La Xunta de Feijóo permitió al Celta levantar su ciudad deportiva sobre restos de un poblado de la Edad del Bronce
El Gobierno de la Xunta dio luz verde al Celta de Vigo para construir su ciudad deportiva sobre un yacimiento arqueológico de más de cuatro mil años de antigüedad. La decisión se adoptó en 2019 con Alberto Núñez Feijóo como presidente y en su tramitación se hizo caso omiso a las conclusiones de un informe arqueológico que alertaba del hallazgo. Según las pesquisas de los arqueólogos que el Celta tuvo que contratar para cumplir con la ley, la parcela ubicada en el Ayuntamiento de Mos (Pontevedra) escondía un tesoro enterrado: los restos de un asentamiento de más de cuatro mil años de antigüedad. Se trata de los vestigios de un poblado de la Edad del Bronce en el que se han localizado las ruinas de tres longhouses, un tipo de edificación comunal muy poco habitual en la Península Ibérica.
Con el visto bueno de la Dirección Xeral de Patrimonio Cultural del Gobierno de Núñez Feijóo, las ruinas de ese asentamiento milenario han quedado sepultadas por un macrocomplejo deportivo de más de cincuenta mil metros cuadrados. Popularizadas en el imaginario colectivo gracias a series de televisión como Vikings o Juego de Tronos, las longhouses localizadas en la parcela del Celta son una singularidad en el contexto arqueológico español. Especialmente, por la concentración de los restos de por lo menos tres de estas grandes casas que sí tienen una presencia muy significativa en otras zonas del norte de Europa.
Se trata de construcciones que se identifican con viviendas comunales o de reunión y que solían ser epicentro de este tipo de asentamientos de la Edad del Bronce. Según el resto de excavaciones documentadas en la Península, suelen tener un tamaño variable entre los siete y los veinte metros de largo y cuentan con una planta elíptica delimitada por postes verticales de madera sobre los que se yergue la cubierta.
elDiario.es ha tenido acceso a parte del informe arqueológico que alerta del descubrimiento del poblado prehistórico, pero la Xunta, ahora presidida por Alfonso Rueda, ha negado a esta redacción el acceso a la documentación completa incluida en el expediente que permitió al Celta empezar a instalar ladrillos y césped sobre las ruinas. Desde Patrimonio justifican su estrategia de ocultación señalando que los informes todavía están inconclusos y que a ellos solo pueden acceder las partes interesadas, algo que la plataforma de afectados por las expropiaciones de ese monte comunal niega rotundamente. A ellos también les han vetado el acceso: “Es absurdo que hablen de un informe inacabado si sobre el yacimiento ya han construido unas instalaciones deportivas. ¿Cómo se supone que vamos a poder alegar como ciudadanos y como parte afectada sin tener acceso a los informes de Patrimonio?”, reprocha Cristóbal López, miembro de la Comunidade de Montes de Tameiga y Ecoloxistas en Acción. “En cualquier caso, son las maniobras habituales de la Xunta de Galicia para ocultar y retrasar los procesos de alegación lo máximo posible. Luego siguen adelante, construyen, se convierten en hechos consumados y ya no hay nada que hacer”, remata.
¿Propiedad privada o interés general?
Una de las investigadoras de referencia en este tipo de construcciones en el noroeste peninsular es Pilar Prieto, profesora titular de la Universidade de Santiago de Compostela (USC) y autora de uno de los pocos artículos académicos en profundidad sobre longhouses en el Estado: “Este tipo de actuaciones son una constante en materia de conservación patrimonial. En los tiempos de crecimiento en que vivimos, estamos destruyendo y arrasando de forma masiva”. Prieto reconoce que la presencia de longhouses en Galicia es “rara”, pero cree que con mayor investigación, seguirían apareciendo más. En cualquier caso, en el debate sobre la conservación no tiene dudas: “Es cierto que musealizar este tipo de descubrimientos para crear parques arqueológicos requiere una gran inversión institucional, pero hay ejemplos donde se ha hecho. En el caso de las longhouses se han creado reconstrucciones maravillosas que son pedagógicas e incluso divertidas”.
La arqueóloga de la USC reconoce que hay infraestructuras públicas como autovías o autopistas que hacen casi imposible la conservación de algunos yacimientos por el coste y la complejidad de la variación de sus trazados. Pero señala que el debate que subyace en este caso es más entre “la propiedad privada y el interés general”, para el que cree que “se pueden buscar puntos de encuentro” donde el empresario siga ganando y no se echen a perder restos “irrecuperables”. El comunero del monte afectado y ecologista, Cristóbal López, también se suma a la tesis de Prieto: “¿Quién se beneficia de esto? Ponen por encima el interés de un empresario al de nuestra memoria colectiva”.
Que la Xunta de Galicia apoya de forma vehemente esta aventura empresarial del Celta de Vigo ha quedado claro en los últimos tres años. Hace apenas un mes, el Gobierno gallego mostró públicamente su intención de declarar la zona como de interés autonómico. En ella, además de la ciudad deportiva se incluirá una suerte de “factoría del deporte” y que, en conjunto, sumarían hasta 300.000 metros cuadrados. En la argumentación de la Consellería de Presidencia, Xustiza e Deportes para dar luz verde a la distinción llegan, incluso, a apelar al feminismo y la inclusión social: “Según la documentación presentada, en el proyecto concurre la idea del deporte como una actividad de interese púbico que coadyuva al crecimiento y a la cohesión social y a la igualdad de género”.
Un hallazgo no publicitado
A pesar de que la literatura científica sobre estas construcciones en Galicia y en el Estado español es escasa, ni la Administración gallega, ni el Celta de Vigo han comunicado públicamente el singular hallazgo. Es más, en septiembre de 2019, cuando la prospección ya estaba en marcha, las obras de la ciudad deportiva del Celta tuvieron que ser paralizadas por la aparición de los primeros restos cerámicos en la zona, pero nada se transmitió a la población general sobre estas estructuras en negativo. De hecho, el presidente del club, el empresario Carlos Mouriño, se prodigó entonces en demostrar su interés en la materia: “Nos encantaría que apareciesen vestigios para tener una zona arqueológica en la ciudad deportiva. Sería el culmen”. A la vista está que sus supuestos deseos no se han cumplido.
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