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Las “Vellas de Mens”: las pandereteiras mediáticas y folclorizadas por el franquismo a las que dedican las Letras Galegas

Las Pandereteiras de Mens con Manuel Cajareville en la Praza da Quintana de Santiago de Compostela en 1981

Alfonso Pato

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El anuncio de que la Real Academia Galega dedicará este año el Día das Letras Galegas a las cantareiras y al cancionero popular oral ha puesto bajo el foco a muchas artistas desconocidas para el gran público. Los nombres de Adolfina y Rosa Casás Rama, de Cerceda, de la pandereteira Eva Castiñeira de Muxía o de Prudencia y Asunción Garrido y Manuela Lema, son más familiares a musicólogos y etnólogos que al público en general. Sin embargo, la trayectoria de muchas de ellas ha sido clave como correa de transmisión de la historia de la música tradicional gallega, desarrollada en parte bajo la controvertida tutela de organizaciones franquistas. Las tres últimas formaron parte de las Pandereteiras de Mens, unas labradoras originarias de esta aldea de Malpica, que en los años 70 del pasado siglo fueron pioneras en recorrer escenarios de Francia, Portugal o América. La visibilidad de estas mujeres fue clave también para dar un vuelco al relato hegemónico: por primera vez las pandereteiras mujeres toman el centro del escenario, desplazando a la figura icónica de los hombres gaiteros.

“La pandereta estaba asociada a lo femenino y en aquel momento considerada menor a nivel técnico e instrumental, en un universo de hegemonía masculina”, explica la musicóloga Beatriz Busto, que en su libro Pandereteiras de Mens (Edicións aCentral Folque), con las transcripciones de las músicas en partituras por Sergio de la Ossa, ofrece una interesantísima investigación sobre estas mujeres desde una mirada feminista y una perspectiva decolonial. De hecho, los gaiteros y las agrupaciones folclóricas grababan discos en los 60 o los 70, pero era impensable que lo hiciese un grupo de pandereteiras. Excepto las recogidas a pie de campo de la musicóloga Dorothé Schubarth, que grabó individualmente a algunas de esas vecinas de Mens, solo existe registro sonoro en disco de algunos temas de una actuación grabada en directo en Francia.

Aunque las Pandereteiras de Mens eran cinco, la Real Academia Galega solo eligió a tres, Prudencia, Asunción y Manuela, para homenajear en las Letras Galegas, al no transcurrir los preceptivos diez años desde el fallecimiento de dos de ellas, como son Adela Rey y Teresa Lema. Todas ellas habían nacido en los primeros años del siglo XX, hace más de cien años.

“Podrían ser unas más entre cientos o miles que habría en ese momento, pero ellas son claves para un cambio de paradigma en pleno franquismo”, relata Beatriz Busto, que califica el trabajo de estas pandereteiras como “una bisagra entre la oralidad y el folclore”, en un diálogo a veces no exento de conflictos. Bajo la historia de las tocadoras de Mens se esconde el paso de las mujeres a los escenarios desplazando a los hombres, la instauración por vez primera de un canon en el número de personas o “la mirada colonizadora del mundo urbano sobre el rural ”, describe esta doctora en Antropología Social por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Esta situación se produce en el momento en que estas mujeres son “descubiertas” en 1971 en su propia aldea por el departamento de Coros y Danzas de la Sección Femenina, la rama que adoctrinaba a las mujeres de la Falange, el partido fascista fundado por José Antonio Primo de Rivera.

En su anterior libro, Um país a la gallega, Galiza no No-Do franquista (A Través Editora), Busto disecciona a fondo las piezas de este noticiario propagandístico del franquismo, analizando lo que denomina “galaiquismo”. Esta profesora lo define como una mirada sobre Galicia “cargada de estereotipos que muestran un país congelado, asociado a una postal folclórica que en algunos aspectos dura hasta hoy”, detalla sobre lo que le sirvió como punto de partida para acercarse a estas pandereteras a las que en 2025 se le dedicará el Día das Letras Galegas.

De los bailes registrados en Súper 8 a TVE

Las falangistas de la Sección Femenina registraron sus bailes en una cinta de Súper 8 ahora recuperada. Es entonces cuando llaman la atención del folclorista Manuel Cajaraville (1926-1999), director artístico de la Agrupación Folclórica Aturuxo de A Coruña. Cajareville las invita a cantar en el Teatro Colón con su grupo en las Xornadas Folcloricas de 1973, la primera vez que se suben a un escenario. Su actuación impacta al público: un grupo de mujeres de edad avanzada, con sus rostros arrugados, vestidas completamente de negro y pañuelos cubriendo sus cabezas. Podrían aparentar un cortejo fúnebre de labriegas desvaídas, hasta que emergen unas voces ancestrales desde el fondo de los siglos y comienzan a tocar la pandereta con una energía endiablada, golpeándola con unas manos encallecidas, curtidas de trabajar la tierra.

