Próxima estación: solidaridad obrera
El personal de la cafetería de la terminal de autobuses de Santiago ve con esperanza la posibilidad de no perder su trabajo tras dos semanas de encierro durante las que han servido café gratis y recibido innumerables apoyos sindicales y ciudadanos.
En cuarenta años da tiempo a que una cafetería acumule muchas historias. Muchas más, si está ubicada en una estación. Más aun, si se encuentra en una ciudad con un importante peso del turismo y de la universidad, como es Compostela. E incluso más si está enfrente de la sede de un Gobierno. Estas son algunas de las características que definen a la cafetería de la estación de autobuses de Compostela, donde peregrinos toman café al lado de estudiantes o de cargos de la Xunta. Cuatro décadas de historia que el pasado 11 de febrero intentaron ser cortados de cuajo: la empresa municipal Tussa iba a echar el cerrojo si nadie lo evitaba. Y sus seis trabajadores han decidido evitarlo.
La causa del cierre hay que buscarla en la renovación de la concesión de la estación. La empresa, dependiente del Ayuntamiento de Santiago, impuso como requisito para la concesión que el contratista asumiera una obra de mejora de las instalaciones cifrada en unos 150.000 euros. Al concurso solo concurrió una empresa y esta renunció por la combinación del elevado coste de la intervención y el corto período de explotación, de solo ocho años. En este contexto, el consistorio compostelano consideró que tal servicio no era esencial –como tampoco los empleos que mantiene– y decidió el cierre. Acto seguido, los trabajadores decidieron resistir y hacerlo veinticuatro horas al día, siete días a la semana.
La actividad normal de la instalación hostelera, que también funciona como restaurante, ha sido sustituida por una autogestión en la que solo se servían café y leche gratuitamente. Cuando las reservas de estos productos se agotaron, el dinero que se recaudó a través de un “bote solidario” permitió seguir funcionando día y noche. “Luchamos para que esto se saque de nuevo a concurso”, resume uno de los trabajadores, José Villar, que desde la veteranía en el oficio no concibe cómo el propio presidente de la Xunta puede “estar promocionando el turismo” y mientras tanto un Ayuntamiento de su partido piensa en tener “una estación de autobuses sin servicio de cafetería”.
Una pizca de esperanza
En plena movilización, las señales de la empresa municipal no parecían augurar nada bueno. Incluso llegó a instar a la anterior concesionaria, Santiago Dos, a despejar el local de los “moradores” que continuaban en ella para clausurarla definitivamente. Pero en el pleno municipal de este jueves, un ruego del BNG para “demandar la convocatoria urgente de una reunión” del consejo de administración de Tussa para evitar el cierre sirvió para empezar a enderezar la situación. El concejal responsable, Luis Bello, habló por primera vez de la posibilidad de la “subrogación” del personal, explica José Villar. “Para la semana tenemos una reunión con Tussa y con el concejal y espero que haya una vía de arreglo de este conflicto”, explica.
Visiblemente aliviado por el nuevo escenario, Villar habla desde detrás de la barra de la cafetería mientras en las mesas no solo se sirven café y leche, sino vino y pinchos, también gratis. La razón de ofrecer estas viandas era “agradecer” al sindicato CIG, “a los clientes, a la gente y a los medios” su “solidaridad” en estas semanas. “Todo el mundo se quedaba extrañado con que la cafetería fuera a cerrar, les parecía extraño suplantar a personas por máquinas” y “gracias a esa presión, esta lucha va a tener un fin positivo”. “Un vino para agradecer a la gente que nos ha apoyado”, resume José Villar, indicando el lugar en el que se podía coger una copa. ¿Y si la protesta sirve de algo?