Los teléfonos habilitados por el gobierno gallego de Alberto Núñez Feijóo para la gestión del protocolo de contagios de COVID-19 están colapsados. Infectados y contactos estrechos de positivos no consiguen comunicarse con el Servizo Galego de Saúde (Sergas) ni en el teléfono de los rastreadores, ni en el habilitado para ofrecer información general sobre el coronavirus. Tras una semana con el ritmo de contagios creciendo a razón de 1.000 positivos diarios, la infraestructura que la Xunta de Galicia ha preparado para intentar contener la expansión del coronavirus está saturada. “La situación ha empeorado de forma notable e intensa”, señalaba todavía este miércoles el propio Feijóo.
“Mi médica me confirmó el positivo hace dos días y me dijo que esperase la llamada de los rastreadores. Han pasado 48 horas, no me ha llamado nadie y realmente no sé qué hacer”, explica Darío Gómez, un joven vigués de 27 años contagiado de coronavirus durante el pasado fin de semana. “La sanidad gallega me dice que espere la llamada, por lo tanto entiendo que no hay forma alguna de acelerar el proceso”, añade.
Como otros jóvenes de su grupo de edad, Darío está ejerciendo de rastreador por voluntad propia: “Tengo una lista con el nombre y el número de teléfono de 15 personas con las que he tenido contacto estrecho durante el tiempo que marca el protocolo. Les he ido avisando yo personalmente por su seguridad y por la de todos, pero ¿y si otra persona en mi misma situación no sabe cómo proceder? En las 48 horas que han pasado desde que di positivo los contagios podrían haberse multiplicado. Es gravísimo, cada minuto que pasa sin tener comunicación con el Sergas los contagiados potenciales aumentan”, denuncia el joven vigués. Nadie le ha dado instrucciones, nadie le ha relatado los pasos a seguir. Y de los rastreadores no tiene noticia.
El servicio gallego de seguimiento del virus y su contagios nació envuelto en medias verdades, dudas y polémica. Pese a que la Organización Mundial de la Salud (OMS) consideraba el rastreo como pieza fundamental del sistema de control de la pandemia, el Gobierno de Feijóo no lo veía así. Primero aseguró que 20 personas se encargarían de la labor. En semanas, habían pasado a ser 6.000: según el presidente gallego y su conselleiro, toda la Atención Primaria se dedicaría a ello. Finalmente fue a través de contratos de emergencia que distintas empresas se ocuparon de ello. En algunos momentos, con publicitada ayuda del ejército.
Un alto cargo de Sanidade, Jorge Aboal, llegó a admitir en sede parlamentaria que desconocía el número de rastreadores, y el conselleiro, Julio García Comesaña, que desconocía en qué consistía esa figura. Y el pasado marzo, un año después de que el coronavirus apareciese en la comunidad, la Xunta licitó el primer gran contrato, 14 millones de euros, para rastrear el coronavirus. Pero, por los testimonios recogidos en este reportaje, sigue sin funcionar. Lo confirma un padre de 40 años, cuyo hijo de poco más de año y medio ha sido contacto estrecho de una cuidadora contagiada en su escuela pública infantil en Santiago de Compostela. Veintidós horas más tarde no había recibido la llamada de ningún rastreador del Sergas, pese a que el centro había trasladado a la administración los datos de contacto.
La Xunta pide a los contactos estrechos que no vayan al médico
En el caso de los positivos diagnosticados por una PCR del sistema público, son los médicos de cabecera los que están ejerciendo de interlocutores con los pacientes para requerirles el confinamiento y recomendarles una medicación ajustada a su caso. Pero cuando se trata de contactos estrechos con un positivo, la comunicación con el Servizo Galego de Saúde es inexistente. La propia Xunta de Galicia lo había avisado este martes, cuando emitió una nota de prensa en la que pedía a la ciudadanía que no usasen la Atención Primaria aunque fuesen contactos estrechos de personas con positivo en coronavirus a menos que presentasen síntomas. El mismo comunicado decía que “reforzaban con 250 profesionales” la Central de Seguimiento de Coronavirus. Esa que, según las voces consultadas en esta información, está colapsada.
Marcia Vázquez es una de esas 15 personas que estuvieron en contacto con Darío Gómez: “Durante estas 48 horas he llamado decenas de veces al teléfono COVID, a los rastreadores y a mi centro de salud. Nadie coge o el número no comunica. Ni siquiera he tenido opción a entrar en una lista de espera. Te dicen que lo intentes más tarde y punto. Estoy siguiendo motu proprio las recomendaciones que he encontrado en un PDF de la Consellería de Sanidade”, explica.
La práctica del Gobierno gallego contradice sus propias indicaciones. En la nota de prensa mencionada, Sanidade recordaba que “los protocolos sanitarios determinan que los servicios dependientes de Salud Pública son los encargados de identificar, entrevistar, declarar o no la cuarentena, hacer el seguimiento y solicitar pruebas diagnósticas de estas personas”. Pero nadie responde a los teléfonos. Mientras, la quinta ola de la epidemia ha despegado en Galicia. El Sergas encadena varios días detectando más de mil nuevos contagios diarios y los casos activos pasan de los 14.000. No obstante, su incidencia en la hospitalización y su mortalidad resultan muy inferiores a las de las anteriores olas.
En una versión anterior de esta información, se señalaba que la Xunta no había dado su opinión sobre el caso pese a las preguntas de los periodistas. Esa respuesta llegó esta noche, diez horas después de haber sido trasladada. En su comunicación, el Gobierno gallego reconoce el caos y señala a los jóvenes como responsables del colapso: “Hace falta subrayar que el teléfono vinculado a la COVID-19 atiende más de 9.000 llamadas al día, una operatividad que en la jornada de ayer fue rebasada, principalmente por la autocitación de la población joven”, explican desde la sala de prensa del Servizo Galego de Saúde.