Sargadelos: la empresa que siempre fue mucho más
La historia de Sargadelos se apaga estos días. El plan de viabilidad aprobado por el consejo de administración de la empresa, que incluye “medidas contundentes” y una “importante reestructuración de personal” puede llevar por delante una parte importante de los 172 puestos de trabajo que aún se reparten entre las dos factorías de Cervo y Sada. Entre estos trabajadores y trabajadoras sigue predominando la preocupación y la incertidumbre, entre la ausencia de información sobre el alcance final de las medidas. Las negociaciones entre la empresa y los representantes del plantel comenzaron este jueves y determinarán el futuro de Sargadelos.
La empresa viene arrastrando problemas económicos en los últimos años, y fueron varias las medidas parciales de reducción de empleos y cuestes que se fueron adoptando. Desde un ERE temporal de seis meses de duración, que afectó a la mayor parte del plantel durante lo primer semestre de 2013, o un ERE de extinción que afectó a 26 puestos de trabajo en 2010.
Hace una década, el proyecto del fundador, Isaac Díaz Pardo, de crear la Fundación Sargadelos para gestionar las distintas empresas del grupo provocó las desavenencias entre los propietarios. Finalmente, en una tensa reunión, la junta de Sargadelos decidió apartar del consejo a Díaz Pardo y a sus hijos. Desde entonces, Sargadelos pasó por distintas fórmulas de gestión. Este mismo año los hijos de Isaac Díaz Pardo, Xosé y Camilo Díaz, firmaron un acuerdo con Ángel y José Luis Vázquez, descendentes de otro de los principales fundadores, para volver al control de este importante grupo empresarial gallego.
La junta de Sargadelos decidió apartar del consejo a Díaz Pardo y a sus hijos
El pasado fin de semana falleció Mimina, la viuda de Díaz Pardo, y la otra grande impulsora del proyecto de Sargadelos. “De su famila eran los terrenos cedidos para la construcción de la misma; de ella son los primeros diseños de las porcelanas; y fue ella quien montó el taller de decoración: distintivo básico de la casa”, destacó su neta en un hermoso obituario publicado por Praza Pública. El fallecimiento de Mimina, dos años después del de Isaac, como símbolo y como cierre a una hermosa etapa, la un proyecto empresarial que quiso ser diferente, que quiso ser algo más.
Sargadelos es una institución en Galicia, entre otras cosas por antigüedad: fue fundada en 1806 como fábrica de Cerámica por el enciclopedista y afrancesado marqués de Sargadelos, y retomada en 1947 por Isaac Díaz Pardo, pintor e intelectual galleguista y de izquierdas. Es el impulso de Díaz Pardo lo que convirtió a Sargadelos en un símbolo que identifica a Galicia en todo el planeta, y lo que, además, la inscribió en el ADN de la oposición cultural y política a la dictadura. Sargadelos era y es una empresa, pero fue y es algo más. Así la concibió Isaac, difunto hace casi dos años, y a pesar de que fue apartado de la dirección de la compañía hace años en nombre de la eficiencia empresarial y del beneficio económico, es ese carácter de manifiesto, de manifiesto, de generador de discurso de la que la dotó, lo que hace de Sargadelos algo mucho más importante.
Sargadelos es el exilio, interior y exterior, de los izquierdistas gallegos (Luis Seoane, Rafael Dieste, Lorenzo Varela, Núñez Búa, Antonio Baltar, Blanco Amor, Laxeiro, Arturo Cuadrado...). A través de Sargadelos (y todo lo que lo rodeó), se transmitió el legado, las palabras y el proyecto colectivo de la generación republicana. Como escribió Manuel Rivas, “alguien tenía que hacerse cargo de la esperanza e Isaac fue el elegido”. De Díaz Pardo se repite que en su vida cultivó más fracasos de triunfos, pero enumerando sus obras resulta difícil estar de acuerdo con eso.
Isaac es recordado como un hombre de acción, como un creador, como un motor humano, empeñado en construir un país sin dejar que los obstáculos o las dudas sobre la imposibilidad de llevar adelante los proyectos lo frenaran. Suyo es el Laboratorio de Formas (un ejemplo de I+D+i antes de la palabra, una idea genial de combinar la investigación sobre las formas y el diseño tradicional gallego con la innovación y los hallazgos de la Bauhaus y la producción seriada), la recuperación del Seminario de Estudios Gallegos (un precursor de CSIC ideado en los años veinte por el nacionalismo gallego y borrado del mapa por el franquismo), editoriales, museos e incluso el proyecto de crear en plena Transición un grupo de comunicación con una visión progresista y autogobernada de Galicia.
En general, da la impresión de que Isaac Díaz Pardo, que siempre caminó unos cuantos pasos por delante de su tiempo, sería hoy más que nunca una ave rara en la gestión capitalista imperante en el Estado Español, que desprecia la investigación y el valor añadido asociado a la innovación. Este capitalismo preocupado por el beneficio monetario inmediato. En Sargadelos primó ante todo el I+D+i y el beneficio social antes que el económico, lo que la converteun en uno de los símbolos de la Galicia moderna.
Un patrimonio inmaterial que lleva años agonizando, y que estos días boquea en la búsqueda de un futuro. Sería bueno que procurara ese futuro en los elementos que hicieron grande y valiosa la empresa durante la segunda mitad del siglo XX.