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La incógnita de la primera web española: ni el que apuntaba sabe quién fue antes

Esta es una de las primeras páginas web creadas en España: trataba sobre razas de perros

Lucía Caballero

La primera página web de la historia, desarrollada por Tim Berners-Lee en 1990 y alojada en su equipo, una arcaica máquina NeXT, informaba sobre su proyecto de World Wide Web: las principales funcionalidades, los pasos a seguir para acceder a los documentos y la manera de crear un servidor. Lógicamente, el ordenador de Berners-Lee fue el primer almacén virtual de las tres uves dobles. Esclarecer cuáles fueron los siguientes y organizarlos de forma cronológica resulta un poco más complicado.

A medida que la idea calaba entre la comunidad académica, investigadores de otros centros y universidades europeas comenzaron a montar sus propios servidores. Sin embargo, nadie estaba a cargo de la Web: era un sistema descentralizado y no existía ninguna autoridad que mantuviera un índice con los nuevos ‘sites’ o coordinara los proyectos emergentes. Por esta razón, Berners-Lee y sus colegas del CERN decidieron elaborar una lista de servidores en activo, de la que hacían una copia mensualmente.

Hubo que esperar hasta finales de 1993 para encontrar la palabra ‘Spain’ en el registro. Iba seguida del nombre de la Universidad Jaume I de Castellón (UJI), donde un grupo de informáticos y un profesor del Departamento de Educación habían instalado una de las máquinas. Le asignaron la dirección www.uji.es. Después de trabajar desde el año anterior con un servidor Gopher, el equipo de pioneros quería “experimentar con aquella manera de publicar información”, como cuenta Jordi Adell, el docente impulsor de la iniciativa.

El de la UJI fue el primer servidor web español, según el directorio. Sin embargo, ni tan siquiera la persona que lo mantenía al día puede asegurarnos que sea fiable al cien por cien: “Entre 1992 y 1993 no había ninguna forma en el CERN de detectar las nuevas páginas automáticamente”, explica a HojaDeRouter.com el por entonces becario en la institución suiza Arthur Secret.

“Añadía los ‘sites’ a la lista geográfica cuando me enteraba de su existencia, casi siempre después de que sus responsables se hubieran puesto en contacto conmigo”, admite Secret, encargado de la actualización del registro durante aquel periodo y miembro del equipo fundador de la WWW.

Debido a la mecánica que seguía, Secret dice que, probablemente, en aquella lista no estaban todos los que eran. A esto hay que sumarle que en la España de principios de los 90 “los proyectos eran pequeños, medio escondidos”, señala Adell. “Internet era una cosa de cuatro 'locatis'”. Mientras ellos desarrollaban su proyecto en Castellón, otros grupos españoles montaban servidores web por su cuenta.

De Ginebra a Santander

En 1987 “vivía a caballo entre el CERN y la Universidad de Cantabria [UC]”, cuenta Ángel Camacho, investigador del Instituto de Física del centro (por entonces el Grupo de Física de Altas Energías). Camacho desarrollaba ‘software’ de comunicaciones para el experimento DELPHI, un proyecto del colisionador LEP del CERN. Así fue como entró en contacto con el equipo fundador de la WWW, para el que creó un programa que facilitaba la comunicación entre cliente y servidor, un servicio de llamadas a procedimiento remoto.

En 1992, después de que Berners-Lee presentara la primera página, los cántabros decidieron experimentar con el genial invento. “Montamos el primer servidor web”, asegura Camacho. El grupo de la Universidad de Cantabria, donde también habían probado el sistema Gopher, formaba parte de FAENet (de red de Física de Altas Energías). “Se constituyó en diciembre de 1985 con seis nodos, el CIEMAT y los institutos o departamentos de física de altas energías de cinco universidades españolas que participaban en proyectos financiados por CICYT para la colaboración con el CERN”, describe Rogelio Montañana, otro pionero que por entonces trabajaba en el Instituto de Física Corpuscular de la Universidad de Valencia, una de las integrantes de la red.

