana pasada, López Carballeira tuvo que declarar como imputado por el supuesto acoso laboral a una trabajadora, una causa que salpica a otros siete directivos de la CRTVG, incluido el director xeral, Alfonso Sánchez Izquierdo.
Eso sí, en un claro brindis al sol, los populares se muestran dispuestos a aceptar –no dicen dónde– un cara a cara de su cabeza de lista contra “el que elijan las fuerzas del multipartito”. Si uno se fía de las declaraciones del actual presidente, ése debería ser Pedro Sánchez, al que en varias entrevistas consideró su auténtico rival el 18F. Algo que decía mientras aseguraba querer centrar la campaña en los problemas de Galicia.
Del triangular al plató repleto
La historia de los debates en las elecciones autonómicas gallegas ha sido complicada y, en ocasiones –cuando han dependido de Feijóo–, como mínimo, pintorescas. Antes de descubrir que el uno contra todos le ayudaba a visibilizar su estrategia de que sólo había dos posibilidades en las urnas –o él o el caos de un batiburrillo de siglas–, el Feijóo opositor no quería un debate a tres contra los representantes del bipartito porque consideraba que era un desigual dos contra uno. Por eso, en las elecciones en las que acabaría llegando al poder, enredó hasta conseguir que no se celebrase, oponiéndose incluso al plan de cobertura aprobado por la CRTVG. 48 horas antes de la cita, con todo preparado, la corporación emitía un comunicado anunciando su suspensión porque “uno de los tres candidatos, el señor Núñez Feijóo, no atendió a los diferentes requerimientos de que confirmase, de forma indudable, su participación en el citado debate”.
Feijóo se quitó la espina cuando llegó a presidente y fue libre para imponer su fórmula. Entonces, sí pudo organizar el triangular. Cada candidato de PP, PSOE y BNG debería enfrentarse por separado contra los otros dos. El careo protagonizado por el nacionalista Jorquera y el socialista Vázquez, condenados a entenderse si los populares perdían la mayoría, debería estudiarse como ejemplo de biscotto, uno de esos partidos de fútbol en los que ningún equipo pasa del medio del campo porque los dos firman el empate.
Esa fórmula no se repitió y, en las siguientes citas, la CRTVG optó por llenar el plató de candidatos: primero 5 y después 7. El de 2016 fue, por cierto, un punto de inflexión: con el BNG en caída libre, con riesgo incluso de desaparecer de la cámara, y En Marea en línea ascendente, el papel de sus cabezas de lista marcó un giro para ambas fuerzas. El electorado gallego descubrió a una solvente Ana Pontón –que llegó a poner contra las cuerdas a Feijóo en varias ocasiones– y eso sería determinante para la recuperación de un Bloque que hoy lidera la oposición, encabeza las previsiones de crecimiento en las encuestas y es la alternativa en la presidencia de la Xunta. Por su parte, el recién llegado Luís Villares pagó la novatada con una actuación que, sin ninguna duda, influyó en que la progresión de la izquierda rupturista se frenase, superando al PSOE en votos pero con los mismos 14 escaños. Queda por saber si el debate de este lunes puede provocar algún cambio de ese calado en un escenario que permanece abierto.