El 10 de diciembre de 2011, veinte días después de que el PP ganara las elecciones generales por mayoría absoluta, el ministro de Fomento en funciones, José Blanco, y el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, presidían junto a otros muchos cargos la inauguración de la “línea de alta velocidad A Coruña-Santiago-Ourense”. “La puesta en explotación de la línea representa la inclusión de Galicia en el mapa del alta velocidad española”, informó al Ministerio en aquella jornada. Apenas un año y medio después uno de los trenes de esa línea descarrilaba en la parroquia compostelana de Angrois y diversas autoridades, comenzando por Feijóo, negaban que aquel accidente hubiese sido de un tren o una línea de alta velocidad. En el inicio de 2016 Renfe y el Ministerio de Fomento vuelven a publicitar la “alta velocidad” a Galicia.
“La primera comunidad del Norte de España en disponer de Alta Velocidad”, indicaban los anuncios oficiales en aquel diciembre de 2011. Esos lemas fueron guardados en un cajón cuando, justo después del accidente, los gobiernos gallego y español señalaron, casi desde el minuto cero, el descuido del maquinista cómo única causa de la tragedia. Como recuerda el periodista David Reinero en su libro Angrois: O AVE en anacos [Angrois: El AVE en pedazos] (Praza Pública), el titular de la Xunta, incluso con más vehemencia que el responsables del Gobierno central, fue el primero en desvincular el siniestro de la “alta velocidad española” y acusar a quien lo hiciera de querer atentar contra los intereses económicos de España.
Fue, concretamente, en una comparecencia conjunta con los ministros de Fomento e Interior, Ana Pastor y Jorge Fernández Díaz el 27 de julio de 2013, cuando todavía no se habían cumplido tres días del accidente. “España en alta velocidad y en seguridad es de los mejores países del mundo, aunque a algunos países les pueda no interesar este hecho; no es una opinión política, sino técnica”, advirtió Feijóo mientras recelaba de las intenciones de la prensa que lo cuestionaba al respeto.
“Es evidente que hay muchos intereses, incluso algunos intereses económicos por parte de determinadas empresas o suministradores de alta velocidad”, advirtió, recordando que compañías españolas estaban inmersas en “concursos internacionales de construcción de líneas de alta velocidad”. Pero la línea y los trenes que llegan a Galicia “no pueden gozar de la calificación técnica” que “conlleva el vocablo” 'alta velocidad' “mientras no concluya su conexión con Madrid”. En Galicia, oficialmente, dejaba de existir la alta velocidad inaugurada dos años antes.
En el Congreso de los Diputados
No han sido pocas las declaraciones oficiales, si acaso menos vehementes pero igual de rotundas que las de Feijóo, que en los meses siguientes negaron que la línea gallega fuera de alta velocidad aunque eso supusiera contradecir a los propios departamentos gubernamentales que representaban. Fue lo que hicieron, por ejemplo, los presidentes de Renfe y Adif ante el Congreso de los Diputados en sus comparecencias de agosto de 2013 sobre del accidente de Santiago.
“No se puede considerar que este haya sido un accidente de alta velocidad”, resaltó el máximo responsable de Adif, Gonzalo Ferre. Para hablar de alta velocidad es necesario que la vía, los trenes y los sistemas de seguridad reunan determinadas características que no era posible encontrar en el tramo del accidente y que, casi tres años después, sigue sin haber en todo el trazado entre Galicia y Madrid. “Entre Santiago y Ourense no hay alta velocidad”, concluyó ante los diputados.
La negativa sobre el carácter de “alta velocidad” del tramo Santiago-Ourense fue uno de los muchos motivos de indignación entre los colectivos que representan a las víctimas de Angrois. Así, por ejemplo, en el primer aniversario de la tragedia, la Plataforma de Víctimas del Alvia 04155 instaba al presidente a aclarar si “sabía” que “tanto el gobierno anterior como el suyo nos engañaron, vendiéndonos el producto como alta velocidad aunque no cumplía la normativa exigible en materia de seguridad”. “¿Ha leido usted los informes que dicen que el accidente se podría haber evitado si hubiera habido las medidas de seguridad propias de la alta velocidad?”, cuestionaban.
Los nuevos anuncios
A pesar de todo esto, los anuncios sobre la alta velocidad a Galicia han vuelto en todo su esplendor poco después de que, como adelantó eldiario.es, Fomento abriera un nuevo tramo del futuro AVE gallego, el que une las localidades castellanas de Olmedo y Zamora, en vísperas de las elecciones generales del 20-D. A mediados de este mes Renfe lanzaba el denominado Plan Galicia 2016 con promociones especiales para animar a la utilización de las nuevas ventajas de la línea, con media hora menos en el tiempo de viaje entre Galicia y Madrid y horarios más flexibles a partir de este 1 de febrero.
Las nuevas ventajas están siendo promovidas a través de anuncios publicitarios en los que se habla abiertamente de “alta velocidad” a Galicia, si bien en la nueva línea hasta Zamora ningún tren puede superar los 200 kilómetros por hora hasta que no sea instalado el sistema de frenado automático ERTMS, el mismo que faltaba en Angrois cuando sucedió el accidente -su instalación en el entorno de la estación de Santiago y en el Eje Atlántico ha comenzado a finales de enero, según han informado las empresas adjudicatarias-.
Para que, en rigor, se pueda hablar de que Galicia y Madrid están unidas por “alta velocidad” todo el trazado tendría que tener doble plataforma -doble vía- y ERTMS. Esto, obviamente, todavía no sucede, dado que el frenado automático no funciona en toda la línea y, además, todavía se desconoce cuándo estarán concluidas obras como las de los 14 kilómetros de entrada a Ourense, que tanto Rajoy como Feijóo siguen fijando para el año 2018 aunque por el momento se encuentran en fase de planificación.