Los otros miembros de FAENet eran la universidad cántabra, la de Zaragoza, la Autónoma de Barcelona y la Autónoma de Madrid. El CIEMAT se conectaba con el CERN para integrar la malla española en la red internacional HEPNet (de High-Energy Physics Network). “Fue el germen de lo que después sería RedIRIS”RedIRIS –indica Camacho−, la internet académica que surgió en 1988.

Tanto HEPNet como su rama patria utilizaban los protocolos DECNet, de la empresa estadounidense Digital Equipment Corporation. Este tipo de conexión “era superpotente”, detalla el investigador cántabro. “Tenía una calidad de servicios [transferencias de ficheros, acceso a la información remota, correo electrónico] muy superior a la que hoy se conoce como internet”. Pero era pesada y daba problemas de direccionamiento, solo funcionaba bien con unos 65.000 nodos y la cifra acabó por quedarse corta.

El servidor de la UC era una estación VAX estación VAXque funcionaba con el sistema operativo Unix, a la que llamaron ESANUNO. 'E' de España, 'SAN' de Santander y 'UNO' porque era el primer equipo Unix que tenían en el centro (así se definían los nodos de FAENet). El ordenador alojaba la que Camacho considera la primera web de nuestro país, escrita en HTML: describía la actividad del Grupo de Física de Altas Energías, con fotografías de sus integrantes y un gráfico informativo. Utilizaban los primeros clientes gráficos, es decir, navegadores que permitían visualizar imágenes y vídeos en la pantalla.

A finales de 1992 desarrollaron también una curiosa página en la que reflejaron el contenido de un libro sobre razas de perroscuriosa página. “La idea era demostrar que servía para cualquier tipo de información; aunque se había creado para compartir datos entre físicos, su utilidad iba mucho más allá”, explica Camacho. Con el tiempo desarrollaron también una lista de nodos españoles y un mapa con su ubicación, así como un servicio de búsqueda, algo que también hicieron en la UJI.

Al principio, estos servidores se consideraban experimentales, no porque aún hubiera que verificar su funcionamiento, sino para excusarse en caso de saturación. “Si en ese momento todas las universidades españolas hubieran tenido un cliente para acceder a la información de nuestro equipo, el del CERN o la veintena que había en el mundo, el tráfico habría echado abajo la red”, asegura el investigador cántabro. Si se mantenía con aquel calificativo, “podíamos apagar el servicio si algo no funcionaba”, cuenta.

Un directorio cada vez más completo

En diciembre de 1993, el Departamento de Física Moderna de la UC ya figuraba en la famosa lista del CERN, junto con la UJI. En las siguientes actualizaciones (de 1994) se incluyeron asimismo los servidores de FUNDESCO (la Fundación para el Desarrollo de la Función Social de las Comunicaciones), el Departamento de Física Teórica de la Universidad de Zaragoza, la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y la empresa Goya Servicios Telemáticos. La ausente Universidad de Oviedo también tenía un servidor en 1994, desde el que ofrecía información académica a los alumnos.

FAENet se fue expandiendo poco a poco hasta llegar al millar de nodos conectados y dejó de estar restringida a los físicos. “Era la única manera de crecer, necesitábamos financiación para que la red tuviera anchos de banda grandes y, si nos limitábamos a los grupos de altas energías, los fondos llegaban con cuentagotas”, explica Camacho.

“Cuando empezamos a ser muchos, las listas dejaron de mantenerse porque ya no tenía sentido”, asegura el cántabro. Y con las pocas versiones de estos registros que quedan accesibles, poco puede hacerse para establecer una cronología mucho más clara. Pero, ¿realmente es tan importante? “Nunca nos ha interesado esa discusión”, advierte Camacho.

En opinión de Montañana, “el equipo de la UJI era más numeroso y de un ámbito más general, de ahí que haya tenido más proyección y haya sido más conocido”. Camacho considera que estaba en un lugar privilegiado en el momento preciso, pero su único objetivo era “hacer todo lo posible para que la red funcionara lo mejor posible para mi grupo y el resto de la comunidad científica. Para eso me habían contratado”, concluye. 

Así nació y creció la Web, como una herramienta para físicos, aunque la idea de Berners-Lee terminara por convertirse en algo universal.

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Las imágenes de este artículo son cortesía, por orden de aparición, de Jordi AdellCERN y Ángel Camacho.

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