La “bomba vírica” de Ourense explotó cinco semanas después de las sucesivas restricciones impuestas por la Xunta en la zona

María Pampín

8 de octubre de 2020 22:29 h

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La evolución del coronavirus en Ourense lleva más de cinco semanas burlando las medidas de restricción de la Xunta de Galicia, que comenzó el mes de septiembre a aplicar diferentes limitaciones en el área sanitaria ante el aumento de positivos hasta llegar al cierre de la ciudad que da nombre a la provincia. El virus no solo no ha perdido fuerza sino que en las últimas dos semanas ha prácticamente duplicado el número de infectados en la provincia. El Gobierno gallego pasó de imponer, entre otras medidas, reducciones de los aforos a la mitad en la capital y Verín hasta el cierre perimetral de las 116.000 personas que habitan los ayuntamientos de Ourense y Barbadás y que se ha iniciado este jueves: ninguna de ellas ha conseguido invertir la tendencia en cinco semanas.

El área sanitaria de Ourense no ha frenado el crecimiento de pacientes desde el 20 de septiembre, con lo que suma casi tres semanas en las que el número de contagios diarios sobrepasa a la suma de recuperaciones de la enfermedad y de fallecimientos. En este período, la cifra de casos activos se ha duplicado. Desde los 527 que la situaban como la tercera área sanitaria de Galicia con menos pacientes a los 1.148 que marcaba el jueves la provincia, con tres epicentros claros: la ciudad de Ourense, O Barco de Valdeorras y Verín y los ayuntamientos de su entorno. La tendencia en el resto de Galicia en estas semanas, sin embargo, ha ido a la baja gracias al gran número de recuperaciones de la enfermedad que se han producido.

La situación más preocupante es la de la capital, que uno de los miembros del comité clínico que aconseja a la Xunta con las medidas de control definió como “una bomba vírica” que extendía casos de contagios hacia los ayuntamientos limítrofes. “No se estaba controlando la expansión”, reconoció esta semana el doctor del Servico Galego de Saúde (Sergas), Sergio Vázquez. Las medidas de restricción, aplicadas con diferentes niveles, desde el municipal hasta el de barrio, como hizo la Xunta en la zona ourensana de O Couto, llevaban activas desde el 2 de septiembre y, pese a que es difícil evaluar con los datos que ofrece la Xunta si provocaron una ralentización en los contagios, la curva ascendente de los principales indicadores refleja que no han invertido la tendencia.

Las medidas tomadas en el tercer ayuntamiento de Galicia pasaron por cuatro fases: la limitación de reuniones a diez personas y la reducción de los aforos a la mitad; el endurecimiento de las restricciones en el barrio de O Couto con grupos máximos de cinco personas; la novedosa prohibición de las reuniones entre no convivientes que el Gobierno gallego nunca había utilizado y, finalmente, el cierre perimetral de Ourense y el municipio contiguo Barbadás. Entre las dos últimas las decisiones se aceleraron y apenas transcurrieron cuatro días. Pese a que el conselleiro ya avanzaba que el siguiente paso sería el confinamiento si los datos no mejoraban, la Xunta actuó sin comunicar siquiera la decisión al alcalde, que se enteró por la prensa del cierre perimetral de su ciudad.

La Xunta de Galicia sitúa la dificultad para atajar los diferentes brotes de la provincia en el tipo de contagio, que según el presidente Alberto Núñez Feijóo se produce en el ámbito familiar y de amistad. “Son brotes más complejos que cuando afectan a una empresa que rápidamente se puede parametrizar”, explicó el jefe del Ejecutivo gallego, “son más difíciles porque pocas personas tiene la capacidad de afectar a muchas personas”.

El análisis es similar al ofrecido por el presidente de la Xunta en las dos ocasiones en que grandes áreas estaban afectadas por un brote de coronavirus, como acontenció en A Mariña y en el área sanitaria de A Coruña. Las medidas tomadas, sin embargo, fueron diferentes en cada ocasión y, debido a la ocultación de datos desagregados que sostiene desde hace siete meses el Gobierno gallego, es imposible comparar como era la situación de los indicadores de la evolución del virus en cada momento y territorio.

Con los datos sueltos que ha ido ofreciendo la Xunta en los últimos días, la situación de Ourense ciudad se define por el alto número de positivos cada 100.000 habitantes, el elevado porcentaje de positivos que se alcanza en cada 100 pruebas PCR que se realizan y la edad de los pacientes. A comienzos de septiembre, con la imposición de las primeras restricciones en Ourense, la Xunta ya indicaba que la media de edad de las personas más afectadas era superior a la del resto de Galicia. Llegado el final de mes, el Sergas ponía cifra a esa característica: en el 30% de los casos los pacientes tenían más de 65 años. A día 30, diez de cada cien PCR resultaban positivas y la incidencia acumulada en las dos semanas anteriores era de 311 casos por 100.000 habitantes mientras que una semana después continuaba subiendo hasta los 417. La positividad se elevó también hasta el 18%.

La incidencia del virus en la provincia ya era más acusada durante la primera ola de COVID-19 que en el resto de la comunidad, con ratios que superaban las de la región de Madrid. En esta segunda fase, el área sanitaria se sitúa de nuevo en tasas más similares al centro del Estado que a las del resto de Galicia, que en este otoño mantiene los indicadores más bajos del Estado junto a Canarias.

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