El olfato de Cajareville detecta que allí hay un filón y las invita a actuar con su agrupación, viajando a Portugal y Francia y hasta con actuaciones en América. En numerosas fotografías, Cajaraville aparece siempre con las tocadoras de Mens, a las que TVE dedica un amplio reportaje en los años 70 y después actúan en los inicios de TVG en 1985. “Hoy es habitual ver grupos de pandereteiras, adufeiras y percusionistas, pero cuando Cajareville lleva a las ”vellas de Mens“ a Coruña en 1973 eso no era lo habitual”, indica la estudiosa Beatriz Busto, que trata de analizar con la perspectiva del tiempo el papel de la Sección Femenina y del folclorista Cajareville. “Era interesante pero es una mirada sobre estas mujeres desde el mundo urbano, por tanto con una percepción colonizadora del mundo rural. Tampoco se puede ”descubrir“ a un ser humano. Las tocadoras estaba ahí y existían en sus fiestas y en su comunidad”, explica.

También el papel del omnipresente Cajareville con respecto a las tocadoras. “No todos somos buenos o malos, hay matices. Él sube a un escenario a las Vellas de Mens, pero también hay un interés egocéntrico en instrumentalizar las cosas”, explica sobre el papel del folclorista, del que reconoce que “si no fuese por él, no las habríamos conocido nunca de esta forma, porque estamos hablando de algo impensable, como era subir a un escenario mujeres pandereteiras y viejas”. Aún así, esta musicóloga y antropóloga marca distancia con la idea de transmitir una idea victimista sobre estas tocadoras. “No fueron víctimas para nada. Ellas supieron instrumentalizar las oportunidades que el universo del folclore les proponía, del mismo modo que el universo del folclore las instrumentalizó a ellas”, aclara sobre estas mujeres, que con cerca de 80 años vivieron lugares, viajes y experiencias impensables para otras mujeres de su edad y procedencia.

Con todas las luces y sombras, la irrupción en los palcos de las Pandereteiras de Mens comenzó a poner bajo el foco de la escena a decenas de mujeres, cantadoras, tocadoras y bailadoras, que hasta ese momento no habían estado visibles. “Su irrupción supuso para muchos el convencimiento de que había que mirar hacia la tradición oral y que esta tenía cuerpo, manos, voz y memoria de mujer”, dice la autora del libro, en el cual también reflexiona sobre el hecho de que fuesen cinco, lo que a su juicio supone el inicio de un canon estético de formación, que se fue homegeneizando con el tiempo, con un número entre cuatro y seis.

La eclosión de los grupos de panderetas en los 80

Estos últimos años del franquismo y primeros de la democracia son años de efervescencia en el devenir de la evolución de la música tradicional gallega. En 1981 Antón Santamarina y la musicóloga suza Dorothée Schubarth publican el Cancioneiro Popular Galego, una de las biblias de la lírica de tradición oral en Galicia, y numerosos musicólogos y aficionados comienzan a recorrer el país trabajando en las “recollidas”, el proceso de registrar los vestigios vivos del patrimonio tradicional. “A partir de las Pandereteiras de Mens hai una toma de conciencia de entender que el verdadero patrimonio de la lírica musical gallega oral estaba en las mujeres y la pandereta toma protagonismo”, relata Beatriz Busto, que cita agrupaciones folclóricas de referencia como Xacarandaina, Cantigas e Agarimos o Brincadeira como claves en el comienzo de la eclosión de grupos de panderetas por toda Galicia.

De varias de estas agrupaciones surgen artistas de referencia que marcarán un punto de inflexión en la correa de transmisión de la música tradicional, como Mercedes Peón o las imprescindibles Leilía, que este año anunciaron su final, y que en 1994 sacarían su primer disco convirtiéndose en las pandereteiras de referencia. El vibrante patrimonio oral amparado fundamentalmente por mujeres, continúa activo en nuestros días con artistas como Tanxugueiras o Fillas de Cassandra, entre un nutrido número de formaciones.

Aún así, la musicóloga Beatriz Busto hace una reflexión crítica sobre determinados modelos en los que observa todavía restos de un tiempo pasado. “Creo que habría que ir revisando un folclorismo estético, marcial, decimonónico y heteronormativo sujeto a la tiranía del escenario, para situarlo en el mundo que nos toca”, advierte, al tiempo que desplaza el foco hacia las agrupaciones folklóricas en la actualidad. “El folclore gallego no debe reducir su evolución a las agrupaciones. Sería elitilizarlo, encasillarlo y limitarlo a una repetición constante de fórmulas con las que nadie dialoga. Debe circular en la vida cotidiana, el mejor futuro para que esté vivo y fuerte”, sentencia.

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